Renzi pretende aprobar el presupuesto el miércoles y marcharse
Una vez las cuentas reciban el visto bueno por la vía de urgencia, el aún primer ministro irá a dimitir ante el presidente
Pablo Ordaz
Corresponsal en Italia y el Vaticano
Roma, El País
Matteo Renzi tiene prisa. La noche del domingo, tras su aparatoso fracaso en el referéndum sobre la reforma constitucional, anunció su dimisión antes incluso de que se terminara el recuento. El lunes informó de su renuncia al presidente de la República, Sergio Mattarella, quien le pidió que permaneciera en el cargo hasta que los presupuestos para 2017, que ya recibieron el visto bueno de la Cámara de Diputados, sean aprobados por el Senado. Así que el todavía primer ministro ha decidido que se voten el miércoles por la vía de urgencia para así poder volver al palacio del Quirinal y formalizar su dimisión. La cuestión es: ¿por qué tiene tanta prisa Renzi?
Pero, antes de indagar en la pregunta, merece la pena detenerse un momento en el juego político italiano. La vía que ha elegido Renzi para que el Senado apruebe los presupuestos rápidamente es la “cuestión de confianza al Gobierno", un procedimiento al que ha acudido con frecuencia para evitar el debate. Tiene el inconveniente teórico de que si la mayoría de los senadores vota en contra, no solo caen los presupuestos, sino también el Gobierno. En la práctica, Renzi –que dispone de una exigua mayoría contando con el Nuevo Centroderecha de Angelino Alfano, su ministro del Interior— ha gobernado desde febrero de 2014 a golpe de cuestiones de confianza.
Y no deja de tener cierta belleza política que su Gobierno caiga después de recibir la confianza del Senado, precisamente la institución milenaria que Renzi pretendió cargarse y que los italianos impidieron. El joven exalcalde de Florencia, cuna de Maquiavelo, ha elegido un hermoso epitafio para sus 1.000 días de Gobierno.
La oposición, aunque satisfecha por la victoria del no en el referéndum y por la dimisión de Renzi, ha criticado la última jugada del primer ministro y se niega a tenderle un puente de plata. Tanto el Movimiento 5 Estrellas como Forza Italia y la Liga Norte pretenden que el Gobierno quite del proyecto de presupuestos algunas partidas con “claro sabor electoral” que, según denuncian, “Renzi introdujo antes del referéndum para ganarse a los ciudadanos”. El Gobierno tiene de margen hasta el 31 de diciembre para aprobar los presupuestos. El año pasado lo hizo el día 28.
La aprobación de los presupuestos consentirá a Renzi formalizar su renuncia ante el presidente Mattarella, que iniciará entonces su ronda de contactos con los distintos partidos para buscar un primer ministro de transición que consiga conducir al país de la forma más estable posible hasta las próximas elecciones. Y, a partir de aquí, todo son conjeturas. Empezando por quién será el candidato elegido por Sergio Mattarella –el ministro Pier Carlo Padoan parece seguir siendo el mejor colocado, aunque también se habla del presidente del Senado, Pietro Grasso—, siguiendo por la fecha de las elecciones y continuando por qué ley electoral se utilizará. Hay que tener en cuenta que el Gobierno de Matteo Renzi aprobó una ley electoral –llamada Italicum— enfocada a dar mayor estabilidad a los Gobiernos garantizando un premio de mayoría –el 55% de los escaños—a la lista que superase el 40% de los votos y contemplando la posibilidad de una segunda vuelta en el caso de que ningún partido alcanzase ese umbral.
El problema es que el Italicum fue construido como un complemento de la reforma del Senado rechazada por los ciudadanos el domingo. De tal forma, el Tribunal Constitucional tendrá que decidir en enero si en las próximas elecciones los italianos podrán utilizar el Italicum para elegir la Cámara de Diputados mientras que para elegir la composición del Senado habrá que recurrir a la antigua ley –conocida por Porcellum, “cerdada”—que ha sido declarada inconstitucional en parte. Un lío muy italiano y muy difícil de entender incluso para buena parte de los italianos.
Entonces, ¿por qué tiene tanta prisa en marcharse? Ni los analistas ni los periódicos se ponen de acuerdo. El todavía primer ministro se ha encerrado en el silencio. Más que de inestabilidad, hay sensación de vacío. Italia no tiene primer ministro ni oposición con capacidad de sustituirlo. Por tanto, no conviene dar por amortizado a Matteo Renzi.
El todavía primer ministro sigue siendo secretario general del Partido Democrático (PD), y aunque la derrota del domingo fue muy dura, también es cierto que el panorama político italiano no anda sobrado de líderes capaces de reunir por sí solos el 40% de los votos. Ni en el PD ni en la oposición. Aunque aún no ha hablado expresamente de sus planes de futuro, los periódicos italianos aseguran que Renzi ya está trabajando para que, tras su dimisión, se constituya un Gobierno de “responsabilidad nacional” con representación de todos los partidos. El objetivo sería sacar adelante una nueva ley electoral y convocar elecciones la próxima primavera. O sea, justo lo contrario de lo que ha hecho hasta ahora. Durante su Gobierno, Renzi no trató de tender puentes ni con los críticos de su partido ni con la oposición. Ni mucho menos buscar en las urnas la legitimidad democrática que le faltaba para emprender las delicadas reformas constitucionales. Ahora se verá si aprendió de la derrota.
Pablo Ordaz
Corresponsal en Italia y el Vaticano
Roma, El País
Matteo Renzi tiene prisa. La noche del domingo, tras su aparatoso fracaso en el referéndum sobre la reforma constitucional, anunció su dimisión antes incluso de que se terminara el recuento. El lunes informó de su renuncia al presidente de la República, Sergio Mattarella, quien le pidió que permaneciera en el cargo hasta que los presupuestos para 2017, que ya recibieron el visto bueno de la Cámara de Diputados, sean aprobados por el Senado. Así que el todavía primer ministro ha decidido que se voten el miércoles por la vía de urgencia para así poder volver al palacio del Quirinal y formalizar su dimisión. La cuestión es: ¿por qué tiene tanta prisa Renzi?
Pero, antes de indagar en la pregunta, merece la pena detenerse un momento en el juego político italiano. La vía que ha elegido Renzi para que el Senado apruebe los presupuestos rápidamente es la “cuestión de confianza al Gobierno", un procedimiento al que ha acudido con frecuencia para evitar el debate. Tiene el inconveniente teórico de que si la mayoría de los senadores vota en contra, no solo caen los presupuestos, sino también el Gobierno. En la práctica, Renzi –que dispone de una exigua mayoría contando con el Nuevo Centroderecha de Angelino Alfano, su ministro del Interior— ha gobernado desde febrero de 2014 a golpe de cuestiones de confianza.
Y no deja de tener cierta belleza política que su Gobierno caiga después de recibir la confianza del Senado, precisamente la institución milenaria que Renzi pretendió cargarse y que los italianos impidieron. El joven exalcalde de Florencia, cuna de Maquiavelo, ha elegido un hermoso epitafio para sus 1.000 días de Gobierno.
La oposición, aunque satisfecha por la victoria del no en el referéndum y por la dimisión de Renzi, ha criticado la última jugada del primer ministro y se niega a tenderle un puente de plata. Tanto el Movimiento 5 Estrellas como Forza Italia y la Liga Norte pretenden que el Gobierno quite del proyecto de presupuestos algunas partidas con “claro sabor electoral” que, según denuncian, “Renzi introdujo antes del referéndum para ganarse a los ciudadanos”. El Gobierno tiene de margen hasta el 31 de diciembre para aprobar los presupuestos. El año pasado lo hizo el día 28.
La aprobación de los presupuestos consentirá a Renzi formalizar su renuncia ante el presidente Mattarella, que iniciará entonces su ronda de contactos con los distintos partidos para buscar un primer ministro de transición que consiga conducir al país de la forma más estable posible hasta las próximas elecciones. Y, a partir de aquí, todo son conjeturas. Empezando por quién será el candidato elegido por Sergio Mattarella –el ministro Pier Carlo Padoan parece seguir siendo el mejor colocado, aunque también se habla del presidente del Senado, Pietro Grasso—, siguiendo por la fecha de las elecciones y continuando por qué ley electoral se utilizará. Hay que tener en cuenta que el Gobierno de Matteo Renzi aprobó una ley electoral –llamada Italicum— enfocada a dar mayor estabilidad a los Gobiernos garantizando un premio de mayoría –el 55% de los escaños—a la lista que superase el 40% de los votos y contemplando la posibilidad de una segunda vuelta en el caso de que ningún partido alcanzase ese umbral.
El problema es que el Italicum fue construido como un complemento de la reforma del Senado rechazada por los ciudadanos el domingo. De tal forma, el Tribunal Constitucional tendrá que decidir en enero si en las próximas elecciones los italianos podrán utilizar el Italicum para elegir la Cámara de Diputados mientras que para elegir la composición del Senado habrá que recurrir a la antigua ley –conocida por Porcellum, “cerdada”—que ha sido declarada inconstitucional en parte. Un lío muy italiano y muy difícil de entender incluso para buena parte de los italianos.
Entonces, ¿por qué tiene tanta prisa en marcharse? Ni los analistas ni los periódicos se ponen de acuerdo. El todavía primer ministro se ha encerrado en el silencio. Más que de inestabilidad, hay sensación de vacío. Italia no tiene primer ministro ni oposición con capacidad de sustituirlo. Por tanto, no conviene dar por amortizado a Matteo Renzi.
El todavía primer ministro sigue siendo secretario general del Partido Democrático (PD), y aunque la derrota del domingo fue muy dura, también es cierto que el panorama político italiano no anda sobrado de líderes capaces de reunir por sí solos el 40% de los votos. Ni en el PD ni en la oposición. Aunque aún no ha hablado expresamente de sus planes de futuro, los periódicos italianos aseguran que Renzi ya está trabajando para que, tras su dimisión, se constituya un Gobierno de “responsabilidad nacional” con representación de todos los partidos. El objetivo sería sacar adelante una nueva ley electoral y convocar elecciones la próxima primavera. O sea, justo lo contrario de lo que ha hecho hasta ahora. Durante su Gobierno, Renzi no trató de tender puentes ni con los críticos de su partido ni con la oposición. Ni mucho menos buscar en las urnas la legitimidad democrática que le faltaba para emprender las delicadas reformas constitucionales. Ahora se verá si aprendió de la derrota.