Merkel entra en campaña con un discurso más duro en inmigración
La canciller logra el apoyo del 89,5% de su partido tras defender la prohibición del burka en lugares públicos
Luis Doncel
Essen, El País
El lugar estaba cargado de simbolismo. Aquí, en el recinto ferial de Essen, Angela Merkel fue coronada presidenta de la Unión Cristianodemócrata (CDU) en 2000. Y es aquí donde el congreso del partido renovó el martes su liderazgo con un respaldo del 89,5%. Tras dos años de crisis migratoria, fracasos electorales y fuerte contestación interna, Merkel coge impulso para presentarse a las próximas elecciones, que, aseguró, serán las más difíciles desde la reunificación. Y lo hace con un discurso migratorio endurecido. “Una situación como la de 2015 (cuando llegaron a Alemania 890.000 refugiados) no puede repetirse”, aseguró entre aplausos.
El sentir mayoritario de las bases quedó claro en un momento del congreso. La líder hablaba de sus temas habituales –retos de la era digital, defensa del acuerdo migratorio con Turquía, cuentas del Estado equilibradas…—. Entre los delegados se oía de vez en cuando unos tímidos y rutinarios aplausos. De repente, pronunció una frase mágica: “Aquí hay que mostrar la cara. El velo integral ha de estar prohibido donde sea posible”. El pabellón estalló en la que probablemente fuera la mayor ovación del día. Hace solo tres meses, Merkel defendía que el uso del burka y del niqab forma parte de la libertad religiosa, un bien consagrado en la Constitución alemana.
Para vencer las reticencias de los críticos, la dirección de la CDU elevó el tono en el documento sometido a votación. Así, una propuesta de última hora endurece las condiciones para deportar a solicitantes de asilo no aceptados. "El número de devoluciones va a aumentar significativamente en los próximos meses", avisa el texto. También se alaba el cierre de la ruta de los Balcanes, una decisión en su momento muy criticada por Merkel. Y hacen un guiño a las familias al descartar categóricamente subidas de impuestos para la próxima legislatura.
“Necesito vuestra ayuda”, dijo Merkel a los 1.001 delegados. Y estos respondieron con una penalización menor de la esperada. Estaba claro que Merkel no iba a renovar el 96,7% que obtuvo hace dos años, cuando la ola de refugiados no había llegado y ella flotaba en su culmen de popularidad. Pero sí podía recibir un serio aviso. El lunes, en el tradicional encuentro con periodistas previo al congreso, un importante ministro aseguraba que esperaba un porcentaje ligeramente por encima del 80%. El resultado es el segundo peor en sus 16 años como líder de la CDU, pero sin embargo es bastante aceptable. A los democristianos, a diferencia de los socialdemócratas, no les gusta exhibir sus diferencias en público.
Frente a unos socialdemócratas que dudan entre Sigmar Gabriel o Martin Schulz como candidato, Merkel es reelegida con porcentajes de reminiscencias soviéticas. Varios delegados consultados aseguraban que, si algunos tenían dudas, se habían convencido tras el discurso de su líder. “Tuvo la mezcla justa de realismo y de emoción”, comentaba un militante de Renania-Palatinado.
El apoyo a Merkel del 90% no significa que en la CDU reine el entusiasmo. Como mucho, un convencimiento racional de que nadie puede sustituir a la jefa con seguridad de éxito. Pero los democristianos, que presumen de representar al centro de la sociedad, tienen problemas a la vista. En un país tan descentralizado como Alemania, solo participan en el Gobierno de seis de los 16 Estados federados. Los Verdes, en cambio, gobiernan en 11 länder.
El gran argumento con el que irán a las elecciones federales de septiembre de 2017 será, por un lado, evitar una coalición de partidos izquierdistas en el Gobierno, y por otro, a los extremistas de derechas de Alternativa para Alemania (AfD). Merkel se presenta así como el único antídoto contra radicalismos. Frente a los problemas que amenazan al mundo —"2016 no trajo más calma y estabilidad. Al contrario", dijo-, Merkel quiere ser el ancla de estabilidad que Alemania necesita. Si logra la reelección y permanece toda la legislatura, habrá gobernado 16 años, igualando el récord de su mentor, Helmut Kohl.
Luis Doncel
Essen, El País
El lugar estaba cargado de simbolismo. Aquí, en el recinto ferial de Essen, Angela Merkel fue coronada presidenta de la Unión Cristianodemócrata (CDU) en 2000. Y es aquí donde el congreso del partido renovó el martes su liderazgo con un respaldo del 89,5%. Tras dos años de crisis migratoria, fracasos electorales y fuerte contestación interna, Merkel coge impulso para presentarse a las próximas elecciones, que, aseguró, serán las más difíciles desde la reunificación. Y lo hace con un discurso migratorio endurecido. “Una situación como la de 2015 (cuando llegaron a Alemania 890.000 refugiados) no puede repetirse”, aseguró entre aplausos.
El sentir mayoritario de las bases quedó claro en un momento del congreso. La líder hablaba de sus temas habituales –retos de la era digital, defensa del acuerdo migratorio con Turquía, cuentas del Estado equilibradas…—. Entre los delegados se oía de vez en cuando unos tímidos y rutinarios aplausos. De repente, pronunció una frase mágica: “Aquí hay que mostrar la cara. El velo integral ha de estar prohibido donde sea posible”. El pabellón estalló en la que probablemente fuera la mayor ovación del día. Hace solo tres meses, Merkel defendía que el uso del burka y del niqab forma parte de la libertad religiosa, un bien consagrado en la Constitución alemana.
Para vencer las reticencias de los críticos, la dirección de la CDU elevó el tono en el documento sometido a votación. Así, una propuesta de última hora endurece las condiciones para deportar a solicitantes de asilo no aceptados. "El número de devoluciones va a aumentar significativamente en los próximos meses", avisa el texto. También se alaba el cierre de la ruta de los Balcanes, una decisión en su momento muy criticada por Merkel. Y hacen un guiño a las familias al descartar categóricamente subidas de impuestos para la próxima legislatura.
“Necesito vuestra ayuda”, dijo Merkel a los 1.001 delegados. Y estos respondieron con una penalización menor de la esperada. Estaba claro que Merkel no iba a renovar el 96,7% que obtuvo hace dos años, cuando la ola de refugiados no había llegado y ella flotaba en su culmen de popularidad. Pero sí podía recibir un serio aviso. El lunes, en el tradicional encuentro con periodistas previo al congreso, un importante ministro aseguraba que esperaba un porcentaje ligeramente por encima del 80%. El resultado es el segundo peor en sus 16 años como líder de la CDU, pero sin embargo es bastante aceptable. A los democristianos, a diferencia de los socialdemócratas, no les gusta exhibir sus diferencias en público.
Frente a unos socialdemócratas que dudan entre Sigmar Gabriel o Martin Schulz como candidato, Merkel es reelegida con porcentajes de reminiscencias soviéticas. Varios delegados consultados aseguraban que, si algunos tenían dudas, se habían convencido tras el discurso de su líder. “Tuvo la mezcla justa de realismo y de emoción”, comentaba un militante de Renania-Palatinado.
El apoyo a Merkel del 90% no significa que en la CDU reine el entusiasmo. Como mucho, un convencimiento racional de que nadie puede sustituir a la jefa con seguridad de éxito. Pero los democristianos, que presumen de representar al centro de la sociedad, tienen problemas a la vista. En un país tan descentralizado como Alemania, solo participan en el Gobierno de seis de los 16 Estados federados. Los Verdes, en cambio, gobiernan en 11 länder.
El gran argumento con el que irán a las elecciones federales de septiembre de 2017 será, por un lado, evitar una coalición de partidos izquierdistas en el Gobierno, y por otro, a los extremistas de derechas de Alternativa para Alemania (AfD). Merkel se presenta así como el único antídoto contra radicalismos. Frente a los problemas que amenazan al mundo —"2016 no trajo más calma y estabilidad. Al contrario", dijo-, Merkel quiere ser el ancla de estabilidad que Alemania necesita. Si logra la reelección y permanece toda la legislatura, habrá gobernado 16 años, igualando el récord de su mentor, Helmut Kohl.