Mauricio Macri cumple un año fuerte en las encuestas y débil en la economía
Mientras todos los líderes latinoamericanos se hunden, el argentino aguanta pero la situación económica inquieta a todos
Carlos E. Cué
Buenos Aires, El País
Mauricio Macri es un fenómeno político aún difícil de clasificar. Es el primer hijo de la era de la antipolítica que no está contra la globalización, el primer presidente que ganó las elecciones gracias a Facebook, conectando directamente con la gente, y por eso los analistas clásicos no le entienden, explican los suyos. Es un liberal que llevará a Argentina al desastre como en los 90, dicen sus rivales. Lo cierto es que Macri cumple un año en el poder con unos datos económicos pésimos, en plena recesión, pero mantiene una valoración alta -55% de apoyo- que desconcierta a sus rivales y es la envidia en Latinoamérica y Europa, donde los gobernantes se achicharran en el poder.
Argentina vive un fin de año extraño. De momento no se ha producido el diciembre caliente que algunos esperaban, una tradición en este país que llegó a su máxima expresión en 2001, cuando acabó con cinco presidentes en dos semanas y 38 muertos en las calles. Pero la mayoría de los analistas, incluso los más benévolos con el Gobierno, están muy inquietos por la situación económica. Macri arrancó muy bien su mandato –normalizó el tipo de cambio, cerró la disputa con los fondos buitre, recuperó la estadísticas oficiales- pero ahora no puede lucir buenos datos. En su primer año ha aumentado el desempleo hasta el 8,5%, la inflación está peor -40% interanual, 2,4% el último mes- la recesión se ha agravado -3,4% de caída del PIB-, la producción industrial cae al 8% y la pobreza ha aumentado hasta el 32%, con 1,4 millones de pobres nuevos. Se ha endeudado en 40.000 millones de dólares y no ha conseguido rebajar el déficit. Sin embargo las expectativas económicas para 2017 son mucho mejores y el presidente y su equipo están convencidos de que las cosas van bien. Él mismo ha calificado su gestión con un 8, sorprendiendo a todos.
Ernesto Sanz, líder del Partido Radical y socio de Macri, con quien comparte las decisiones clave, cree que los análisis clásicos no valen para lo que está pasando hoy en Argentina. “No hay nada escrito sobre la transición entre un populismo tan fuerte como el que tuvimos y un esquema republicano como el de Macri, que ha recuperado el diálogo y tiene que negociar todo en el Congreso. La sociedad argentina lo está acompañando con un cierto desencanto ante los datos económicos, porque en este país siempre se apela a la magia y no hay soluciones mágicas. Pero el rumbo es el correcto y la mayor parte de la sociedad no está dispuesta a volver atrás”, asegura. Esto es, la gran fortaleza de Macri, como explican muchos analistas, consiste en el hartazgo del kirchnerismo después de 13 intensos años en el poder.
Ese “desencanto” del que habla Sanz tiene que ver con que Macri prometió que la economía remontaría en el segundo semestre de 2016. Y no ha sucedido. Más bien al contrario. En el Gobierno culpan a factores externos –Brasil sobre todo- pero también a los empresarios, el mundo del que viene el multimillonario Macri y con el que ahora está enfrentado. “Los empresarios argentinos no están dispuestos a apostar, viven reclamando ayudas al Gobierno. Ahora dicen que esperan a que gane las elecciones de 2017. Siempre están corriendo la cancha. Este gobierno les ha ofrecido toda la certidumbre que reclamaban”, se queja Sanz.
Marcos Peña, jefe de Gabinete y mano derecha de Macri, rebosa optimismo. Esta semana en un encuentro con la prensa internacional aseguró que el apoyo al Gobierno, según sus encuestas, está en el 60%, muy por encima del 51% que lo votó hace un año. "El apoyo es mucho más profundo que algo que tenga que ver solo con la cuestión económica", explicó. "Ha sido un año duro pero hay una esperanza que se sustenta en la forrma de gobernar, de ejercer el poder, que era una de las promesas centrales. Fue uno de los años con menos conflictividad sindical y social de la historia pese a estar en recesión", analiza Peña.
La oposición, obviamente, es mucho más dura. Macri ha tenido más éxitos políticos que económicos. Contra todo pronóstico, ha logrado pactar casi todas las leyes importantes y no ha tenido muchos problemas en el Congreso en sus primeros meses, aunque está en minoría. Pero el peronismo ya se está reorganizando para las elecciones de 2017 y la oposición empieza a unirse, por lo que el Gobierno acaba el año con derrotas parlamentarias importantes. “Macri vive del hartazgo del régimen kirchnerista. Cristina generó eso. Mucha gente necesita tiempo para entender que se equivocó votando a Macri”, dice Felipe Solá, que fue gobernador peronista de Buenos Aires y ahora uno de los diputados clave del grupo opositor que dirige Sergio Massa. “En economía no han metido una. Porque cometen el mismo error que los Kirchner: son dogmáticos. Empezaron regalando miles de millones de dólares a las mineras y al campo con la bajada de impuestos. Les cayó el consumo, la actividad, la recaudación, las exportaciones, aumentó la pobreza. Nunca vi un primer año tan pobre”, sentencia Solá. Aún así, él también admite que el Gobierno ha dialogado como nunca hicieron los Kirchner, que todo se negocia en el Congreso. “Los conflictos ahora se resuelven de forma estrictamente democrática, las protestas son pacíficas, y eso es una gran novedad en Argentina”, explica.
Argentina está pues viviendo una especie de normalización en la que Macri ha perdido su aura inicial –ha caído 20 puntos en valoración desde el idilio tras la victoria- y parece instalarse una disputa Gobierno-oposición clásica con discusiones menos dramáticas que antaño que se dirimirán en las elecciones intermedias de 2017. “Es una especie de primavera incierta, el Gobierno conserva mucho apoyo popular porque los ciudadanos confían en que la economía mejorará, se está cambiando la cultura política de presidentes fuertes, Macri tiene otro tipo de liderazgo, hay que ver si la sociedad argentina le sigue acompañando”, explica Eduardo Fidanza, director de Poliarquía, una de las principales encuestadoras del país, que detecta una “erosión lenta” de la imagen del Gobierno pero menor de la que correspondería a los malos datos económicos.
“Lo llamativo es que hay un grupo de políticos del oficialismo y de la oposición, como Macri, Vidal (gobernadora de Buenos Aires), Massa o Stolbizer (diputada de izquierdas) que están muy por encima del 40%. Eso indica que, al contrario de lo que pasa en el resto de América Latina, no hay un hartazgo hacia la clase política”, asegura. Fidanza cree por tanto que Macri no puede confiarse, porque puede perder en 2017, pero lo que sí parece seguro es que Argentina se aleja de ese 2001 y el “que se vayan todos”. Lo que está viviendo el mundo ahora, esa ruptura con la política, Argentina ya lo vivió, y ahora parece ir en el camino contrario, hacia una normalización de la alternancia. Como casi siempre, Argentina va a contracorriente.
Carlos E. Cué
Buenos Aires, El País
Mauricio Macri es un fenómeno político aún difícil de clasificar. Es el primer hijo de la era de la antipolítica que no está contra la globalización, el primer presidente que ganó las elecciones gracias a Facebook, conectando directamente con la gente, y por eso los analistas clásicos no le entienden, explican los suyos. Es un liberal que llevará a Argentina al desastre como en los 90, dicen sus rivales. Lo cierto es que Macri cumple un año en el poder con unos datos económicos pésimos, en plena recesión, pero mantiene una valoración alta -55% de apoyo- que desconcierta a sus rivales y es la envidia en Latinoamérica y Europa, donde los gobernantes se achicharran en el poder.
Argentina vive un fin de año extraño. De momento no se ha producido el diciembre caliente que algunos esperaban, una tradición en este país que llegó a su máxima expresión en 2001, cuando acabó con cinco presidentes en dos semanas y 38 muertos en las calles. Pero la mayoría de los analistas, incluso los más benévolos con el Gobierno, están muy inquietos por la situación económica. Macri arrancó muy bien su mandato –normalizó el tipo de cambio, cerró la disputa con los fondos buitre, recuperó la estadísticas oficiales- pero ahora no puede lucir buenos datos. En su primer año ha aumentado el desempleo hasta el 8,5%, la inflación está peor -40% interanual, 2,4% el último mes- la recesión se ha agravado -3,4% de caída del PIB-, la producción industrial cae al 8% y la pobreza ha aumentado hasta el 32%, con 1,4 millones de pobres nuevos. Se ha endeudado en 40.000 millones de dólares y no ha conseguido rebajar el déficit. Sin embargo las expectativas económicas para 2017 son mucho mejores y el presidente y su equipo están convencidos de que las cosas van bien. Él mismo ha calificado su gestión con un 8, sorprendiendo a todos.
Ernesto Sanz, líder del Partido Radical y socio de Macri, con quien comparte las decisiones clave, cree que los análisis clásicos no valen para lo que está pasando hoy en Argentina. “No hay nada escrito sobre la transición entre un populismo tan fuerte como el que tuvimos y un esquema republicano como el de Macri, que ha recuperado el diálogo y tiene que negociar todo en el Congreso. La sociedad argentina lo está acompañando con un cierto desencanto ante los datos económicos, porque en este país siempre se apela a la magia y no hay soluciones mágicas. Pero el rumbo es el correcto y la mayor parte de la sociedad no está dispuesta a volver atrás”, asegura. Esto es, la gran fortaleza de Macri, como explican muchos analistas, consiste en el hartazgo del kirchnerismo después de 13 intensos años en el poder.
Ese “desencanto” del que habla Sanz tiene que ver con que Macri prometió que la economía remontaría en el segundo semestre de 2016. Y no ha sucedido. Más bien al contrario. En el Gobierno culpan a factores externos –Brasil sobre todo- pero también a los empresarios, el mundo del que viene el multimillonario Macri y con el que ahora está enfrentado. “Los empresarios argentinos no están dispuestos a apostar, viven reclamando ayudas al Gobierno. Ahora dicen que esperan a que gane las elecciones de 2017. Siempre están corriendo la cancha. Este gobierno les ha ofrecido toda la certidumbre que reclamaban”, se queja Sanz.
Marcos Peña, jefe de Gabinete y mano derecha de Macri, rebosa optimismo. Esta semana en un encuentro con la prensa internacional aseguró que el apoyo al Gobierno, según sus encuestas, está en el 60%, muy por encima del 51% que lo votó hace un año. "El apoyo es mucho más profundo que algo que tenga que ver solo con la cuestión económica", explicó. "Ha sido un año duro pero hay una esperanza que se sustenta en la forrma de gobernar, de ejercer el poder, que era una de las promesas centrales. Fue uno de los años con menos conflictividad sindical y social de la historia pese a estar en recesión", analiza Peña.
La oposición, obviamente, es mucho más dura. Macri ha tenido más éxitos políticos que económicos. Contra todo pronóstico, ha logrado pactar casi todas las leyes importantes y no ha tenido muchos problemas en el Congreso en sus primeros meses, aunque está en minoría. Pero el peronismo ya se está reorganizando para las elecciones de 2017 y la oposición empieza a unirse, por lo que el Gobierno acaba el año con derrotas parlamentarias importantes. “Macri vive del hartazgo del régimen kirchnerista. Cristina generó eso. Mucha gente necesita tiempo para entender que se equivocó votando a Macri”, dice Felipe Solá, que fue gobernador peronista de Buenos Aires y ahora uno de los diputados clave del grupo opositor que dirige Sergio Massa. “En economía no han metido una. Porque cometen el mismo error que los Kirchner: son dogmáticos. Empezaron regalando miles de millones de dólares a las mineras y al campo con la bajada de impuestos. Les cayó el consumo, la actividad, la recaudación, las exportaciones, aumentó la pobreza. Nunca vi un primer año tan pobre”, sentencia Solá. Aún así, él también admite que el Gobierno ha dialogado como nunca hicieron los Kirchner, que todo se negocia en el Congreso. “Los conflictos ahora se resuelven de forma estrictamente democrática, las protestas son pacíficas, y eso es una gran novedad en Argentina”, explica.
Argentina está pues viviendo una especie de normalización en la que Macri ha perdido su aura inicial –ha caído 20 puntos en valoración desde el idilio tras la victoria- y parece instalarse una disputa Gobierno-oposición clásica con discusiones menos dramáticas que antaño que se dirimirán en las elecciones intermedias de 2017. “Es una especie de primavera incierta, el Gobierno conserva mucho apoyo popular porque los ciudadanos confían en que la economía mejorará, se está cambiando la cultura política de presidentes fuertes, Macri tiene otro tipo de liderazgo, hay que ver si la sociedad argentina le sigue acompañando”, explica Eduardo Fidanza, director de Poliarquía, una de las principales encuestadoras del país, que detecta una “erosión lenta” de la imagen del Gobierno pero menor de la que correspondería a los malos datos económicos.
“Lo llamativo es que hay un grupo de políticos del oficialismo y de la oposición, como Macri, Vidal (gobernadora de Buenos Aires), Massa o Stolbizer (diputada de izquierdas) que están muy por encima del 40%. Eso indica que, al contrario de lo que pasa en el resto de América Latina, no hay un hartazgo hacia la clase política”, asegura. Fidanza cree por tanto que Macri no puede confiarse, porque puede perder en 2017, pero lo que sí parece seguro es que Argentina se aleja de ese 2001 y el “que se vayan todos”. Lo que está viviendo el mundo ahora, esa ruptura con la política, Argentina ya lo vivió, y ahora parece ir en el camino contrario, hacia una normalización de la alternancia. Como casi siempre, Argentina va a contracorriente.