La caída de Alepo apuntala la supervivencia de El Asad
La destrucción del este de la ciudad y el desplazamiento masivo de civiles tras la batalla han debilitado a la rebelión
Juan Carlos Sanz
Jerusalén, El País
El invierno árabe ha comenzado en Alepo. Entre el 15 y el 22 de diciembre, más de 35.000 personas, entre ellas unos 750 enfermos graves, fueron evacuadas desde la parte oriental de la ciudad hacia territorio rebelde, y cerca de 54.000 se trasladaron a la zona gubernamental del oeste. El recuento del desplazamiento masivo de población constatado por la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU no incluye la cifra de civiles muertos —que el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos contabilizó por centenares en las cinco semanas de ofensiva final del Ejército contra los distritos insurgentes—, ni los niveles de destrucción, próximo al 100% en varios barrios del este.
El triunfo en una batalla librada en áreas urbanas densamente pobladas no permite que el régimen del presidente Bachar el Asad cante victoria, pero muestra que está ganando una guerra que se encamina hacia su sexto año. Ni la oposición ni la comunidad internacional parecen plantearse su salida del poder como un objetivo incuestionable.
En el día de Navidad los presidentes de Rusia, Vladímir Putin; de Irán, Hasán Rohaní, y de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, intercambiaron llamadas telefónicas tras la consumación de la victoria del régimen de Damasco en Alepo. Son los auténticos vencedores de una batalla donde la rebelión desafió al Ejército gubernamental durante más de cuatro años.Moscú, que acudió al rescate de El Asad con sus cazabombarderos en septiembre de 2015, cuando el presidente se encontraba en sus horas más bajas, va a reforzar y ampliar su base aeronaval en la costa mediterránea de Siria. También retorna como potencia incuestionable —hasta Israel ha comprendido que los rusos han vuelto para quedarse— a Oriente Próximo.
Teherán ha encabezado el despliegue de milicias chiíes que han pagado un alto precio en sangre para que las tropas del régimen pudieran apoderarse de Alepo, pero también ha ganado una baza clave en la guerra no declarada por la hegemonía regional que libra contra el frente del islam suní que lidera Arabia Saudí.
¿Y Turquía? Ankara ha sabido cambiar de bando oportunamente en los últimos meses. Después de haber apoyado sin fisuras a los insurgentes que combatían al presidente El Asad, y de enfrentarse a Moscú, Erdogan ha preferido buscar el acuerdo con el Kremlin para poder garantizarse una zona de seguridad en el norte de Siria en defensa de sus intereses estratégicos.
Las milicias kurdas han quedado excluidas de la tregua anunciada ayer para impedir el nacimiento de una nueva entidad autónoma kurda al sur de la frontera por la que discurría la legendaria ruta de la seda.Estados Unidos y los países occidentales han asistido impasibles a la exhibición de impotencia de los vecinos suníes de Siria, relegados al papel de convidados de piedra, durante los cinco meses de asedio y ofensiva contra Alepo.
Ni Washington ni sus aliados han intervenido en el último alto el fuego, cuya paternidad se atribuyen a la luz del día Moscú y Ankara, mientras Teherán la asume de forma encubierta.Desde que el pasado mes de abril fracasó la ultima tregua prolongada en Siria, 2.872 civiles han perdido la vida en los ataques y bombardeos contra la mayor ciudad del norte de Siria, escindida entre el régimen y los rebeldes desde 2012.
El mayor feudo que queda ahora en manos de la rebelión, la provincia de Idlib (noroeste), está en manos de grupos salafistas radicales y de la filial de Al Qaeda en Siria, por lo que difícilmente contará el mismo apoyo que recibieron las milicias que combatían en Alepo, como destaca el profesor estadounidense Joshua Landis, uno de los principales expertos en el conflicto en el país árabe. La oposición se encuentra debilitada y fragmentada tras la derrota sufrida en Alepo y es consciente de que Idlib puede correr la misma suerte.
La caída de Palmira, que vuelve a manos del ISIS por segunda vez en poco más de un año, muestra también la incapacidad del régimen para mantener varios frentes abiertos al mismo tiempo, según un informe del Centro para Oriente Próximo Carnegie. Sin el apoyo aéreo ruso ni el refuerzo de los combatientes de Hezbolá o de la Guardia Revolucionaria iraní las fuerzas gubernamentales sirias no resultan tan efectivas en el frente de combates.
El Asad controla ya las principales ciudades de Siria. Ahora aspira a enlazarlas y a arrinconar a la oposición en zonas rurales y desérticas. Pero antes ambas partes en liza parecen haberse tomado un respiro tras la barbarie de Alepo para curar sus heridas y consolidar posiciones. Está por ver si la nueva tregua conducirá a la mesa de negociaciones o será solo otro intermedio más antes de la próxima batalla.
Juan Carlos Sanz
Jerusalén, El País
El invierno árabe ha comenzado en Alepo. Entre el 15 y el 22 de diciembre, más de 35.000 personas, entre ellas unos 750 enfermos graves, fueron evacuadas desde la parte oriental de la ciudad hacia territorio rebelde, y cerca de 54.000 se trasladaron a la zona gubernamental del oeste. El recuento del desplazamiento masivo de población constatado por la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU no incluye la cifra de civiles muertos —que el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos contabilizó por centenares en las cinco semanas de ofensiva final del Ejército contra los distritos insurgentes—, ni los niveles de destrucción, próximo al 100% en varios barrios del este.
El triunfo en una batalla librada en áreas urbanas densamente pobladas no permite que el régimen del presidente Bachar el Asad cante victoria, pero muestra que está ganando una guerra que se encamina hacia su sexto año. Ni la oposición ni la comunidad internacional parecen plantearse su salida del poder como un objetivo incuestionable.
En el día de Navidad los presidentes de Rusia, Vladímir Putin; de Irán, Hasán Rohaní, y de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, intercambiaron llamadas telefónicas tras la consumación de la victoria del régimen de Damasco en Alepo. Son los auténticos vencedores de una batalla donde la rebelión desafió al Ejército gubernamental durante más de cuatro años.Moscú, que acudió al rescate de El Asad con sus cazabombarderos en septiembre de 2015, cuando el presidente se encontraba en sus horas más bajas, va a reforzar y ampliar su base aeronaval en la costa mediterránea de Siria. También retorna como potencia incuestionable —hasta Israel ha comprendido que los rusos han vuelto para quedarse— a Oriente Próximo.
Teherán ha encabezado el despliegue de milicias chiíes que han pagado un alto precio en sangre para que las tropas del régimen pudieran apoderarse de Alepo, pero también ha ganado una baza clave en la guerra no declarada por la hegemonía regional que libra contra el frente del islam suní que lidera Arabia Saudí.
¿Y Turquía? Ankara ha sabido cambiar de bando oportunamente en los últimos meses. Después de haber apoyado sin fisuras a los insurgentes que combatían al presidente El Asad, y de enfrentarse a Moscú, Erdogan ha preferido buscar el acuerdo con el Kremlin para poder garantizarse una zona de seguridad en el norte de Siria en defensa de sus intereses estratégicos.
Las milicias kurdas han quedado excluidas de la tregua anunciada ayer para impedir el nacimiento de una nueva entidad autónoma kurda al sur de la frontera por la que discurría la legendaria ruta de la seda.Estados Unidos y los países occidentales han asistido impasibles a la exhibición de impotencia de los vecinos suníes de Siria, relegados al papel de convidados de piedra, durante los cinco meses de asedio y ofensiva contra Alepo.
Ni Washington ni sus aliados han intervenido en el último alto el fuego, cuya paternidad se atribuyen a la luz del día Moscú y Ankara, mientras Teherán la asume de forma encubierta.Desde que el pasado mes de abril fracasó la ultima tregua prolongada en Siria, 2.872 civiles han perdido la vida en los ataques y bombardeos contra la mayor ciudad del norte de Siria, escindida entre el régimen y los rebeldes desde 2012.
El mayor feudo que queda ahora en manos de la rebelión, la provincia de Idlib (noroeste), está en manos de grupos salafistas radicales y de la filial de Al Qaeda en Siria, por lo que difícilmente contará el mismo apoyo que recibieron las milicias que combatían en Alepo, como destaca el profesor estadounidense Joshua Landis, uno de los principales expertos en el conflicto en el país árabe. La oposición se encuentra debilitada y fragmentada tras la derrota sufrida en Alepo y es consciente de que Idlib puede correr la misma suerte.
La caída de Palmira, que vuelve a manos del ISIS por segunda vez en poco más de un año, muestra también la incapacidad del régimen para mantener varios frentes abiertos al mismo tiempo, según un informe del Centro para Oriente Próximo Carnegie. Sin el apoyo aéreo ruso ni el refuerzo de los combatientes de Hezbolá o de la Guardia Revolucionaria iraní las fuerzas gubernamentales sirias no resultan tan efectivas en el frente de combates.
El Asad controla ya las principales ciudades de Siria. Ahora aspira a enlazarlas y a arrinconar a la oposición en zonas rurales y desérticas. Pero antes ambas partes en liza parecen haberse tomado un respiro tras la barbarie de Alepo para curar sus heridas y consolidar posiciones. Está por ver si la nueva tregua conducirá a la mesa de negociaciones o será solo otro intermedio más antes de la próxima batalla.