Irán se apunta un tanto ante Arabia Saudí tras la victoria en Alepo

El fin de esta batalla no implica el cese de hostilidades en Siria, sino que lo alargará e implicará más a países como el gigante chií

Ali Falahi
Teherán, El País
La victoria del Ejército sirio y sus aliados extranjeros en Alepo marca un hito en el proceso de la guerra civil. Este avance consolida el control gubernamental en otras tres ciudades occidentales: Damasco— la capital—, Hama y Homs, que a su vez permite al presidente, Bachar el Asad, dominar a la mayoría de la población y los recursos naturales del país. Aunque los rebeldes todavía cuentan con Idlib, al suroeste de Alepo y cerca de la frontera turca, pero la caída de Alepo entorpece los intentos para la desintegración étnica de Siria.


Los rebeldes, tras ocupar Alepo en junio de 2012, lograron acelerar tanto sus avances, que llegaron a amenazar Damasco a principios de 2013 y parecía que la caída de El Asad sería cuestión de meses. Fue entonces cuando Irán acudió a apoyar al régimen sirio con decenas de miles de milicianos chiíes de Irak, Afganistán y Pakistán junto con los libaneses de Hezbolá y los consejeros militares de los Guardias Revolucionarios iraníes (los pasdarán) y de esta forma logró parar el ímpetu de los rebeldes y la guerra entró en un estancamiento en muchos frentes. El cambio radical del equilibrio de poderes llegó con la intervención de la aviación rusa en verano de 2015 que empezó a bombardear de forma indiscriminada tanto a los terroristas del ISIS como a los rebeldes más moderados.

A escala regional, la toma de Alepo constituye la victoria de Irán ante Arabia Saudí. Teherán incluso pudo condicionar la evacuación del este de Alepo a la salida de los supervivientes de dos pueblos chiíes, Fua y Kefraya, asediados por los rebeldes cerca de Idlib, pero a nivel internacional Rusia sale ganando ante el bloque occidental con EE UU a su cabeza que han apostado por derrocar a El Asad.
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Aun así, mantener a El Asad en el poder le ha costado muy caro a Teherán. Según Staffan De Mistura, enviado especial de la ONU para Siria, Irán destina 6.000 millones de dólares anuales al conflicto sirio, mientras que algunos analistas estiman que esta cifra puede alcanzar los 20.000 millones de dólares. Hasta ahora, más de 1.000 iraníes han perdido la vida en Siria y entre ellos algunos generales de los Pasdarán. Por otro lado, el respaldo incondicional de los líderes iraníes a El Asad los ha desprestigiado ante la opinión pública del mundo suní y ha enfriado más que antes las relaciones entre Teherán y los árabes del golfo pérsico. Incluso una de las razones por las cuales Irán aceptó limitar su programa nuclear tras la firma del acuerdo con seis potencias mundiales el pasado febrero fue el desempeño de un papel más decisivo en los conflictos de Irak y Siria tras el levantamiento de las sanciones.

Parece que Teherán no quiere perder Damasco, cueste lo que cueste, y esta actitud se debe a una serie de factores. Siria siempre le ha servido a Irán como el puente más seguro para apoyar a los grupos que simpatizan con sus políticas para presionar a Israel y en especial a Hezbolá. Siria es el trampolín que le permite a Teherán expandir su influencia en la región de Oriente Próximo, pero aun así, no se puede explicar su rigidez ante alternativas como sustituir a El Asad con un actor político incluso con las mismas tendencias. Qasem Soleimani, responsable del cuerpo de élite de los Pasdarán para misiones en el exterior, la Fuerza Qods, explicó en 2013: “Nosotros no somos como norteamericanos. Nosotros nunca dejamos a nuestros amigos”. Estas declaraciones muestran que al apoyar a El Asad, los iraníes también tienen en cuenta su efecto psicológico en el resto de sus aliados en la región. Tras el bloqueo de 100 cuentas bancarias de Hezbolá en Líbano en pasado junio, Hasan Nasralah, su Secretario General anunció que “estas medidas no tienen resultado (…) ya que Hezbolá recibe todos sus fondos de Irán.”

Los analistas señalan que el fin de la batalla de Alepo no significa para nada el fin del conflicto sirio, sino que lo alargará e implicará más a los países como Irán. Según una previsión optimista, da pie a una resistencia asimétrica y dispersa y este proceso de desgaste desestabilizará la región y expandirá el terrorismo tanto en Siria como en Oriente Próximo.

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