El Gobierno de Obama se abstiene en una resolución de la ONU contra Israel

La Administración de Obama renuncia a ejercer el derecho de veto, que ha usado sistemáticamente, pese a las demandas de Donald Trump

Marc Bassets
Juan Carlos Sanz
Washington / Jerusalén, El País
Estados Unidos se abstuvo este viernes ante una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que condenaba los asentamientos israelíes en territorios palestinos. La abstención, que permitió la adopción del texto, refleja el pulso por el control de la política exterior entre el presidente saliente, el demócrata Barack Obama, y su sucesor, el republicano Donald Trump. Trump, coordinado con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, presionó sin éxito para impedir que la resolución de sometiese a votación y para que, si esto ocurría, EE UU la vetase.


La abstención rompe con la posición tradicional de EE UU que había vetado otras resoluciones similares sobre Israel. Las maniobras de Trump en contra de su propio presidente tensan uno de los traspasos de poder más complejos en tiempos recientes.

La de EE UU fue la única abstención. 14 miembros del Consejo de Seguridad votaron a favor.

Los efectos de la abstención estadounidense serán efímeros. En menos de un mes Trump sustituirá a Obama en la Casa Blanca y, en un mensaje en la red social Twitter, ya dejó clara su discrepancia con la decisión: "Por lo que respecta a la ONU, las cosas serán diferentes después del 20 de enero". Pero

El republicano Trump hizo lo posible por evitar la votación sobre una resolución que condena los asentamientos israelíes en los territorios ocupados. Sus esfuerzos tuvieron éxito en un primer momento y lograron aplazar un voto previsto el jueves. Pero el viernes cuatro países —Nueva Zelanda, Venezuela, Malasia y Senegal– volvieron a plantear la resolución. El borrador de la iniciativa establecía que “los asentamientos israelíes en territorios palestinos, incluido Jerusalén Este, no tienen validez legal” (…) “y su actividad debe cesar inmediatamente".

El texto que se sometió a votación mantenía la petición del Consejo de Seguridad de la ONU para que Israel detenga la actividad y la expansión de los asentamientos y advertía de que la comunidad internacional no reconocerá ninguna alteración de las fronteras establecidas antes de la guerra de 1967 si no hay un acuerdo previo entre las partes. La resolución puede abrir la vía a la imposición de sanciones internacionales a Israel.

"No se pueden defender los asentamientos y la solución de los dos estados [palestino e israelí]", dijo la embajadora de EE UU ante la ONU, Samantha Power, para justificar la abstención. Power insistió en que la abstención es coherente con la oposición pasada de Washington a los asentamientos y la defensa de una solución al conflicto que incluya dos estados.

La votación llegó tras 24 horas de ajedrez diplomático, no entre EE UU y otros países sino entre los dos líderes que conviven en EE UU desde las elecciones del 8 de noviembre y hasta que el 20 de enero Trump jure el cargo.

El presidente electo irrumpió el jueves en la escena internacional para pedir al mandatario demócrata que vetase la propuesta de resolución ante el Consejo de Seguridad. Pocas horas antes de que se sometiera a votación en la tarde del jueves la iniciativa original de El Cairo, telefoneó al presidente egipcio, Abdelfatá al Sisi, quien poco después ordenó la retirada del texto.

Es inusual que un presidente electo —es decir, un ciudadano sin cargo público que todavía no ha jurado el cargo— actúe por su cuenta en política exterior, llamando a líderes extranjeros y permitiéndose presionar a su propio presidente. Oriente Próximo es uno de los puntos de fricción en política internacional entre el presidente saliente y el presidente electo.

Desde las reacciones con Rusia a la política hacia China, Cuba, o la doctrina nuclear, Trump ha mostrado el deseo de romper no sólo con Obama sino en algunos casos con décadas de continuidad, demócrata y republicana. Desde su mansión de Palm Beach (Florida), con sus llamadas telefónicas y sus mensajes en la red social Twitter, el presidente electo está poniendo en marcha su presidencia antes de asumir oficialmente el cargo. Mientras tanto, Obama pasa las vacaciones navideñas en su Hawái natal y evita las declaraciones públicas.

El de esta semana no es el primer roce. Unos días antes, cuando se publicaron nuevos detalles sobre la interferencia de Rusia en favor de Trump durante la campaña, Trump descalificó a los espías estadounidenses para exculpar al presidente ruso, Vladímir Putin. Los buenos propósitos de cooperar con Obama en los días posteriores a la victoria del 8 de noviembre se han esfumado.

Hasta ahora las divergencias se habían circunscrito a un plano retórico. Por primera vez, el futuro presidente interviene directamente, para intentar torpedear la política exterior, en las funciones que legalmente todavía desarrolla el presidente Obama. Lo hace, además, en uno de los campos minados de la diplomacia estadounidense, una región, Próximo Oriente, en el que cada movimiento de la primera potencia mundial está bajo la sospecha y en el que esta mide al milímetro todos sus movimientos.

La relación de Obama y Netanyahu también ha sido compleja. Obama ha preservado y reforzado el compromiso estadounidense en la ayuda militar. Al mismo tiempo, se han enfrentado por el acuerdo nuclear con Irán, al que Netanyahu se oponía, entre otros motivos.

En la campaña Trump se rodeó de consejeros como Steve Bannon, próximos a los movimientos de la derecha radical que agitan el antisemitismo. Y él mismo agitó en sus discursos los tópicos del antisemitismo más rancio, como las teorías sobre conspiraciones en la sombra urdidas por banqueros y financieros sin patria, para descalificar a su rival, la demócrata Hillary Clinton.

Al mismo tiempo, empleó una retórica agresiva sobre el conflicto entre israelíes y palestinos, o Irán, que agrada a Netanyahu, lo que se ha interpretado como un giro brusco en la posición de EE UU, que en las últimas décadas ha intentado preservar el papel de intermediario en el conflicto.

La paradoja es que en la discusión sobre la resolución de la ONU es Trump quien se alinea con la posición tradicional de EE UU —el veto a las condenas a los asentamientos— y Obama quien rompió con esta tradición.

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