Banfield metió el tiro del final y dejó golpeado a Independiente
Con un gol de Cobo en tiempo cumplido, le ganó 1-0 en Avellaneda. Los hinchas del Rojo despidieron al equipo con silbidos. Fue el quinto triunfo consecutivo para los de Falcioni, que quedaron como escoltas.
Clarín
Debe definirse Independiente. Porque ante esta “mixtura entre juego en corto y en largo”, tal como Gabriel Milito denominó el cambio de idea desde la derrota en el clásico con Racing, queda atrapado en el peligro de ser un equipo sin género, indefinido. Ni fu, ni fa es este Rojo del Mariscal. Podrá ganar, pero difícilmente convencer y, mucho menos, gustar. Y anoche volvió a mostrar esa crisis de identidad que jaquea al joven entrenador y produce malhumor en el Libertadores de América. Mucho más en la derrota. Banfield le ganó en el último instante, consiguió su quinto triunfo consecutivo, trepó al segundo puesto de la tabla y dejó a su ilustre anfitrión, justo cuando mostraba su renovada casa, pintado de silbidos.
Milito, otra vez, probó con dos líneas de cuatro más Maximiliano Meza y Diego Vera como hombres cercanos al área de Hilario Navarro. Le volvió a costar demasiado la salida por abajo. Se llenó de imprecisiones y de errores que le facilitaban la tarea a los jugadores de Banfield.
El único que le aportaba frescura al Diablo era un pibe con apenas tres partidos en Primera: Fabricio Bustos. Recostado por la derecha, el juvenil de 20 años obligó siempre, no se cansó nunca y con sus desbordes provocó el poco peligro que el local generó en el primer tiempo.
Entonces, un primer tiempo que pintaba para el ida y vuelta de movida, con una llegada clara por lado en la que se lucieron Hilario y Campaña ante Sánchez Miño y Silva, respectivamente, se fue transformando en un partido apático.
La intensidad no se mantuvo y todo quedó supeditado a las macanas de Independiente en el mediocampo y a la falta de firmeza del “9” visitante para concretar.
Esperó hasta el entretiempo el Mariscal para meter mano en el equipo. Rompió el 4-4-2, sacó a un dubitativo Ortiz y ordenó el ingreso de otro chico con mucho futuro en Independiente, Barco. Y el pibito de 18 años intentó convertirse en el eje entre los volantes y los delanteros.
Falcioni, por su lado, no tocó el libreto. Erviti atrás de Silva y Sperduti y Bertolo por las bandas. De ese modo, le tapaba la subida de los laterales y apostaba a la contra como arma letal. Claro, sólo había que ser oportunista. Erviti lo buscó desde afuera y se topó con el siempre seguro Campaña. Silva tuvo un cabezazo por arriba. ¿Y el Rojo? Perdido en sus constantes desniveles, no supo producir situaciones claras de gol en el complemento. La única fue un desborde de Meza que no pudo conectar Rigoni. Y en el final, hubo dos cabezazos en el área, un rebote y Cobo, que había ingresado un ratito antes, sacudió el arco de Campaña. Y agitó la bronca de los hinchas, cansado de tan poco fútbol.
Clarín
Debe definirse Independiente. Porque ante esta “mixtura entre juego en corto y en largo”, tal como Gabriel Milito denominó el cambio de idea desde la derrota en el clásico con Racing, queda atrapado en el peligro de ser un equipo sin género, indefinido. Ni fu, ni fa es este Rojo del Mariscal. Podrá ganar, pero difícilmente convencer y, mucho menos, gustar. Y anoche volvió a mostrar esa crisis de identidad que jaquea al joven entrenador y produce malhumor en el Libertadores de América. Mucho más en la derrota. Banfield le ganó en el último instante, consiguió su quinto triunfo consecutivo, trepó al segundo puesto de la tabla y dejó a su ilustre anfitrión, justo cuando mostraba su renovada casa, pintado de silbidos.
Milito, otra vez, probó con dos líneas de cuatro más Maximiliano Meza y Diego Vera como hombres cercanos al área de Hilario Navarro. Le volvió a costar demasiado la salida por abajo. Se llenó de imprecisiones y de errores que le facilitaban la tarea a los jugadores de Banfield.
El único que le aportaba frescura al Diablo era un pibe con apenas tres partidos en Primera: Fabricio Bustos. Recostado por la derecha, el juvenil de 20 años obligó siempre, no se cansó nunca y con sus desbordes provocó el poco peligro que el local generó en el primer tiempo.
Entonces, un primer tiempo que pintaba para el ida y vuelta de movida, con una llegada clara por lado en la que se lucieron Hilario y Campaña ante Sánchez Miño y Silva, respectivamente, se fue transformando en un partido apático.
La intensidad no se mantuvo y todo quedó supeditado a las macanas de Independiente en el mediocampo y a la falta de firmeza del “9” visitante para concretar.
Esperó hasta el entretiempo el Mariscal para meter mano en el equipo. Rompió el 4-4-2, sacó a un dubitativo Ortiz y ordenó el ingreso de otro chico con mucho futuro en Independiente, Barco. Y el pibito de 18 años intentó convertirse en el eje entre los volantes y los delanteros.
Falcioni, por su lado, no tocó el libreto. Erviti atrás de Silva y Sperduti y Bertolo por las bandas. De ese modo, le tapaba la subida de los laterales y apostaba a la contra como arma letal. Claro, sólo había que ser oportunista. Erviti lo buscó desde afuera y se topó con el siempre seguro Campaña. Silva tuvo un cabezazo por arriba. ¿Y el Rojo? Perdido en sus constantes desniveles, no supo producir situaciones claras de gol en el complemento. La única fue un desborde de Meza que no pudo conectar Rigoni. Y en el final, hubo dos cabezazos en el área, un rebote y Cobo, que había ingresado un ratito antes, sacudió el arco de Campaña. Y agitó la bronca de los hinchas, cansado de tan poco fútbol.