A Zidane le sale todo: Casemiro, James y Benzema suman otra vez
Madrid, AS
Está de enhorabuena: líder de LaLiga, en octavos de Copa y Champions, con Kroos y Morata listos para Japón, con Mariano revalorizado, con sus apuestas Varane y Lucas brillando...
Todo lo que hace, todo lo que propone y todo lo que toca Zidane es oro. Con más o menos brillo y fieles, en líneas generales, los datos le encumbran de nuevo esta temporada tras lograr la Undécima en su estreno en el banquillo: acumula 34 partidos seguidos sin perder, tiene al Madrid líder de LaLiga, lo ha clasificado para octavos en la Copa y le ha metido en el bombo preferido de la Champions. Pero no sólo son los fríos números. Para que la felicidad fuera completa tan sólo le faltaba recuperar a los lesionados (Casemiro y Kroos), a los deprimidos (James) y a los criticados (Benzema) y en un solo partido, ante el Dortmund, ha logrado que ya nada chirríe en el Bernabéu. Con este panorama hasta un empate, segundo consecutivo y tercero en esta irregular fase de grupos, le sabe bien al madridismo. Zizou hace que todo sea amable.
En un 2016 de ensueño, Zidane se ha ganado al madridismo sin levantar la voz y a base de hechos. En su primera parte del año, por conseguir otra Orejona. Y en el segundo tramo, el que llevamos de temporada, por haber logrado que la paz, el consenso y el buen ambiente no vayan reñidos con los buenos resultados. Desde el verano, haga lo que haga, sonríe. Si Zidane pone a Nacho de central o lateral, la jugada le sale bien y empuja al canterano hacia las internacionalidades. Si decide apostar por Varane antes que por Pepe, su compatriota le responde, se convierte en el defensa más fiable y arruina el debate. Si contra pronóstico Zidane pasa de los nombres y se aferra a los hombres y da la cara por Lucas Vázquez, Morata o Asensio, los tres cumplen e incluso se salen y enganchan con la grada. Si recupera a Isco para la causa, éste muestra lo mejor de su repertorio y pide galones. Si cree conveniente que Kovacic ya está maduro, convierte al croata en el mejor escudero de Modric. Y si estima que lo más oportuno es premiar a los que trabajan con minutos cuando puede, Mariano derriba la puerta.
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Zidane se ve con tanta fuerza (¿alguien le discute?) y con tan buena suerte (Supercopa de Europa, Clásico...) que ya no regatea educadamente ni las peleas. Cuando le han cuestionado por las rachas o los rendimientos de Cristiano, Bale o Benzema los ha defendido a ultranza, sabedor de que los goles llegarán y le darán la razón. Y tiene tanta fe en el poder que ha adquirido (sentar a James con lo que costó no es fácil) que, en un partido clave como ante el Borussia, le dio para dar la titularidad a Casemiro y buenos minutos a Kroos pensando en el Mundial de Clubes de Japón. ¿Resultado? Ambos se unen a tiempo a este potente tren. El brasileño con un partido encomiable y el alemán con un ritmo sorprendente. Con esta buena ola, Zidane ha llegado incluso a atreverse con Coentrao ante el Sporting de Portugal. Pero esa apuesta, de haberle salido bien, hubiera convertido al técnico, virtuoso, en un mago. Es la única decisión entre mil, por el momento, que no le ha salido como pensaba. No es mal promedio.
Está de enhorabuena: líder de LaLiga, en octavos de Copa y Champions, con Kroos y Morata listos para Japón, con Mariano revalorizado, con sus apuestas Varane y Lucas brillando...
Todo lo que hace, todo lo que propone y todo lo que toca Zidane es oro. Con más o menos brillo y fieles, en líneas generales, los datos le encumbran de nuevo esta temporada tras lograr la Undécima en su estreno en el banquillo: acumula 34 partidos seguidos sin perder, tiene al Madrid líder de LaLiga, lo ha clasificado para octavos en la Copa y le ha metido en el bombo preferido de la Champions. Pero no sólo son los fríos números. Para que la felicidad fuera completa tan sólo le faltaba recuperar a los lesionados (Casemiro y Kroos), a los deprimidos (James) y a los criticados (Benzema) y en un solo partido, ante el Dortmund, ha logrado que ya nada chirríe en el Bernabéu. Con este panorama hasta un empate, segundo consecutivo y tercero en esta irregular fase de grupos, le sabe bien al madridismo. Zizou hace que todo sea amable.
En un 2016 de ensueño, Zidane se ha ganado al madridismo sin levantar la voz y a base de hechos. En su primera parte del año, por conseguir otra Orejona. Y en el segundo tramo, el que llevamos de temporada, por haber logrado que la paz, el consenso y el buen ambiente no vayan reñidos con los buenos resultados. Desde el verano, haga lo que haga, sonríe. Si Zidane pone a Nacho de central o lateral, la jugada le sale bien y empuja al canterano hacia las internacionalidades. Si decide apostar por Varane antes que por Pepe, su compatriota le responde, se convierte en el defensa más fiable y arruina el debate. Si contra pronóstico Zidane pasa de los nombres y se aferra a los hombres y da la cara por Lucas Vázquez, Morata o Asensio, los tres cumplen e incluso se salen y enganchan con la grada. Si recupera a Isco para la causa, éste muestra lo mejor de su repertorio y pide galones. Si cree conveniente que Kovacic ya está maduro, convierte al croata en el mejor escudero de Modric. Y si estima que lo más oportuno es premiar a los que trabajan con minutos cuando puede, Mariano derriba la puerta.
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Zidane se ve con tanta fuerza (¿alguien le discute?) y con tan buena suerte (Supercopa de Europa, Clásico...) que ya no regatea educadamente ni las peleas. Cuando le han cuestionado por las rachas o los rendimientos de Cristiano, Bale o Benzema los ha defendido a ultranza, sabedor de que los goles llegarán y le darán la razón. Y tiene tanta fe en el poder que ha adquirido (sentar a James con lo que costó no es fácil) que, en un partido clave como ante el Borussia, le dio para dar la titularidad a Casemiro y buenos minutos a Kroos pensando en el Mundial de Clubes de Japón. ¿Resultado? Ambos se unen a tiempo a este potente tren. El brasileño con un partido encomiable y el alemán con un ritmo sorprendente. Con esta buena ola, Zidane ha llegado incluso a atreverse con Coentrao ante el Sporting de Portugal. Pero esa apuesta, de haberle salido bien, hubiera convertido al técnico, virtuoso, en un mago. Es la única decisión entre mil, por el momento, que no le ha salido como pensaba. No es mal promedio.