Vela encoge al Atlético
El mexicano marcó el primero de penalti y provocó el segundo, de Willian José desde los 11 metros. Segunda derrota seguida fuera del Calderón. Gran partido de la Real.
Patricia Cazón
As
Llovía. Llovía mucho cuando Álvarez Izquierdo pitó el inicio del partido en Anoeta. No dejaría de hacerlo en toda la tarde. Caería agua del cielo y de las botas txuri-urdin. En ese momento todavía se podía decir que fuera txirimiri, lluvia fina, que va cayendo, calando, sin que se note. La Real tenía el balón. La Real lo movía. La Real lo intentaba. Corría Vela su banda para ponerle un balón a Zurutuza que enviaba alto. Lo intentaba Willian José, con otro disparo que no llegó a ningún lugar y sin embargo fue otro aviso. Mientras, Simeone negaba con la cabeza en el banquillo: su equipo había salido sin paraguas. No encontraría uno en los 90’ que tenía por delante.
Gabi parecía cansado. Filipe, asfixiado. Koke, demasiado lejos del balón. Ninguna pelota le llegaba limpia a Griezmann. O le llegaba, simplemente. Cuenten uno, digan dos, lleguen al tres y ya. Ese era el tiempo que al Atleti le duraba la pelota. Desdibujado bajo la lluvia. Borrado. Incómodo.
Después de que Willian José le dejara su segunda tarjeta de visita, ahora con un cabezazo, Simeone agitaría su equipo para cambiar el dibujo. Griezmann dejaba solo arriba a Gameiro y caía en banda, Saúl se movía al medio: el Atlético poblaría el centro para intentar hacerse con la pelota. Falta a falta se fue acercando a la portería de Rulli. Metro a metro. Estilo Simeone. Ahora, quien negaba en su banquillo, era Eusebio. Como para reafirmarle, Griezmann asistía a Saúl en un balón que detenía Rulli y Gameiro picaba un balón que se estrellaba en la madera, paf, y sonaba como un tortazo que volvería a despertar a la Real.
El partido se equilibró. La Real regresó y Vela casi lo sube al marcador, con una rosca a la escuadra que Oblak sacó con la puntita de sus manoplas. Nada más comenzar la segunda parte Griezmann robó un balón y Carrasco que tenía la primera ocasión de la segunda parte. Yuri le cerró y el belga envió el balón al lateral de la red. Tardaría mucho tiempo en volver a pisar el Atleti el área de Rulli. Justo después, Gabi dejaba la pierna en el área para intentar frenar una carrera de Yuri y el silbato del árbitro pararía el partido. Penalti. Lo lanzó Vela. Suavecito, a la izquierda de la portería de un Oblak que apenas dio un paso a la derecha.
El Atleti iba de un lado a otro del césped sin criterio, sólo persiguiendo el juego que la Real imponía. Koke no estaba. Era su sombra. Un negativo de sí mismo y, si Koke no está, el Atleti ha perdido su centro de gravedad y se queda como lo que en ese momento era: un rollo de papel en la cubierta de un barco en medio de una tormenta, de lado a lado, a la deriva.
En el minuto 72’, Simeone hacía su tercer cambio (Thomas por Gabi) mientras Eusebio, con tranquilidad, hacía el primero (Canales por Xabi Prieto). De pronto, Carlos Vela agarraba un balón y comenzó a correr con los ojos puestos en Oblak. Ante él, se abrió el campo, una explanada gigante a la derecha para dejarle hacer lo que quisiera. Godín llegó para intentar taparlo, pero era como intentar tapar el sol con un dedo. Entonces apareció Correa y lo hizo con su pierna. El silbato del árbitro pitaba por segunda vez en la tarde penalti. Esta vez lo metería Willian José.
La mirada vidriosa, más allá, quien sabe donde, de Simeone en el banquillo contaba a su equipo. No era el 2-0 marcardor. Era que no había reacción. Como si fueran otros los jugadores que esta tarde vistieran la rojiblanca. Otros, desconocidos. No los Godín, Filipe, Corre. Nunca llegaron a entrar en el partido. Ni, cuando éste se puso feo, tampoco fue capaz de agarrarlo de las solapas y tumbarlo. Mucha culpa estaba en el entrenador del otro banquillo, Eusebio, que le ha dado a este equipo vuelo, juego, presencia.
Da gusto ver jugar a su Real. Ver a Vela correr su banda. Mirar a Oyzarbal. Observar cómo mueven la pelota Zurutuza e Illarra. Es una delicia. Lo fue durante 90’. Y eso que la entrada de Thomas le cambió un poco el gesto al Atleti y Griezmann, quizá inspirado por el escenario, los asientos celestes de Anoeta, el cielo gris de Donosti, la lluvia o todo lo que fue sobre esa hierba, buscó el gol con un disparo desde la frontal, pero Rulli lo atajaría. Volvía a arreciar la lluvia cuando el partido moría. Y ahora era igual la del cielo que la del césped: una tormenta de la Real, tormento para el Atleti. Es el segundo partido de la temporada que pierde. El otro fue hace dos jornadas en Sevilla. También llovía.
Patricia Cazón
As
Llovía. Llovía mucho cuando Álvarez Izquierdo pitó el inicio del partido en Anoeta. No dejaría de hacerlo en toda la tarde. Caería agua del cielo y de las botas txuri-urdin. En ese momento todavía se podía decir que fuera txirimiri, lluvia fina, que va cayendo, calando, sin que se note. La Real tenía el balón. La Real lo movía. La Real lo intentaba. Corría Vela su banda para ponerle un balón a Zurutuza que enviaba alto. Lo intentaba Willian José, con otro disparo que no llegó a ningún lugar y sin embargo fue otro aviso. Mientras, Simeone negaba con la cabeza en el banquillo: su equipo había salido sin paraguas. No encontraría uno en los 90’ que tenía por delante.
Gabi parecía cansado. Filipe, asfixiado. Koke, demasiado lejos del balón. Ninguna pelota le llegaba limpia a Griezmann. O le llegaba, simplemente. Cuenten uno, digan dos, lleguen al tres y ya. Ese era el tiempo que al Atleti le duraba la pelota. Desdibujado bajo la lluvia. Borrado. Incómodo.
Después de que Willian José le dejara su segunda tarjeta de visita, ahora con un cabezazo, Simeone agitaría su equipo para cambiar el dibujo. Griezmann dejaba solo arriba a Gameiro y caía en banda, Saúl se movía al medio: el Atlético poblaría el centro para intentar hacerse con la pelota. Falta a falta se fue acercando a la portería de Rulli. Metro a metro. Estilo Simeone. Ahora, quien negaba en su banquillo, era Eusebio. Como para reafirmarle, Griezmann asistía a Saúl en un balón que detenía Rulli y Gameiro picaba un balón que se estrellaba en la madera, paf, y sonaba como un tortazo que volvería a despertar a la Real.
El partido se equilibró. La Real regresó y Vela casi lo sube al marcador, con una rosca a la escuadra que Oblak sacó con la puntita de sus manoplas. Nada más comenzar la segunda parte Griezmann robó un balón y Carrasco que tenía la primera ocasión de la segunda parte. Yuri le cerró y el belga envió el balón al lateral de la red. Tardaría mucho tiempo en volver a pisar el Atleti el área de Rulli. Justo después, Gabi dejaba la pierna en el área para intentar frenar una carrera de Yuri y el silbato del árbitro pararía el partido. Penalti. Lo lanzó Vela. Suavecito, a la izquierda de la portería de un Oblak que apenas dio un paso a la derecha.
El Atleti iba de un lado a otro del césped sin criterio, sólo persiguiendo el juego que la Real imponía. Koke no estaba. Era su sombra. Un negativo de sí mismo y, si Koke no está, el Atleti ha perdido su centro de gravedad y se queda como lo que en ese momento era: un rollo de papel en la cubierta de un barco en medio de una tormenta, de lado a lado, a la deriva.
En el minuto 72’, Simeone hacía su tercer cambio (Thomas por Gabi) mientras Eusebio, con tranquilidad, hacía el primero (Canales por Xabi Prieto). De pronto, Carlos Vela agarraba un balón y comenzó a correr con los ojos puestos en Oblak. Ante él, se abrió el campo, una explanada gigante a la derecha para dejarle hacer lo que quisiera. Godín llegó para intentar taparlo, pero era como intentar tapar el sol con un dedo. Entonces apareció Correa y lo hizo con su pierna. El silbato del árbitro pitaba por segunda vez en la tarde penalti. Esta vez lo metería Willian José.
La mirada vidriosa, más allá, quien sabe donde, de Simeone en el banquillo contaba a su equipo. No era el 2-0 marcardor. Era que no había reacción. Como si fueran otros los jugadores que esta tarde vistieran la rojiblanca. Otros, desconocidos. No los Godín, Filipe, Corre. Nunca llegaron a entrar en el partido. Ni, cuando éste se puso feo, tampoco fue capaz de agarrarlo de las solapas y tumbarlo. Mucha culpa estaba en el entrenador del otro banquillo, Eusebio, que le ha dado a este equipo vuelo, juego, presencia.
Da gusto ver jugar a su Real. Ver a Vela correr su banda. Mirar a Oyzarbal. Observar cómo mueven la pelota Zurutuza e Illarra. Es una delicia. Lo fue durante 90’. Y eso que la entrada de Thomas le cambió un poco el gesto al Atleti y Griezmann, quizá inspirado por el escenario, los asientos celestes de Anoeta, el cielo gris de Donosti, la lluvia o todo lo que fue sobre esa hierba, buscó el gol con un disparo desde la frontal, pero Rulli lo atajaría. Volvía a arreciar la lluvia cuando el partido moría. Y ahora era igual la del cielo que la del césped: una tormenta de la Real, tormento para el Atleti. Es el segundo partido de la temporada que pierde. El otro fue hace dos jornadas en Sevilla. También llovía.