Una victoria de Trump cambiaría los equilibrios en Sudamérica, en pleno giro político
El primer frente en la región del nuevo presidente será la deriva de la crisis de Venezuela
Javier Lafuente
Carlos E. Cué
Bogotá / Buenos Aires, El País
Sudamérica vive un giro político claro después de los años dorados de la izquierda. Se está creando un nuevo juego de equilibrios que rompería una victoria de Donald Trump, con una política exterior que aún es una incógnita. Su primer frente sería la deriva de la crisis política, económica y social de Venezuela. La Administración de Obama ha apostado, e incitado, la vía del diálogo abierta entre el Gobierno de Maduro y la mayor parte de la oposición. Tres días después de que se conozca el nuevo inquilino de la Casa Blanca, el próximo 11 de noviembre, ambas partes se volverán a sentar en Caracas.
Ante la gravedad de la situación en Venezuela, Estados Unidos decidió abrir también una vía de diálogo con el Gobierno de Nicolás Maduro. El designado para la tarea fue Thomas Shannon, uno de los funcionarios que mejor conoce la región. Pese a que los ataques contra la Administración estadounidense son constantes por parte de la dirigencia venezolana, de puertas para adentro, el diálogo es fluido, coinciden en apuntar fuentes al tanto de las conversaciones. De hecho, Shannon fue uno de los impulsores de que los tres presidentes iberoamericanos –Zapatero, Torrijos y Fernández- iniciaran la mediación entre el Gobierno y la oposición. El contacto entre Shannon y el expresidente español es constante.
La Administración de Obama ha sido categórica a la hora de pedir una salida electoral a la crisis política y reclamar la libertad de los presos políticos en Venezuela. Con su apuesta por el diálogo, no obstante, Estados Unidos trata de evitar una implosión social en los últimos meses de gobierno de Obama. La llegada de Hillary Clinton a la presidencia garantizaría una continuidad en la decisión de Estados Unidos de apostar por la vía diplomática para lograr una solución en Venezuela. Si Donald Trump logra imponerse, llenaría de aún más incertidumbre la relación entre ambos países. Su cercanía al presidente ruso, Vladimir Putin, aliado incondicional de Maduro, levanta todo tipo de suspicacias.
La elección de Clinton o Trump será también clave para el futuro del posconflicto en Colombia. Estados Unidos fue un aliado clave en la lucha contra el narcotráfico y el debilitamiento de las FARC a través del Plan Colombia. Sin el apoyo económico y de inteligencia militar que proporcionó cuesta pensar que la guerrilla se hubiese sentado a negociar en La Habana con el Gobierno colombiano. Estados Unidos cuenta con un enviado especial para el proceso de paz, Bernie Aronson, clave a la hora de desatascar algunos de los temas más delicados de las conversaciones, como es el caso de las extradiciones.
Durante la visita oficial que el presidente Juan Manuel Santos realizó este año a Washington, Colombia se llevó el compromiso de la Administración de Obama de que Estados Unidos colaboraría con una suerte de Plan Colombia 2 en el posconflicto. La intención de Obama es que el Congreso apruebe una partida inicial de 450 millones de dólares para el presupuesto del próximo año. La llegada de Clinton a la Casa Blanca garantizaría, sin ninguna duda, la continuación del respaldo norteamericano. Trump no se ha posicionado en el conflicto colombiano.
Más al sur también siguen con inquietud las elecciones. Mauricio Macri es uno de los presidentes que mejor conoce a Trump. Pero no por la política. Ambos mantuvieron una relación intensa y conflictiva cuando quisieron hacer negocios inmobiliarios juntos en Nueva York, a mediados de los 80. Se vieron en infinidad de ocasiones, compartieron golf y diversiones, pero la relación no cuajó y los Macri terminaron vendiendo su parte a los Trump. Tal vez por ese pasado o porque sabe de la mala prensa que tiene Trump en Latinoamérica, Macri se ha alejado en todo momento del candidato republicano y ha apostado claramente por una victoria de Hillary Clinton. Para Argentina EE UU es clave porque tras el giro de 180 grados de Macri sobre los Kirchner, el apoyo de las empresas y sobre todo del mundo financiero de EE UU es fundamental. Macri y su Gobierno han trenzado pactos con Wall Street y con la Administración Obama que esperan continuar con la de Clinton. Pero si gana Trump, habrá que empezar de cero. La paradoja es que mientras Trump está apostando por limitar el libre comercio, en Latinoamérica presidentes como Macri, el brasileño Michel Temer o el peruano Pedro Pablo Kuczynski encabezan una ola a favor de la apertura comercial y del acercamiento a EE UU que no se veía hace muchos años en la región.
El momento más pro-EE UU podría coincidir así con un presidente alejado de Sudamérica, a pesar de que tiene intereses económicos importantes allí y está a punto de inaugurar una torre de superlujo en Punta del Este (Uruguay) que es uno de sus proyectos estrella en el mundo.
Javier Lafuente
Carlos E. Cué
Bogotá / Buenos Aires, El País
Sudamérica vive un giro político claro después de los años dorados de la izquierda. Se está creando un nuevo juego de equilibrios que rompería una victoria de Donald Trump, con una política exterior que aún es una incógnita. Su primer frente sería la deriva de la crisis política, económica y social de Venezuela. La Administración de Obama ha apostado, e incitado, la vía del diálogo abierta entre el Gobierno de Maduro y la mayor parte de la oposición. Tres días después de que se conozca el nuevo inquilino de la Casa Blanca, el próximo 11 de noviembre, ambas partes se volverán a sentar en Caracas.
Ante la gravedad de la situación en Venezuela, Estados Unidos decidió abrir también una vía de diálogo con el Gobierno de Nicolás Maduro. El designado para la tarea fue Thomas Shannon, uno de los funcionarios que mejor conoce la región. Pese a que los ataques contra la Administración estadounidense son constantes por parte de la dirigencia venezolana, de puertas para adentro, el diálogo es fluido, coinciden en apuntar fuentes al tanto de las conversaciones. De hecho, Shannon fue uno de los impulsores de que los tres presidentes iberoamericanos –Zapatero, Torrijos y Fernández- iniciaran la mediación entre el Gobierno y la oposición. El contacto entre Shannon y el expresidente español es constante.
La Administración de Obama ha sido categórica a la hora de pedir una salida electoral a la crisis política y reclamar la libertad de los presos políticos en Venezuela. Con su apuesta por el diálogo, no obstante, Estados Unidos trata de evitar una implosión social en los últimos meses de gobierno de Obama. La llegada de Hillary Clinton a la presidencia garantizaría una continuidad en la decisión de Estados Unidos de apostar por la vía diplomática para lograr una solución en Venezuela. Si Donald Trump logra imponerse, llenaría de aún más incertidumbre la relación entre ambos países. Su cercanía al presidente ruso, Vladimir Putin, aliado incondicional de Maduro, levanta todo tipo de suspicacias.
La elección de Clinton o Trump será también clave para el futuro del posconflicto en Colombia. Estados Unidos fue un aliado clave en la lucha contra el narcotráfico y el debilitamiento de las FARC a través del Plan Colombia. Sin el apoyo económico y de inteligencia militar que proporcionó cuesta pensar que la guerrilla se hubiese sentado a negociar en La Habana con el Gobierno colombiano. Estados Unidos cuenta con un enviado especial para el proceso de paz, Bernie Aronson, clave a la hora de desatascar algunos de los temas más delicados de las conversaciones, como es el caso de las extradiciones.
Durante la visita oficial que el presidente Juan Manuel Santos realizó este año a Washington, Colombia se llevó el compromiso de la Administración de Obama de que Estados Unidos colaboraría con una suerte de Plan Colombia 2 en el posconflicto. La intención de Obama es que el Congreso apruebe una partida inicial de 450 millones de dólares para el presupuesto del próximo año. La llegada de Clinton a la Casa Blanca garantizaría, sin ninguna duda, la continuación del respaldo norteamericano. Trump no se ha posicionado en el conflicto colombiano.
Más al sur también siguen con inquietud las elecciones. Mauricio Macri es uno de los presidentes que mejor conoce a Trump. Pero no por la política. Ambos mantuvieron una relación intensa y conflictiva cuando quisieron hacer negocios inmobiliarios juntos en Nueva York, a mediados de los 80. Se vieron en infinidad de ocasiones, compartieron golf y diversiones, pero la relación no cuajó y los Macri terminaron vendiendo su parte a los Trump. Tal vez por ese pasado o porque sabe de la mala prensa que tiene Trump en Latinoamérica, Macri se ha alejado en todo momento del candidato republicano y ha apostado claramente por una victoria de Hillary Clinton. Para Argentina EE UU es clave porque tras el giro de 180 grados de Macri sobre los Kirchner, el apoyo de las empresas y sobre todo del mundo financiero de EE UU es fundamental. Macri y su Gobierno han trenzado pactos con Wall Street y con la Administración Obama que esperan continuar con la de Clinton. Pero si gana Trump, habrá que empezar de cero. La paradoja es que mientras Trump está apostando por limitar el libre comercio, en Latinoamérica presidentes como Macri, el brasileño Michel Temer o el peruano Pedro Pablo Kuczynski encabezan una ola a favor de la apertura comercial y del acercamiento a EE UU que no se veía hace muchos años en la región.
El momento más pro-EE UU podría coincidir así con un presidente alejado de Sudamérica, a pesar de que tiene intereses económicos importantes allí y está a punto de inaugurar una torre de superlujo en Punta del Este (Uruguay) que es uno de sus proyectos estrella en el mundo.