Trump sosiega su discurso en busca del republicano moderado

Las noticias sobre el caso de los correos de la demócrata Hillary Clinton han desviado el foco hacia su rival

Marc Bassets
Washington, El País
“Mantente en el guion, Donald. No te desvíes”. Trump parodió así esta semana a sus asesores, que intentan evitar como sea que el candidato republicano a la Casa Blanca arruine la última semana de campaña con uno de sus torpedos verbales. Las noticias sobre el caso de los correos de la demócrata Hillary Clinton han desviado el foco hacia su rival. Con un tono más sosegado, el magnate confía en despejar las dudas de los republicanos escépticos.


Ya no es la personalidad imprevisible de Trump lo que centra la campaña, sino los errores pasados de Clinton. Los sondeos siguen dando ventaja a la demócrata y el republicano tendría que desmentir meses de estudios demoscópicos para ganar el martes. Pero en los promedios la distancia se ha estrechado, lo que ha disparado el nerviosismo entre algunos demócratas y ha inyectado esperanza al republicano.

Su problema es que, cada vez que su equipo le ha controlado y él ha presentado una imagen más presidenciable, en seguida se ha salido del guión y ha lanzado uno de los exabruptos que han desbaratado los esfuerzos para domesticarle. La recuperación comenzó antes de que, hace una semana, el director del FBI, James Comey, decidiese asumir un papel insólito en la campaña al difundir que sus agentes se disponían a examinar unos correos electrónicos de Clinton. Los emails que Clinton envió desde un servidor privado mientras era secretaria de Estado han sido un lastre para ella desde que se lanzó a la carrera por la Casa Blanca.

La suerte de Trump es que, tras un año y medio de campaña marcada por sus comentarios xenófobos y machistas, por sus insultos a excombatientes y a colegas republicanas, y las muestras de un carácter impulsivo y vengativo, en los últimos días es Clinton quien debe dar explicaciones, y no él. Kellyanne Conway, su paciente jefa de campaña, intenta que su jefe lea en el teleprompter en vez de improvisar y que contenga los rasgos más ásperos de su carácter.

Trump bromeó sobre los consejos que recibe de Conway —“Mantente en el guion, Donald. No te desvíes”— en un mitin en Florida, después de atacar en otro acto a una periodista de la cadena NBC, un gesto propio del Trump más gamberro. El republicano tiene momentum, la palabra de la jerga política estadounidense que indica un viento a favor, un impulso generado por una victoria electoral o un episodio beneficioso, como fue para él el anuncio del reexamen de los emails de Clinton tras dar por concluida la investigación en julio.

El momentum no significa que Trump haya igualado a Clinton. La demócrata preserva la ventaja que tiene desde hace meses. Y disfruta de un muro de contención electoral gracias al dominio de su partido en varios Estados clave. Parte con ventaja. Las elecciones presidenciales no las gana quien más votos consigue, sino quien gana en más Estados. Cada uno tiene un número de votos electorales. Quien llega a 270, gana. En la mayoría de Estados se sabe de antemano quién ganará.
Participación

Al final todo se disputa en el puñado de Estados péndulo, aquellos que de elección a elección son susceptibles de oscilar entre demócratas y republicanos. Trump necesita conquistar territorio de Clinton para sumar los 270. De ahí que esta semana haya centrado su estrategia en Estados como Michigan y Wisconsin, en el cinturón industrial del Medio Oeste.

Su objetivo es aumentar la participación de los votantes blancos sin estudios universitarios, la clase trabajadora golpeada por la globalización. Para ganar, además, debería lograr que la coalición que dio las victorias a Obama (minorías, mujeres y jóvenes) se queden en casa el martes. En los sondeos hay indicios de que los republicanos reacios a votar a Trump empiezan a regresar al redil.

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