Tocar fondo
Es cierto que Rusia queda lejos. La última esperanza, si la Argentina sigue jugando así, está, como siempre, en la corruptela: que la FIFA no va a armar un Mundial sin su mejor jugador, sin su mejor negocio, y que algo va a inventar. O quizá no.
Martin Caparros
mcaparros@ole.com.ar
Es un clásico: en la Argentina, de tanto en tanto, pasa algo que nos hace creer que ya tocamos fondo. Hasta que vemos que era otro error: que siempre se puede caer más bajo –y que no nos privamos.
Anoche la Argentina entró a la cancha pidiendo perdón, con una formación que mostraba que su jefe tenía miedo. Cuando un técnico arma un equipo que muestra que le tiene miedo al contrario, su equipo le hace caso y le tiene miedo al contrario. Anoche el equipo de Bauza salió con dos líneas de cuatro, sin un pálido volante de creación, con Messi bajando al círculo central para ver si la pelota era redonda –y comprobando que no era.
La Argentina no parecía tener plan. O tenía uno solo: la Gran Patoruzú. Messi, al principio, intentó cumplirlo, pero la tercera vez que tiró el centro y no llegó a cabecear se terminó de convencer que no iba: que sin equipo tampoco él puede jugar. Debía preguntarse por qué no cumplió con su palabra: por qué cuernos volvió con esta banda.
Hay más de una manera de aprovechar que tenés al mejor del mundo: si no podés hacerlo jugar porque le atoran con dos o tres encima, poné otro que arme juego aprovechando que lo van a marcar menos. Pero si ni siquiera, el resultado es el que fue: el arco contrario se te vuelve espejismo. Y encima la paradoja cruel: un equipo armado para defender se quedaba totalmente indefenso. En el primer tiempo los brasileros atacaron tres veces y metieron dos goles. El arquero suplente de Argentina las miraba pasar; Zabaleta los corría de atrás, la lengua afuera; los centrales patinaban y se trastabillaban; Mascherano preguntaba por la oficina de la Anses.
Pero son detalles. Lo más grave es que no hay equipo, no hay interés, no hay ganas. Hubo tiempos en que los argentos, si no jugaban bien, se dejaban las bolas en la cancha; se ve que ya pasaron. Anoche, Brasil estaba cómodo: la pasó bien y, puro corazón, cariño de vecino, nos hizo precio.
El martes podemos tocar un fondo más: si no le ganamos a Colombia quedaremos muy lejos de Moscú. Me imagino a los truchos de siempre, maestros de la excusa: que Rusia es caro y es feo, que está lleno de mafiosos ex comunistas y putas muy caras y soldados fieros, que eran aliados de la dictadura y les compraban el trigo y los defendían en la ONU, que qué bueno no tener que ir.
Es cierto que Rusia queda lejos. La última esperanza, si la Argentina sigue jugando así, está, como siempre, en la corruptela: que la FIFA no va a armar un Mundial sin su mejor jugador, sin su mejor negocio, y que algo va a inventar. O quizá no. Las eliminatorias están hechas para no lastimar a los grandes. No es fácil quedarse afuera, pero este equipo, si sigue así, podría conseguirlo.
Martin Caparros
mcaparros@ole.com.ar
Es un clásico: en la Argentina, de tanto en tanto, pasa algo que nos hace creer que ya tocamos fondo. Hasta que vemos que era otro error: que siempre se puede caer más bajo –y que no nos privamos.
Anoche la Argentina entró a la cancha pidiendo perdón, con una formación que mostraba que su jefe tenía miedo. Cuando un técnico arma un equipo que muestra que le tiene miedo al contrario, su equipo le hace caso y le tiene miedo al contrario. Anoche el equipo de Bauza salió con dos líneas de cuatro, sin un pálido volante de creación, con Messi bajando al círculo central para ver si la pelota era redonda –y comprobando que no era.
La Argentina no parecía tener plan. O tenía uno solo: la Gran Patoruzú. Messi, al principio, intentó cumplirlo, pero la tercera vez que tiró el centro y no llegó a cabecear se terminó de convencer que no iba: que sin equipo tampoco él puede jugar. Debía preguntarse por qué no cumplió con su palabra: por qué cuernos volvió con esta banda.
Hay más de una manera de aprovechar que tenés al mejor del mundo: si no podés hacerlo jugar porque le atoran con dos o tres encima, poné otro que arme juego aprovechando que lo van a marcar menos. Pero si ni siquiera, el resultado es el que fue: el arco contrario se te vuelve espejismo. Y encima la paradoja cruel: un equipo armado para defender se quedaba totalmente indefenso. En el primer tiempo los brasileros atacaron tres veces y metieron dos goles. El arquero suplente de Argentina las miraba pasar; Zabaleta los corría de atrás, la lengua afuera; los centrales patinaban y se trastabillaban; Mascherano preguntaba por la oficina de la Anses.
Pero son detalles. Lo más grave es que no hay equipo, no hay interés, no hay ganas. Hubo tiempos en que los argentos, si no jugaban bien, se dejaban las bolas en la cancha; se ve que ya pasaron. Anoche, Brasil estaba cómodo: la pasó bien y, puro corazón, cariño de vecino, nos hizo precio.
El martes podemos tocar un fondo más: si no le ganamos a Colombia quedaremos muy lejos de Moscú. Me imagino a los truchos de siempre, maestros de la excusa: que Rusia es caro y es feo, que está lleno de mafiosos ex comunistas y putas muy caras y soldados fieros, que eran aliados de la dictadura y les compraban el trigo y los defendían en la ONU, que qué bueno no tener que ir.
Es cierto que Rusia queda lejos. La última esperanza, si la Argentina sigue jugando así, está, como siempre, en la corruptela: que la FIFA no va a armar un Mundial sin su mejor jugador, sin su mejor negocio, y que algo va a inventar. O quizá no. Las eliminatorias están hechas para no lastimar a los grandes. No es fácil quedarse afuera, pero este equipo, si sigue así, podría conseguirlo.