Obama alerta en Europa contra el auge del nacionalismo étnico

El presidente saliente de Estados Unidos inicia en Atenas una gira marcada por la victoria de Trump

Marc Bassets
Washington, El País
El presidente Barack Obama inició este martes en Atenas su última gira europea con un llamamiento a la vigilancia ante el auge del nacionalismo étnico. No citó nombres, pero aludía tanto la victoria del republicano Donald Trump en las elecciones del martes como al éxito de los émulos de Trump en una Europa en pleno repliegue identitario. En los próximos días deberá dar explicaciones a los socios internacionales sobre su sucesor en la Casa Blanca, un político que ha llegado al poder agitando el odio a las minorías.


No era la despedida a Europa que esperaba Obama. Junto al primer ministro griego, Alexis Tspiras, el presidente saliente de EE UU lanzó uno de estos mensajes que le gustan, una vista panorámica sobre el momento actual, pesimista sobre los riesgos más inminentes pero confiado sobre el largo plazo.

“Debemos ser vigilantes ante el aumento de una especie vulgar de nacionalismo o identidad étnica o tribalismo que se construye alrededor de un nosotros y de un ellos”, dijo Obama. “Y nunca pediré perdón por decir que el futuro de la humanidad y el futuro del mundo se definirán por lo que tenemos en común, en oposición a las cosas que nos separan y, finalmente, nos abocan al conflicto”.

El presidente hablaba de Europa. “Sabemos lo que ocurre cuando los europeos empiezan a dividirse y a enfatizar sus diferencias y competir entre ellos a la manera de una suma cero. El siglo XX fue un baño de sangre. Y, pese a todas las frustraciones y fracasos del proyecto para unificar Europa, las últimas cinco décadas han sido un periodo de paz, prosperidad y crecimiento sin precedentes”.

Y hablaba de Estados Unidos. “No realizamos nuestro potencial como país cuando impedimos a los negros o latinos o asiático o gais o mujeres que participen plenamente en el proyecto de construir la vida americana”.

El viaje de Obama es un epílogo melancólico. El anticlímax de una presidencia que comenzó como un mensaje de esperanza al mundo y concluye con el ascenso de un hombre que ha prometido revisar la alianza militar con los europeos, ha despreciado a su líder más influyente, la canciller alemana Angela Merkel, y ha coqueteado con la Rusia de Vladímir Putin.

El propio mensaje de Obama a Tsipras estuvo teñido por la victoria de Trump. Le elogió, primero, por mantener elevado el gasto militar: uno de los argumentos de campaña del presidente electo ha sido que los socios de la OTAN contribuyen poco al presupuesto común y por tanto EE UU debe sentirse libre para deshacerse de su obligación de defenderle. Y también le elogió por el recibimiento que la sociedad griega ha dado a los refugiados: Trump ha construido su éxito electoral, en parte, en su demonización.

Todo lo que diga y haga estos días Obama se leerá con la clave trumpiana. Trump, no como fenómeno aislado sino mundial: el síntoma más estridente y poderoso de una ola de la ola de populismo nacionalista a ambas orillas del Atlántico.

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