Marine Le Pen maquilla al Frente Nacional con los Rolling y Banksy
La líder ultraderechista estrena sede, logotipo y lema sin mención alguna al nombre de su partido
Carlos Yárnoz
París, El País
A falta de programa y propuestas coherentes, marchando otra vuelta de mercadotecnia: nueva sede, nuevo logo y nuevo lema para la campaña electoral. Lo acaba de hacer Marine Le Pen, empeñada en camuflarse, en parecer la líder de un partido más, tan normal como los otros. Es la primera en saber que no es así y por eso ha borrado de un plumazo toda huella del pasado de esa organización xenófoba de raíces antisemitas.
Una rosa azul únicamente acompañada de su nombre de pila y la palabra “presidenta” es su nuevo logo. El nuevo lema, “En nombre del pueblo”, porque “nada se debe hacer en democracia sin el pueblo”, como ha explicado en la presentación de estos nuevos símbolos Marine Le Pen.
Ninguna alusión al Frente Nacional ni a sus siglas. Incluso ha desaparecido la llama tricolor de la bandera francesa que era el logo hasta ahora. Tampoco referencia alguna al apellido Le Pen, unido a sangre y fuego a la turbia historia del partido.
Cuenta Marine Le Pen que la eligió ella misma eligió la rosa azul para el logo porque su secretaria compraba casi a diario esa flor, una planta que no existe en la naturaleza y que es producto de la ingeniería genética. Un logro, por tanto, de lo que parece imposible.
“Es el símbolo de hacer posible lo imposible”, ha argumentado Le Pen. El mensaje es obvio: seré la próxima presidenta de la República aunque parece imposible. Y ahora más tras el masivo apoyo de la derecha a su probable rival en la recta final, el conservador y exprimer ministro François Fillon.
En su carrera, Le Pen ha dado un paso físico hacia el Palacio del Elíseo: la nueva sede para la campaña electoral está en la calle Faubourg Saint-Honoré, la misma en la que está situado el palacio presidencial. “Para hacer más fácil la mudanza”, bromea uno de sus colaboradores.
La decoración del lugar, que Le Pen dice haber dirigido personalmente, es el máximo exponente del camuflaje ideológico. De las paredes cuelgan fotos en blanco y negro, junto a la rosa azul, de Brigitte Bardot (simpatizante del FN), Clint Eastwood (seguidor de Donald Trump), siempre con una rosa azul. También de Albert Einstein, cuya conexión con el FN ya es una osadía.
Pero la mezcla va mucho más lejos. Otro cuadro muestra una lengua típica del logo de los Rolling Stones, en azul, por supuesto, con la rosa en el extremo. Y en un triple salto en el vacío, se exhibe la famosa obra del artista callejero Bansky de un manifestante lanzando un ramo de flores campestres se le han colocado…una docena de rosas azules.
A la espera de protestas por derechos de autor -incluida la de los socialistas, por la utilización de la rosa- o por uso indebido de imagen en aras de una ideología, lo más llamativo es la presencia de la pintura de Bansky. El artista británico destaca precisamente por sus denuncias contra la exclusión de los migrantes. Exactamente lo contrario que el Frente Nacional.
Para ir acercándose al Elíseo, Le Pen ha puesto su sede electoral en la misma calle que el palacio presidencial
La maniobra no ha salido redonda. En los días anteriores a la presentación con champán de la nueva simbología, el diario Le Monde advirtió a sus lectores que no publicará ninguna tribuna de Marine Le Pen porque, pese al camuflaje, el FN airea los mismos demonios el siempre -una Francia perjudicada por la migración, Europa y las élites- para atraer a un electorado “tan heteróclito como contradictorio”.
Solo unas horas después de su nuevo lavado de cara, los jueces pusieron de relieve qué es el verdadero Frente Nacional, de dónde viene. Obligaron a la líder a readmitir como presidente de honor a su padre, el filonazi Jean-Marie Le Pen, ese al que se trata de esconder bajo la alfombra. Había sido expulsado tras reiterar que las cámaras de gas nazis para exterminar a los judíos son “un detalle de la historia”.
En el FN se podía decir antes esas cosas. Eran ultraderechistas, antisistema, populistas, pero no aspiraban a tener el poder. Ahora son los mismos, pero quieren el Elíseo “en nombre del pueblo” y, para eso, no hay que asustar a los electores, sino darles rosas azules.
Carlos Yárnoz
París, El País
A falta de programa y propuestas coherentes, marchando otra vuelta de mercadotecnia: nueva sede, nuevo logo y nuevo lema para la campaña electoral. Lo acaba de hacer Marine Le Pen, empeñada en camuflarse, en parecer la líder de un partido más, tan normal como los otros. Es la primera en saber que no es así y por eso ha borrado de un plumazo toda huella del pasado de esa organización xenófoba de raíces antisemitas.
Una rosa azul únicamente acompañada de su nombre de pila y la palabra “presidenta” es su nuevo logo. El nuevo lema, “En nombre del pueblo”, porque “nada se debe hacer en democracia sin el pueblo”, como ha explicado en la presentación de estos nuevos símbolos Marine Le Pen.
Ninguna alusión al Frente Nacional ni a sus siglas. Incluso ha desaparecido la llama tricolor de la bandera francesa que era el logo hasta ahora. Tampoco referencia alguna al apellido Le Pen, unido a sangre y fuego a la turbia historia del partido.
Cuenta Marine Le Pen que la eligió ella misma eligió la rosa azul para el logo porque su secretaria compraba casi a diario esa flor, una planta que no existe en la naturaleza y que es producto de la ingeniería genética. Un logro, por tanto, de lo que parece imposible.
“Es el símbolo de hacer posible lo imposible”, ha argumentado Le Pen. El mensaje es obvio: seré la próxima presidenta de la República aunque parece imposible. Y ahora más tras el masivo apoyo de la derecha a su probable rival en la recta final, el conservador y exprimer ministro François Fillon.
En su carrera, Le Pen ha dado un paso físico hacia el Palacio del Elíseo: la nueva sede para la campaña electoral está en la calle Faubourg Saint-Honoré, la misma en la que está situado el palacio presidencial. “Para hacer más fácil la mudanza”, bromea uno de sus colaboradores.
La decoración del lugar, que Le Pen dice haber dirigido personalmente, es el máximo exponente del camuflaje ideológico. De las paredes cuelgan fotos en blanco y negro, junto a la rosa azul, de Brigitte Bardot (simpatizante del FN), Clint Eastwood (seguidor de Donald Trump), siempre con una rosa azul. También de Albert Einstein, cuya conexión con el FN ya es una osadía.
Pero la mezcla va mucho más lejos. Otro cuadro muestra una lengua típica del logo de los Rolling Stones, en azul, por supuesto, con la rosa en el extremo. Y en un triple salto en el vacío, se exhibe la famosa obra del artista callejero Bansky de un manifestante lanzando un ramo de flores campestres se le han colocado…una docena de rosas azules.
A la espera de protestas por derechos de autor -incluida la de los socialistas, por la utilización de la rosa- o por uso indebido de imagen en aras de una ideología, lo más llamativo es la presencia de la pintura de Bansky. El artista británico destaca precisamente por sus denuncias contra la exclusión de los migrantes. Exactamente lo contrario que el Frente Nacional.
Para ir acercándose al Elíseo, Le Pen ha puesto su sede electoral en la misma calle que el palacio presidencial
La maniobra no ha salido redonda. En los días anteriores a la presentación con champán de la nueva simbología, el diario Le Monde advirtió a sus lectores que no publicará ninguna tribuna de Marine Le Pen porque, pese al camuflaje, el FN airea los mismos demonios el siempre -una Francia perjudicada por la migración, Europa y las élites- para atraer a un electorado “tan heteróclito como contradictorio”.
Solo unas horas después de su nuevo lavado de cara, los jueces pusieron de relieve qué es el verdadero Frente Nacional, de dónde viene. Obligaron a la líder a readmitir como presidente de honor a su padre, el filonazi Jean-Marie Le Pen, ese al que se trata de esconder bajo la alfombra. Había sido expulsado tras reiterar que las cámaras de gas nazis para exterminar a los judíos son “un detalle de la historia”.
En el FN se podía decir antes esas cosas. Eran ultraderechistas, antisistema, populistas, pero no aspiraban a tener el poder. Ahora son los mismos, pero quieren el Elíseo “en nombre del pueblo” y, para eso, no hay que asustar a los electores, sino darles rosas azules.