La oposición de Venezuela exige a Maduro planes concretos para seguir con el diálogo
Representantes de la MUD y el Gobierno se reúnen este viernes en Caracas
Javier Lafuente
Caracas, El País
La oposición venezolana pretende lanzar este viernes una suerte de ultimátum al Gobierno de Nicolás Maduro. La Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la organización que reúne a la amalgama de formaciones críticas con el chavismo, exigirá al Ejecutivo planes concretos para abordar durante los próximos meses, entre ellos un compromiso claro de que habrá una salida electoral en 2017. La oposición quiere evitar a toda costa que el Gobierno emplee el diálogo, en el que median el Vaticano y tres expresidentes iberoamericanos, entre ellos el español José Luis Rodríguez Zapatero, para ganar tiempo. En las últimas horas las reuniones a tres bandas se han multiplicado para que el encuentro de este viernes sirva para algo. De no lograrlo, las consecuencias a corto plazo volverán a ser impredecibles.
En la Venezuela de la escasez si algo no ha faltado en el último año han sido puntos de inflexión: la victoria opositora en las elecciones parlamentarias de diciembre; el boicoteo constante de la Asamblea Nacional, las multitudinarias marchas convocadas para exigir un referéndum revocatorio contra el presidente, Nicolás Maduro... Momentos todos en los que se piensa que, ahora sí, la situación va a saltar por los aires. Una y otra vez. Y todo sigue igual de mal. O peor: el desabastecimiento continúa, la inseguridad ha aumentado, la hiperinflación es galopante y la crisis política no tiene visos de solucionarse a corto plazo.
La suspensión del revocatorio el pasado mes fue el penúltimo punto de quiebre que vivió Venezuela. Desde la llegada de Chávez al poder, en 1998, el país ha celebrado decenas de elecciones. Todo se terminaba por solucionar en las urnas. Con sus procesos cargados de vicios, abusos e irregularidades, pero en las urnas. Para muchos, el Gobierno cruzó una línea roja. De hecho, en el último mes, empezó a aflorar entre los sectores más moderados de la oposición una palabra hasta ahora tabú: dictadura.
Esta semana, el principal líder de la oposición, el excandidato presidencial Henrique Capriles, sentó las bases de las exigencias de la MUD al chavismo: apertura de un canal humanitario que permita el ingreso de alimentos de primera necesidad y medicinas; la conformación de un nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE); aclarar la situación de los tres diputados del Estado de Amazonas suspendidos, y con los que la oposición tendría dos terceras partes de la Asamblea Nacional; el respeto al Parlamento, como una medida de confianza y restablecimiento del poder de las instituciones; la liberación de todos los presos políticos, aproximadamente un centenar, y fijar un cronograma electoral para el próximo año.
Este último punto es, sin duda, la piedra angular de la negociación. Los dirigentes opositores están de acuerdo en que hay que frenar la crisis social y humanitaria que vive Venezuela y tratar de estabilizar la economía. Pero no es suficiente. “Hasta que no se resuelva la crisis política no habrá estabilidad”, suele argumentar Capriles. Después de la suspensión del revocatorio, la oposición no ve con malos ojos el adelanto de unas elecciones presidenciales durante el próximo año. No obstante, exige el compromiso rotundo del Gobierno de que así será. Y lo quiere este viernes. Venezuela debía celebrar a finales de año elecciones de alcaldes y gobernadores, pero fueron pospuestas para el primer y segundo semestre del próximo año, respectivamente, debido a la precaria situación económica.
La liberación de los presos políticos es otro asunto que atenaza, pero también divide, a la oposición. El Gobierno, a través de los mediadores, ha hecho llegar a la MUD en las últimas horas que liberaría a más reclusos antes de la nueva reunión. Los dirigentes desconfían de esos gestos. Después del primer encuentro, el Gobierno liberó a cinco presos políticos, de los cuales solo uno, Carlos Melo, tenía cierto peso entre los críticos del chavismo. La oposición consideró aquella medida insuficiente, en comparación con su decisión posterior de aplazar el juicio político a Maduro en la Asamblea Nacional y suspender la marcha prevista hasta el Palacio de Miraflores. Ambas decisiones, que derivan de sentarse a hablar con el Gobierno, han hecho a la Unidad perder mucho rédito entre sus bases. Que no hubiese un compromiso claro de liberar a los presos políticos llevó a no sentarse en la mesa a Voluntad Popular, el partido de Leopoldo López, encarcelado y condenado a 14 años de cárcel.
Javier Lafuente
Caracas, El País
La oposición venezolana pretende lanzar este viernes una suerte de ultimátum al Gobierno de Nicolás Maduro. La Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la organización que reúne a la amalgama de formaciones críticas con el chavismo, exigirá al Ejecutivo planes concretos para abordar durante los próximos meses, entre ellos un compromiso claro de que habrá una salida electoral en 2017. La oposición quiere evitar a toda costa que el Gobierno emplee el diálogo, en el que median el Vaticano y tres expresidentes iberoamericanos, entre ellos el español José Luis Rodríguez Zapatero, para ganar tiempo. En las últimas horas las reuniones a tres bandas se han multiplicado para que el encuentro de este viernes sirva para algo. De no lograrlo, las consecuencias a corto plazo volverán a ser impredecibles.
En la Venezuela de la escasez si algo no ha faltado en el último año han sido puntos de inflexión: la victoria opositora en las elecciones parlamentarias de diciembre; el boicoteo constante de la Asamblea Nacional, las multitudinarias marchas convocadas para exigir un referéndum revocatorio contra el presidente, Nicolás Maduro... Momentos todos en los que se piensa que, ahora sí, la situación va a saltar por los aires. Una y otra vez. Y todo sigue igual de mal. O peor: el desabastecimiento continúa, la inseguridad ha aumentado, la hiperinflación es galopante y la crisis política no tiene visos de solucionarse a corto plazo.
La suspensión del revocatorio el pasado mes fue el penúltimo punto de quiebre que vivió Venezuela. Desde la llegada de Chávez al poder, en 1998, el país ha celebrado decenas de elecciones. Todo se terminaba por solucionar en las urnas. Con sus procesos cargados de vicios, abusos e irregularidades, pero en las urnas. Para muchos, el Gobierno cruzó una línea roja. De hecho, en el último mes, empezó a aflorar entre los sectores más moderados de la oposición una palabra hasta ahora tabú: dictadura.
Esta semana, el principal líder de la oposición, el excandidato presidencial Henrique Capriles, sentó las bases de las exigencias de la MUD al chavismo: apertura de un canal humanitario que permita el ingreso de alimentos de primera necesidad y medicinas; la conformación de un nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE); aclarar la situación de los tres diputados del Estado de Amazonas suspendidos, y con los que la oposición tendría dos terceras partes de la Asamblea Nacional; el respeto al Parlamento, como una medida de confianza y restablecimiento del poder de las instituciones; la liberación de todos los presos políticos, aproximadamente un centenar, y fijar un cronograma electoral para el próximo año.
Este último punto es, sin duda, la piedra angular de la negociación. Los dirigentes opositores están de acuerdo en que hay que frenar la crisis social y humanitaria que vive Venezuela y tratar de estabilizar la economía. Pero no es suficiente. “Hasta que no se resuelva la crisis política no habrá estabilidad”, suele argumentar Capriles. Después de la suspensión del revocatorio, la oposición no ve con malos ojos el adelanto de unas elecciones presidenciales durante el próximo año. No obstante, exige el compromiso rotundo del Gobierno de que así será. Y lo quiere este viernes. Venezuela debía celebrar a finales de año elecciones de alcaldes y gobernadores, pero fueron pospuestas para el primer y segundo semestre del próximo año, respectivamente, debido a la precaria situación económica.
La liberación de los presos políticos es otro asunto que atenaza, pero también divide, a la oposición. El Gobierno, a través de los mediadores, ha hecho llegar a la MUD en las últimas horas que liberaría a más reclusos antes de la nueva reunión. Los dirigentes desconfían de esos gestos. Después del primer encuentro, el Gobierno liberó a cinco presos políticos, de los cuales solo uno, Carlos Melo, tenía cierto peso entre los críticos del chavismo. La oposición consideró aquella medida insuficiente, en comparación con su decisión posterior de aplazar el juicio político a Maduro en la Asamblea Nacional y suspender la marcha prevista hasta el Palacio de Miraflores. Ambas decisiones, que derivan de sentarse a hablar con el Gobierno, han hecho a la Unidad perder mucho rédito entre sus bases. Que no hubiese un compromiso claro de liberar a los presos políticos llevó a no sentarse en la mesa a Voluntad Popular, el partido de Leopoldo López, encarcelado y condenado a 14 años de cárcel.