Israel, entre lo mismo de siempre y la incertidumbre

Clinton representa la vuelta a la vía de los dos Estados, mientras Trump promete concesiones radicales

Juan Carlos Sanz
Jerusalén, El País
Israel sigue con especial interés los comicios presidenciales en Estados Unidos, que acaba de renovar un programa de ayuda militar de 38.000 millones de dólares durante 10 años al Ejército. También es el cuarto país con mayor número de electores (130.000) en el extranjero, cuyo voto concentrado puede ser determinante en Estados clave con fuerte presencia judía como Florida.


El primer ministro, Benjamín Netanyahu, no ha osado esta vez inmiscuirse en la campaña. El fiasco que supuso la firma del acuerdo nuclear con Irán a pesar de su provocador discurso ante el Congreso de EEUU contra la estrategia de la Casa Blanca ahondó la brecha en sus relaciones —que nunca fueron fluidas— con el presidente Barack Obama. Se ha mantenido distante a pesar de que parecía sintonizar más con el populismo del candidato republicano, Donald Trump, que en un gesto hacia los votantes judíos estadounidenses, ha prometido romper el tabú internacional del reconocimiento de Jerusalén como capital del Estado judío.

La aspirante demócrata representa más de lo mismo para Israel, aunque es considerada más próxima que Obama a sus intereses. Si conquista la presidencia, Hillary Clinton forzará previsiblemente al Gobierno de Netanyahu a regresar a la mesa de negociaciones con los palestinos –suspendidas desde hace dos años y medio– con la solución de los dos Estados como orden del día.

Trump se ha esforzado en ganarse las simpatías de israelíes a través de su yerno judío ortodoxo para disipar las sospechas sobre su talante xenófobo. Sus asesores han proclamado que los asentamientos judíos en territorio palestino no son ilegales, como sostiene la comunidad internacional. Se ha comprometido a incrementar la cooperación en el campo tecnológico y de ciberdefensa. Ha anunciado además que seguirá el modelo del muro de separación de los territorios palestinos para aislar la frontera con México. Pero sus posiciones iniciales en favor de la “neutralidad entre judíos y palestinos” –y sobre todo los mensajes extremos de sus seguidores en las redes sociales–, han suscitado en la prensa de Israel dudas sobre una campaña con sombras de antisemitismo.

Clinton también ha hecho guiños a los israelíes al prometerles que les protegerá contra toda imposición sobre el conflicto palestino desde foros internacionales. Esta garantía de veto en el Consejo de Seguridad y el reconocimiento de que un “Israel fuerte y seguro es vital para EE UU” son sus bazas para mantener la hegemonía demócrata entre los votantes judíos.

Al igual que sus compatriotas, el primer ministro israelí también aguarda con preocupación los resultados de las elecciones del martes. Pero su mayor desvelo proviene de las iniciativas que Obama pueda emprender a partir del miércoles, en el tramo final de un mandato que concluirá con el traspaso de poderes a su sucesor el 20 de enero, una vez desembarazado de la presión de las urnas.

Los asesores de la Casa Blanca han anticipado que el presidente demócrata no descarta dar vía libre (mediante la abstención, por ejemplo) a una resolución en la ONU que codifique la solución de los dos Estados, o que pronuncie una declaración solemne de condena a los asentamientos judíos en territorio palestino ocupado. Tras ocho años de inquina en su relación con Netanyahu, este sería el legado de Obama para el conflicto más antiguo de Oriente Próximo.

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