El populismo toma el Ala Oeste

La victoria de Trump tendrá consecuencias desastrosas para la UE y para México

José Ignacio Torreblanca
El País
El populismo toma el Ala Oeste. No han sido los rusos, ni los chinos, ni los norcoreanos, ni los yihadistas sino los mismos estadounidenses los que han asestado un golpe funesto a los intereses de su país. Votando por un candidato como Trump con la falsa esperanza de lograr una América mejor, más prospera y más segura, los estadounidenses habrían sembrado el camino para un EE UU más dividido internamente, con menos oportunidades económicas y más inseguros frente al resto del mundo.


Se ha usado y abusado de la analogía con los años treinta del siglo pasado. Pero lo que se está configurando ante nosotros tiene demasiados paralelismos como para ignorarlo alegremente: a una crisis económica de una profundidad excepcional añadimos ahora el asedio de la insurgencia populista, que tras tomar algunas pequeñas plazas (Budapest, Varsovia) se hizo con un trofeo de caza mayor (Londres) y ahora se encamina a tomar la capital. Proteccionismo, chovinismo, nacionalismo, xenofobia, un cóctel letal de infaustos recuerdos.

Para Europa, también para México, que será la primera víctima de Trump, el desastre tiene proporciones épicas. Y no sólo porque el primer beneficiario de esta elección es Putin, que puede ver alentadas sus tentaciones irredentistas en el espacio exsoviético, sino porque el proyecto europeo puede no sobrevivir a la conjunción del Brexit en Londres y Trump en Washington. Y para China, que hasta ahora se ha contenido geopolíticamente conformándose con los beneficios económicos de una globalización abierta, un giro al proteccionismo por parte de Trump puede proporcionar la excusa perfecta para, a su vez, emprender una deriva nacionalista hacia dentro y hacia fuera que haga estallar las tensiones larvadas con sus vecinos.

Trump ha convertido la mentira, la difamación y el odio en una eficaz arma política, sentando un peligrosísimo y penoso precedente para todos los demócratas del mundo, que hoy están de luto por una democracia, la estadounidense, capturada por el frente populista. Repasen la Constitución estadounidense y no encontrarán en ella la palabra democracia: si algo temían los padres fundadores era a las pasiones irracionales de la opinión pública. Aquella “ciudad en la colina” cuya resplandeciente luz inspiraría y guiaría al resto del mundo, tal y como la describiera el pastor protestante John Winthrop a los peregrinos que arribaban a las costas americanas en el Arbella, se ha convertido hoy en un lugar oscuro que genera miedo e incertidumbre. El mundo cambiará profundamente y la imagen de EE UU nunca volverá a ser la misma.

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