El peso mexicano sufre la peor caída del planeta por el efecto Trump

La moneda ha entrado en barrena con una caída superior al 15%. En ventanilla bancaria el dólar se vende a 21,45 pesos. El Gobierno descarta intervenir por el momento

Jan Martínez Ahrens
México, El País
El pánico llama a la puerta de México. La victoria de Donald Trump, el paladín de la xenofobia antimexicana, ha desatado un huracán financiero de imprevisibles consecuencias en su vecino del sur. La moneda mexicana ha entrado en barrena y, con una caída superior al 15%, se ha convertido en los últimos tres días en la más vapuleada del planeta. Y nadie piensa que se vaya a recuperar pronto. Los mercados locales tiemblan ante las amenazas del republicano y la propia Bolsa mexicana ha sufrido su mayor desplome en cinco años. Una era turbulenta ha dado comienzo.


Lo que todos temían ha ocurrido. El terremoto Trump empieza a sentirse. Su promesa de completar el muro fronterizo y deportar a millones de inmigrantes sin papeles forman parte de un arsenal contra el que México apenas tiene defensa. Pero el temor financiero va mucho más allá. El republicano ha repetido una y otra vez que piensa acabar con el actual Tratado de Libre Comercio y que no le temblará la mano a la hora de recortar las remesas de los mexicanos, un maná de casi 30.000 millones de dólares al año, cuyo desaparición estrangularía la economía de millones de familias.

La mera sospecha de que Trump vaya a llevar adelante estos planes actúa como plomo en los pies del ahogado. El arrastre puede ser catastrófico y, en todo caso, nadie duda de que volver a la superficie requerirá un esfuerzo titánico. La economía mexicana es ultradependiente de Estados Unidos. No sólo un 80% de sus exportaciones tiene como destino ese país, si no que Washington es el primer inversor extranjero. Con una frontera de casi 3.200 común, ambos países comercian cada minuto un millón de dólares. La destrucción de este ecosistema traerá, según los expertos, consecuencias funestas. Aunque el golpe será en ambos lados, hay acuerdo en que la peor parte se la llevará México, un país con el 46% de la población en la pobreza y al que la crisis del petróleo ha recortado drásticamente el margen de maniobra estatal.

“Ya estábamos al borde recesión, con la actividad industria prácticamente detenida. Y ahora, haga o no haga Trump, la incertidumbre se va a acentuar. La inversión extranjera se va a desacelerar, se suspenderán proyectos y veremos repatriaciones voluntarias ante la hostilidad antimexicana que fomenta Trump. El crecimiento para el año próximo va a estar entre el 0% y el 1%, muy lejos de lo esperado”, señala Gerardo Esquivel, profesor investigador del Centro de Estudios Económicos del Colegio de México.

Ante esta perspectiva, el Gobierno de Enrique Peña Nieto está intentando controlar daños por todas las vías posibles. El presidente se ha apresurado a entrar en contacto con Trump y ya ha acordado una reunión antes de la toma de posesión. El objetivo declarado es abrir “un nuevo capítulo” en la relación bilateral y generar una agenda que minimice los daños. “Somos aliados, vecinos y socios; si a México le va bien también a Estados Unidos y viceversa. Hay lazos inseparables entre ambos países”, ha recordado Peña Nieto.

En este esfuerzo por calmar las aguas también han intervenido el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, y el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens. En un mensaje conjunto a la nación han reafirmado las fortalezas de México para hacer frente al vendaval y recordado que México tiene los pies anclados en el rigor presupuestario, unas reservas de 175.000 millones de dólares y una inflación cercana al 3%. Como remate, el gobernador Carstens ha insistido en que “hará lo que haga falta” para frenar el ataque al peso. Entre las medidas que se espera que adopte figura una nueva elevación de tipos de interés la semana que viene. Sería la quinta en un año (de momento, se ha pasado del 3% al 4,75%). Y, de proseguir la tormenta cambiaria, posiblemente la combine con un mecanismo de intervención reservado para los momentos de crisis: la venta controlada de dólares.

Todo ello no ha impedido que la moneda mexicana entre en caída libre y que los analistas de bancos y agencias de calificación estén recortando sus previsiones de crecimiento del PIB. Pese a ello, el Gobierno se negó a intervenir. "Lo que estamos viendo es volatilidad en todos los mercados globales y, por tanto, una intervención en materia local no hubiera tenido hoy ningún impacto. Estamos listos para hacerla cuando tenga el mayor impacto", dijo Meade.

Con el precio del petróleo débil, un presupuesto en recorte permanente y una moneda que antes de la victoria de Trump ya se había depreciado un 20% frente al dólar, las perspectivas son oscuras. Cualquier movimiento o declaración del republicano pueden ahogar aún más a México. Y si algo distingue al futuro presidente estadounidense es su imprevisibilidad. La peor de las cualidades para una relación. México tiembla.

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