Donald Trump suaviza algunas de sus promesas más rupturistas

El presidente electo se rodea de sus hijos, políticos veteranos y lobistas para preparar la transición

Marc Bassets
Washington, El País
Nadie sabe cómo gobernará Donald Trump, y los vaivenes durante la campaña hacen difícil augurar su programa a partir del 20 de enero, cuando se convierta el presidente número 45 de Estados Unidos. Pero las primeras señales indican que podrían recular en algunas de sus promesas. En una entrevista con el diario The Wall Street Journal, Trump dice que está dispuesto a preservar partes de la reforma sanitaria del presidente Barack Obama, en vez de revocarla como prometía. El presidente electo prepara la transición al poder rodeado de su familia, veteranos políticos republicanos, donantes y cabilderos que él denostó en campaña.


El republicano Trump explica en la entrevista con el Journal, la primera desde que el martes ganó las elecciones presidenciales, que el demócrata Obama le sugirió algunas ideas sobre la reforma sanitaria durante la reunión que mantuvieron el jueves.

La reforma sanitaria, que ha ampliado la cobertura médica a millones de personas que carecían de ella, es un elemento central en el legado de Obama. En el pasado, Trump se mostró abierto a un sistema que cubriese a todos los estadounidenses, pero en la campaña electoral retomó el argumento republicano. Era necesario revocarla completamente, decía. La mayoría de su partido en ambas cámaras del Congreso se lo permitiría.

Ahora deja abierta la posibilidad de no revocar la reforma, sino reformarla. Se trataría, según explica Trump, de mantener dos partes de la ley: la que prohíbe a las aseguradoras privadas negar un seguro a las personas con enfermedades previas, y la que el seguro de los padres cubra a los hijos adultos hasta los 26 años. “Me gustan mucho”, dice Trump sobre estas partes de la reforma.

En otra entrevista, que se emitirá el domingo en la cadena CBS, precisa que revocará la ley sanitaria de Obama, pero en seguida la reemplará por otra ley con sus elementos centrales.
Clinton culpa a Comey

Entre las múltiples razones para la derrota el martes ante el republicano Donald Trump, la demócrata Hillary Clinton ve una clara: la carta que el director del FBI, James Comey, hizo pública once días antes de las elecciones. En la carta, Comey revelaba que el FBI volvería a examinar los correos electrónicos que Clinton envió desde un servidor privado cuando era secretaria de Estado.

El caso se había dado por cerrado en julio, pero la carta de Comey lo situó en medio de la campaña y, según la candidata demócrata, la perjudicó. “Nuestro análisis es que la carta de Comey, sembrando dudas que carecían de base, detuvo nuestro impulso”, dijo Clinton el sábado en una conferencia con donantes.

A partir de ese día se sucedieron los sondeos que mostraban una reducción de la ventaja de Clinton sobre Trump. No está claro que el motivo de la caída en los sondeos fuese la carta de Comey, pues la recuperación de Trump comenzó antes, pero la carta pudo influir.

Dos días antes de las elecciones, en otra carta, Comey anunció que la investigación no había dado frutos y no había nada sospechoso en los correos. Clinton cree que esta segunda carta también fue dañina, puesto que reforzó el argumento de los seguidores de Trump según el cual el sistema está amañado y por eso el FBI decidió exculpar a Clinton.

Es aventurado formular teorías sobre una figura excéntrica como Trump, pero una que circula estos días es que, dada la división del país y la realidad de que Clinton recibió más votos que Trump, este deberá atenuar sus ángulos más agresivos.

En la entrevista con el Journal también habla de su promesa de nombra a un fiscal especial para procesar a Hillary Clinton, su rival demócrata en las elecciones, por su uso de un servidor privado de correos electrónicos cuando era secretaria de Estado. La amenaza de encarcelar a Clinton fue uno de los ejes de sus últimas semanas en campaña. Entusiasmaba a sus seguidores. Ahora parece dar marcha atrás.

“No es algo en lo que haya pensado mucho, porque quiero resolver la protección sanitaria, los empleos, el control de la frontera y la reforma fiscal”, dice el presidente electo.

Cuando el jueves un periodista le preguntó, a la salida de una reunión en el Capitolio, si pediría al Congreso prohibir la entrada de musulmanes a EEUU, evitó responder. Esta fue otra de sus promesas de campaña.

Algunos de sus asesores han sugerido que el muro en la frontera con México, otra de sus propuestas estrellas, ya no es tan prioritario. Tampoco lo es la idea de que lo sufrague México. “Dedicará mucho tiempo a controlar la frontera. Quizá no dedique tanto tiempo a intentar que México pague por ello, pero fue una gran herramienta de campaña”, dice a The Washington Post Newt Gingrich, que fue presidente de la Cámara de Representantes en los noventa y aconseja a Trump.

Para preparar la nueva administración, Trump ha creado un equipo de transición. Su cometido es buscar a los miembros claves del nuevo gobierno. Además, deberá buscar a unos 4.000 altos cargos y dejarlo todo listo para que el 20 de enero, cuando Obama pase el bastón a Trump, pueda comenzar a gobernar.

En el equipo de transición, que dirige el vicepresidente electo Mike Pence, figuran los tres hijos del primer matrimonio de Trump: Ivanka, Donald Jr. y Eric. También el yerno, Jared Kushner, que tuvo un papel relevante en la campaña.

No es la primera vez que un presidente nombra a un familiar: en 1961 John F. Kennedy nombró a su hermano Bob fiscal general. Pero es llamativo que estén todos los hijos de su primer matrimonio y, más aún, que los hijos hayan sido designados por Trump como responsables de gestionar su imperio empresarial mientras él sea presidente. Uno de los problemas que Trump afronta es el de los potenciales conflictos entre sus intereses empresariales y su nuevo trabajo en el que puede buscar el beneficio de estos intereses.

Otro conflicto potencial reside en el nombramiento de consultores y miembros de grupos de presión en el equipo de transición. Trump cuenta en su equipo con figuras como Jeffrey Eisenach, que ha trabajado para el sector de las telecomunicaciones, Michael Catanzaro, del sector petrolero, o Michael Torrey, del sector agroalimentario, según The New York Times. Se encargarán de diseñar la futura administración en sus respectivos ámbitos.

En campaña, Trump prometió acabar con la influencia de los lobis. “Toda esta idea de que él era alguien de fuera que llegaría para destruir el ‘establishment’ político y ‘drenar el pantano’ [la metáfora que usaba cuando prometía que acabaría con la influencia de los lobis y las corporaciones] eran frases de trilero, y ahora queda revelado que lo es”, dice al Times Peter Wehner, un republicano se opuso a Trump.

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