Morata sopla las velas
Su gol, en el día de su 24º cumpleaños, lleva al Madrid al liderato tras un partido sufrido. Williams y Cristiano perdieron goles hechos.
Luis Nieto
As
La cantera volvió a ser el cuerpo de bomberos del Madrid, enredado en un partido cerrado, bien construido por el Athletic, que fue un hueso. La victoria ante el cuadro de Valverde tuvo un punto de acidez y el convencimiento de que Bale comienza a pesar más que Cristiano. El galés fue el instrumento de percusión que echó la puerta abajo. El portugués, la estampa de una voluntad excepcional sin el más mínimo acierto. Luego llegaron Morata, en su 24º cumpleaños, y Lucas Vázquez y llevaron al Madrid a la orilla. Antes de que Dylan descuelgue el teléfono el Madrid vuelve a ser líder, pero su modelo está sujeto a revisión.
Un Athletic intrépido y un césped de cristal, por efecto de la incesante lluvia, fueron retirando la alfombra al Madrid, al que se le dibujó un escenario idílico de salida: un gol a favor a los seis minutos y espacio para el recreo de sus velocistas. El tanto tuvo un punto de partida habitual, Marcelo. Con la derecha lanzó un pase preciso y profundo a Isco, que lo que entregó como sprinter lo ganó con el maillot de la combatividad. Perdió la carrera con Saborit, pero supo esperar a que el lateral se pasase de frenada para regalarle el gol a Benzema.
Aquella acción desactivó al Athletic durante un cuarto de hora. Sin Aduriz, que es como jugar con una mano a la espalda, Valverde colocó a Raúl García y Eraso, dos puntas o ninguna, según se mire, para obstruir la salida de Kroos, único hilo conductor del Madrid. Aún no había probado la eficacia del experimento cuando se vio por detrás en el marcador y sometido a un Madrid en modo galerna, con la misma alineación y la misma actitud que hace una semana en el Villamarín.
El Cristiano que conocimos, en ese tramo, hubiera hecho pagar al Athletic todos los desperfectos, pero está perdido en el camino del gol, algo que siempre le resultó natural. Ahora su juego y su empeño están muy por debajo de su tino. Así, que tras errar en un remate cruzado y ver cómo Bale mandaba alto otro gran servicio de Marcelo, el Madrid empezó a desacreditarse. Primero, espaciando sus llegadas ante Iraizoz. Después, convirtiendo en frecuente la presencia del Athletic en su área, empujado por Williams y Sabin Merino. Constó en el registró un cabezazo a placer del segundo antes de que firmase el empate, a pase de Eraso, en medio de un pinball en el área del Madrid. Nadie llegó a la segunda jugada. Nadie llega a ellas desde que se lesionó Casemiro, un pestillo que el Madrid ha perdido. El inesperado frenazo condujo al equipo de Zidane a la casilla de salida.
Cambió entonces los papeles, pero tardó en cambiar la actitud. Bale se fue a la izquierda y Cristiano a la derecha, un remiendo geográfico que no remedió el problema endémico: la zona de exclusión que se abre entre la BBC y el resto. Así que el Athletic, que para entonces ya era una nave industrial, reforzó su autoridad y perdonó un gol escandalosamente. Tardará días Williams en dejar de soñar con aquel balón franco que mandó al fondo sur. Y con el regalo de Varane que también se dejó ir ya con 2-1.
La inclusión de Lucas Vázquez y Morata fue una llamada de socorro. La salida de Isco, un politiqueo discutible. No le gustó al público, que veía al malagueño como la solución y no como el problema. Y ahí, formado en un desesperado 4-2-4, lanzó el Madrid su asalto final, vencidísimo a la izquierda de Bale. Y desde ahí le puso la victoria a Morata, que necesitó dos remates, parábola de un partido en el que el Madrid tomó todas las curvas para llegar a la meta.
Luis Nieto
As
La cantera volvió a ser el cuerpo de bomberos del Madrid, enredado en un partido cerrado, bien construido por el Athletic, que fue un hueso. La victoria ante el cuadro de Valverde tuvo un punto de acidez y el convencimiento de que Bale comienza a pesar más que Cristiano. El galés fue el instrumento de percusión que echó la puerta abajo. El portugués, la estampa de una voluntad excepcional sin el más mínimo acierto. Luego llegaron Morata, en su 24º cumpleaños, y Lucas Vázquez y llevaron al Madrid a la orilla. Antes de que Dylan descuelgue el teléfono el Madrid vuelve a ser líder, pero su modelo está sujeto a revisión.
Un Athletic intrépido y un césped de cristal, por efecto de la incesante lluvia, fueron retirando la alfombra al Madrid, al que se le dibujó un escenario idílico de salida: un gol a favor a los seis minutos y espacio para el recreo de sus velocistas. El tanto tuvo un punto de partida habitual, Marcelo. Con la derecha lanzó un pase preciso y profundo a Isco, que lo que entregó como sprinter lo ganó con el maillot de la combatividad. Perdió la carrera con Saborit, pero supo esperar a que el lateral se pasase de frenada para regalarle el gol a Benzema.
Aquella acción desactivó al Athletic durante un cuarto de hora. Sin Aduriz, que es como jugar con una mano a la espalda, Valverde colocó a Raúl García y Eraso, dos puntas o ninguna, según se mire, para obstruir la salida de Kroos, único hilo conductor del Madrid. Aún no había probado la eficacia del experimento cuando se vio por detrás en el marcador y sometido a un Madrid en modo galerna, con la misma alineación y la misma actitud que hace una semana en el Villamarín.
El Cristiano que conocimos, en ese tramo, hubiera hecho pagar al Athletic todos los desperfectos, pero está perdido en el camino del gol, algo que siempre le resultó natural. Ahora su juego y su empeño están muy por debajo de su tino. Así, que tras errar en un remate cruzado y ver cómo Bale mandaba alto otro gran servicio de Marcelo, el Madrid empezó a desacreditarse. Primero, espaciando sus llegadas ante Iraizoz. Después, convirtiendo en frecuente la presencia del Athletic en su área, empujado por Williams y Sabin Merino. Constó en el registró un cabezazo a placer del segundo antes de que firmase el empate, a pase de Eraso, en medio de un pinball en el área del Madrid. Nadie llegó a la segunda jugada. Nadie llega a ellas desde que se lesionó Casemiro, un pestillo que el Madrid ha perdido. El inesperado frenazo condujo al equipo de Zidane a la casilla de salida.
Cambió entonces los papeles, pero tardó en cambiar la actitud. Bale se fue a la izquierda y Cristiano a la derecha, un remiendo geográfico que no remedió el problema endémico: la zona de exclusión que se abre entre la BBC y el resto. Así que el Athletic, que para entonces ya era una nave industrial, reforzó su autoridad y perdonó un gol escandalosamente. Tardará días Williams en dejar de soñar con aquel balón franco que mandó al fondo sur. Y con el regalo de Varane que también se dejó ir ya con 2-1.
La inclusión de Lucas Vázquez y Morata fue una llamada de socorro. La salida de Isco, un politiqueo discutible. No le gustó al público, que veía al malagueño como la solución y no como el problema. Y ahí, formado en un desesperado 4-2-4, lanzó el Madrid su asalto final, vencidísimo a la izquierda de Bale. Y desde ahí le puso la victoria a Morata, que necesitó dos remates, parábola de un partido en el que el Madrid tomó todas las curvas para llegar a la meta.