La llegada de Guardiola cambia el paisaje y alborota el Barça

Barcelona, As
Si alguien como Pep Guardiola, que ha jugado en un equipo desde que era un niño hasta llegar a ser el capitán del mismo ganando por el camino la primera Copa de Europa de la entidad siendo un imberbe futbolista, hasta conquistar como técnico dos Champions más desde el banquillo, regresara al estadio que le vio nacer dirigiendo a otro conjunto, sería recibido entre ovaciones. Sin embargo, en el Barça no pasa eso. Pep Guardiola, que cumple todos estos requisitos (y mucho más), regresará a Barcelona hoy entre una división de opiniones inexplicable para el resto del mundo. Que haya gente en el Camp Nou que siga recelando de Guardiola es un síntoma más que define a una entidad que vive en un cainismo y una contradicción permanente.




La visita de Guardiola a Barcelona dirigiendo al Manchester City cambia el decorado del partido. Hace tiempo que insignes barcelonistas se han enrolado en los citizens. Empezando por el exvicepresidente Ferran Soriano (CEO del City) o Begiristain, que de secretario técnico culé ha pasado a director deportivo del equipo inglés. Pero ninguno de esos trasvases es comparable al impacto de la presencia de Pep.

Ídolo enemigo. El barcelonismo es un ecosistema dado al maniqueísmo. O conmigo o contra mí. Y no hay motivos lógicos para establecer la frontera. Gabri se pasó años defendiendo dignamente la camiseta culé y nunca tuvo el aprecio de la grada. Llegó Larsson y ya antes de la final de París era un ídolo indiscutible a pesar de su escasa aportación. Las masas son inescrutables y con Guardiola, más. Existe un barcelonismo que lo adora por encima de lo que haga y otro que le denigra porque siempre ha sospechado de él. En Guardiola se da por partida doble la paradoja de Woody Allen: una cosa es que te señalen como paranoico y otra, que además, te persigan.

La dificultad del barcelonismo para asumir el regreso de Guardiola entrenando a otro equipo evidencia una herida mal curada en la grada y en la opinión pública. El Barcelona da síntomas de debilidad social cada vez que aparece Guardiola en el horizonte porque únicamente se admiten posiciones maximalistas. Especialmente, las que le ven como un enemigo sospechoso que trata de desballestar al equipo del que salió para formar un monstruo a la imagen y semejanza del que formó.

La visita del City sería un gran partido más de la Champions, pero es, de nuevo, la demostración de que el trauma del Guardiolismo sigue sin superarse.

Una actuación entre la historia y la leyenda

La historia dice que cuando Guardiola ha visitado el Camp Nou como rival (Bayern de Múnich), ha salido derrotado y que se ha marchado elogiando al equipo blaugrana y en especial a leo Messi, al que siempre definió como “imparable”. Ante esta historia existe una leyenda que habla de un entrenador que conspira constantemente para robarle al Barcelona todas las figuras, ya sean jugadores o utilleros y que ejemplifica como nadie la deriva de un barcelonismo que con un ojo mira al campo y con el otro a los juzgados sospechando de conspiraciones en vez de celebrar el regreso de una leyenda que, si la siguen tratando así, tardará en volver.

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