La desnutrición severa asoma en Venezuela
La crisis económica provoca la escasez de alimentos básicos e impacta en la dieta de los ciudadanos
Maolis Castro
Caracas, El País
Saraí Díaz ha improvisado un nudo en el pantalón para ajustarlo a su cintura. Dos meses antes —y con cuatro tallas más—, esta mujer abandonó la frenética búsqueda de alimentos en los supermercados para confinarse en el hospital José Manuel de los Ríos en Caracas porque su hijo, Aarón, enfermó. “Tenía fiebre, diarrea, vómitos y no comía. Creí, al principio, que era un virus”, dice. Sin embargo, el diagnóstico clínico —el mismo por el que otros 79 niños han acudido este año al hospital capitalino— fue desnutrición severa. Aarón, el bebé de cuatro meses y de 4 kilogramos, forma parte ahora de una estadística que refleja las consecuencias del hambre en Venezuela.
En el José Manuel de los Ríos, el principal hospital público especializado en pediatría en Venezuela, se atendió un promedio anual de 30 niños con desnutrición grave entre 2012 y 2013. “La cifra se ha elevado. Creemos que el incremento obedece a la crisis del país”, dice la doctora Ingrid Soto, jefa del servicio de Nutrición del hospital.
La desnutrición no cuenta con indicadores actualizados en Venezuela. El Fondo para la Infancia de las Naciones Unidas (Unicef, por sus siglas en inglés) reveló en un informe publicado recientemente que el 3,4% de los niños de este país caribeño padecía desnutrición en 2013. El último año del que el Gobierno del presidente Nicolás Maduro ofreció estadísticas al organismo internacional.
La erradicación de la desnutrición fue una promesa del sucesor de Hugo Chávez. Cuando Maduro llevaba seis meses como presidente de Venezuela —en octubre de 2013—, juró que en 2019, al final de su mandato, habrían desaparecido la desnutrición y la pobreza en el país. La pobreza extrema entonces se ubicaba en un 5%, pero el Instituto Nacional de Estadísticas ha admitido que subió al 9,3% en 2015. La crisis económica ha impactado sin freno en la dieta de los venezolanos. O, por lo menos, así lo refleja la empresa de análisis Datos al indicar que el 90% ha reducido su compra de alimentos. Asimismo, un estudio elaborado por la caraqueña Universidad Católica Andrés Bello señala que uno de cada 10 venezolanos comió dos o menos veces al día el año pasado.
El bebé de Lorena Sarmientos, al igual que el de Saraí, depende de dos fórmulas lácteas (Alfaré y Althéra) para recuperarse de la desnutrición severa. Pero la crisis ha provocado escasez de estos productos, hasta tal punto que un 63% de los servicios pediátricos de Venezuela no los tienen.
Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, ha ofrecido ayuda al país sudamericano ante lo que considera una crisis humanitaria por las dificultades del Estado venezolano para cubrir las necesidades básicas de los ciudadanos. Pero el Gobierno la ha rechazado. “Tenemos problemas, pero no estamos en una crisis humanitaria”, dijo Rafael Ramírez, embajador de Venezuela ante la ONU, en agosto.
En una diminuta cocina, Jorge Camperos, un administrador contable, dice que recurre al ingenio para enfrentar la adversidad. Con huesos de res y algunas hierbas prepara un caldo para el almuerzo. Otros días, simplemente, se alimenta con mangos. “En mi familia estamos más flacos porque no hay comida para todos”, agrega.
Una familia necesita de media seis salarios mínimos al mes para cubrir los gastos esenciales. El Observatorio Venezolano de Salud (OVS) —una organización sin ánimo de lucro— registra un aumento en el consumo de mangos, yuca y plátanos debido a las dificultades para comprar otros alimentos más costosos como carnes, cereales y lácteos. Los detractores del Gobierno llaman a este menú la dieta de Maduro. El mismo presidente bromeó, hace dos semanas: “La dieta de Maduro te pone más duro sin necesidad de Viagra”.
Premios cuestionados
Venezuela obtuvo el año pasado un segundo reconocimiento del organismo de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) por luchar contra el hambre. Estos premios son cuestionados por la oposición venezolana debido a que se basan en datos entregados por el mismo Ejecutivo al organismo internacional.
EL PAÍS ha querido contactar, sin éxito, mediante correos electrónicos y llamadas telefónicas con el Instituto Nacional de Nutrición (INN) —un organismo público— para conocer la versión oficial de las condiciones alimentarias en Venezuela. Ingrid Candela, una investigadora del OVS, asegura que el Estado oculta las cifras de desnutrición. “Insistimos en pedirlas al INN, pero no ofrecen estadísticas”, asegura.
La crisis, sin embargo, evidencia que el hambre aún golpea en este país. “Ya no se compra lo que se quiere, sino lo que hay”, dice Alice Flores, una habitante del centro de Caracas, que aguarda durante horas en los mercados para conseguir alimentos escasos.
Maduro ha decretado cuatro estados de excepción y de emergencia económica para remendar la crisis, encomendado el abastecimiento de los alimentos a los militares y aumentado dos veces el salario mínimo este año. Pero ninguna de las medidas ha proporcionado al Gobierno un cinturón que detenga la caída de la economía.
Maolis Castro
Caracas, El País
Saraí Díaz ha improvisado un nudo en el pantalón para ajustarlo a su cintura. Dos meses antes —y con cuatro tallas más—, esta mujer abandonó la frenética búsqueda de alimentos en los supermercados para confinarse en el hospital José Manuel de los Ríos en Caracas porque su hijo, Aarón, enfermó. “Tenía fiebre, diarrea, vómitos y no comía. Creí, al principio, que era un virus”, dice. Sin embargo, el diagnóstico clínico —el mismo por el que otros 79 niños han acudido este año al hospital capitalino— fue desnutrición severa. Aarón, el bebé de cuatro meses y de 4 kilogramos, forma parte ahora de una estadística que refleja las consecuencias del hambre en Venezuela.
En el José Manuel de los Ríos, el principal hospital público especializado en pediatría en Venezuela, se atendió un promedio anual de 30 niños con desnutrición grave entre 2012 y 2013. “La cifra se ha elevado. Creemos que el incremento obedece a la crisis del país”, dice la doctora Ingrid Soto, jefa del servicio de Nutrición del hospital.
La desnutrición no cuenta con indicadores actualizados en Venezuela. El Fondo para la Infancia de las Naciones Unidas (Unicef, por sus siglas en inglés) reveló en un informe publicado recientemente que el 3,4% de los niños de este país caribeño padecía desnutrición en 2013. El último año del que el Gobierno del presidente Nicolás Maduro ofreció estadísticas al organismo internacional.
La erradicación de la desnutrición fue una promesa del sucesor de Hugo Chávez. Cuando Maduro llevaba seis meses como presidente de Venezuela —en octubre de 2013—, juró que en 2019, al final de su mandato, habrían desaparecido la desnutrición y la pobreza en el país. La pobreza extrema entonces se ubicaba en un 5%, pero el Instituto Nacional de Estadísticas ha admitido que subió al 9,3% en 2015. La crisis económica ha impactado sin freno en la dieta de los venezolanos. O, por lo menos, así lo refleja la empresa de análisis Datos al indicar que el 90% ha reducido su compra de alimentos. Asimismo, un estudio elaborado por la caraqueña Universidad Católica Andrés Bello señala que uno de cada 10 venezolanos comió dos o menos veces al día el año pasado.
El bebé de Lorena Sarmientos, al igual que el de Saraí, depende de dos fórmulas lácteas (Alfaré y Althéra) para recuperarse de la desnutrición severa. Pero la crisis ha provocado escasez de estos productos, hasta tal punto que un 63% de los servicios pediátricos de Venezuela no los tienen.
Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, ha ofrecido ayuda al país sudamericano ante lo que considera una crisis humanitaria por las dificultades del Estado venezolano para cubrir las necesidades básicas de los ciudadanos. Pero el Gobierno la ha rechazado. “Tenemos problemas, pero no estamos en una crisis humanitaria”, dijo Rafael Ramírez, embajador de Venezuela ante la ONU, en agosto.
En una diminuta cocina, Jorge Camperos, un administrador contable, dice que recurre al ingenio para enfrentar la adversidad. Con huesos de res y algunas hierbas prepara un caldo para el almuerzo. Otros días, simplemente, se alimenta con mangos. “En mi familia estamos más flacos porque no hay comida para todos”, agrega.
Una familia necesita de media seis salarios mínimos al mes para cubrir los gastos esenciales. El Observatorio Venezolano de Salud (OVS) —una organización sin ánimo de lucro— registra un aumento en el consumo de mangos, yuca y plátanos debido a las dificultades para comprar otros alimentos más costosos como carnes, cereales y lácteos. Los detractores del Gobierno llaman a este menú la dieta de Maduro. El mismo presidente bromeó, hace dos semanas: “La dieta de Maduro te pone más duro sin necesidad de Viagra”.
Premios cuestionados
Venezuela obtuvo el año pasado un segundo reconocimiento del organismo de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) por luchar contra el hambre. Estos premios son cuestionados por la oposición venezolana debido a que se basan en datos entregados por el mismo Ejecutivo al organismo internacional.
EL PAÍS ha querido contactar, sin éxito, mediante correos electrónicos y llamadas telefónicas con el Instituto Nacional de Nutrición (INN) —un organismo público— para conocer la versión oficial de las condiciones alimentarias en Venezuela. Ingrid Candela, una investigadora del OVS, asegura que el Estado oculta las cifras de desnutrición. “Insistimos en pedirlas al INN, pero no ofrecen estadísticas”, asegura.
La crisis, sin embargo, evidencia que el hambre aún golpea en este país. “Ya no se compra lo que se quiere, sino lo que hay”, dice Alice Flores, una habitante del centro de Caracas, que aguarda durante horas en los mercados para conseguir alimentos escasos.
Maduro ha decretado cuatro estados de excepción y de emergencia económica para remendar la crisis, encomendado el abastecimiento de los alimentos a los militares y aumentado dos veces el salario mínimo este año. Pero ninguna de las medidas ha proporcionado al Gobierno un cinturón que detenga la caída de la economía.