España abre la muralla
Con paciencia y recurriendo a las bandas abatió a la hermética Albania con los goles de Diego Costa y Nolito. Se lesionó Ramos. La Selección es líder del grupo.
Luis Nieto
As
A España sigue costándole apretar el gatillo, pero a base de sufrir ha mejorado mucho su estrategia de asalto. En Shkoder, sobre un campo resbaladizo, encontró en el perímetro la solución que no le ofreció la puerta principal. Con Ramos de lateral derecho, ensanchando a Vitolo y Silva, llamando a filas a Nolito, acabó con Albania, que no quiso ser otra cosa que caja fuerte.
Fue un trabajo laborioso, que requirió tiempo y esfuerzo, que se pospuso más de lo recomendable, pero que reconoció al mejor. Esta vez esa posesión superior al 70% se cerró con un final feliz, que pudo ser fantástico si Italia no le hubiese ganado a Macedonia sobre la bocina.
De igual modo que España copia sistemáticamente sus partidos, redoblando el rondo y el juego combinado para reafirmar su convicción en el modelo, sus adversarios repiten las contramedidas, casi todas construidas sobre un almacén de defensas agrupados en dos líneas. Únicamente cambia la profundidad a la que su hunde su zaga. La de Albania estuvo más cerca de Berisha que la de Italia de Buffon. Ese acobardamiento se acentuó con el paso de los minutos.
Para esta entrega Lopetegui recortó un defensa (Carvajal) y armó aún más el juego interior con Thiago, que le ha quitado adornos y artificio a su fútbol. Es el último de esa larga saga de futbolistas españoles que se esmeran en el juego corto, una tradición artesana que nos llevó a ganar un Mundial. En cierto modo se le ve como el depositario de la herencia de Iniesta o Silva, aún en buen estado de conservación pero con un recorrido ya muy limitado en el tiempo. Un pasador, con buenos mentores en el Barça (de Xavi a Guardiola) para saltar líneas que no resultó suficiente para hacer más digestivo el partido. Con todo, fue punto de partida de las mejores opciones de España antes del descanso.
Albania no salió de su refugio. Cerró las bandas y el centro, eliminó espacios, exageró su sobrepeso defensivo. Y España no encontró la salida. Como ante Italia, Diego Costa pasó gran parte del partido pisando erizos, encerrado en aquella jaula, esperando casi sin esperanza que alguien le encontrase.
A España le fue mejor cuando la circulación resultó más fluida. De ahí sacó las dos mejores oportunidades del descanso: un remate cercano de Vitolo, habilitado por un taconazo de Diego Costa, y un disparo desde la frontal del área del canario después de una larguísima combinación de La Roja, que todo lo intentó dando un rodeo. Berisha, el portero que De Biasi encontró en un pueblo de pescadores sueco, le echó el anzuelo a ambos remates.
También disminuyeron los coágulos cuando el equipo probó por fuera, con alguna incorporación de Sergio Ramos, central-lateral, que esta vez no jugó sobre la falla de San Andrés. A su mejor envío no le puso broche Diego Costa. Eso también le pareció a Lopetegui, que en el descanso cambió de banda a Silva y Vitolo y metió a Busquets como central para alargar el viaje de Sergio Ramos, definitivamente de regreso a su pasado. La agitación exterior siempre es buena práctica en encuentros de este insoportable hermetismo.
De hecho, Nolito estaba a punto de radicalizar ese ataque por los flancos cuando, como contra Italia, el meta adversario abrió la puerta del encuentro. Un envío errático de Berisha le cayó a Vitolo, que aprovechó bien el espacio. Silva recibió y dejó a Diego Costa a puerta vacía. El gol que cancelaba la hipoteca de la Selección, el gol que ponía a Albania en la cazuela.
El resto fue un trabajo sencillo, favorecido por las travesuras de Nolito. En la primera salió bien parado de un rebote en su recorte a Hysaj y cruzó su disparo a la red. Su sexto gol con España. Una rentabilidad que debería reconocerle hasta el Fondo Monetario Internacional.
El cierre del partido dejó la mala noticia de la lesión de Sergio Ramos en su rodilla izquierda. También el ahorro de minutos a Iniesta y la presencia de Isco. Todo con Albania rendida ya sin condiciones. Ese milagro que le llevó a la Eurocopa quedó suficientemente estirado allí.
Luis Nieto
As
A España sigue costándole apretar el gatillo, pero a base de sufrir ha mejorado mucho su estrategia de asalto. En Shkoder, sobre un campo resbaladizo, encontró en el perímetro la solución que no le ofreció la puerta principal. Con Ramos de lateral derecho, ensanchando a Vitolo y Silva, llamando a filas a Nolito, acabó con Albania, que no quiso ser otra cosa que caja fuerte.
Fue un trabajo laborioso, que requirió tiempo y esfuerzo, que se pospuso más de lo recomendable, pero que reconoció al mejor. Esta vez esa posesión superior al 70% se cerró con un final feliz, que pudo ser fantástico si Italia no le hubiese ganado a Macedonia sobre la bocina.
De igual modo que España copia sistemáticamente sus partidos, redoblando el rondo y el juego combinado para reafirmar su convicción en el modelo, sus adversarios repiten las contramedidas, casi todas construidas sobre un almacén de defensas agrupados en dos líneas. Únicamente cambia la profundidad a la que su hunde su zaga. La de Albania estuvo más cerca de Berisha que la de Italia de Buffon. Ese acobardamiento se acentuó con el paso de los minutos.
Para esta entrega Lopetegui recortó un defensa (Carvajal) y armó aún más el juego interior con Thiago, que le ha quitado adornos y artificio a su fútbol. Es el último de esa larga saga de futbolistas españoles que se esmeran en el juego corto, una tradición artesana que nos llevó a ganar un Mundial. En cierto modo se le ve como el depositario de la herencia de Iniesta o Silva, aún en buen estado de conservación pero con un recorrido ya muy limitado en el tiempo. Un pasador, con buenos mentores en el Barça (de Xavi a Guardiola) para saltar líneas que no resultó suficiente para hacer más digestivo el partido. Con todo, fue punto de partida de las mejores opciones de España antes del descanso.
Albania no salió de su refugio. Cerró las bandas y el centro, eliminó espacios, exageró su sobrepeso defensivo. Y España no encontró la salida. Como ante Italia, Diego Costa pasó gran parte del partido pisando erizos, encerrado en aquella jaula, esperando casi sin esperanza que alguien le encontrase.
A España le fue mejor cuando la circulación resultó más fluida. De ahí sacó las dos mejores oportunidades del descanso: un remate cercano de Vitolo, habilitado por un taconazo de Diego Costa, y un disparo desde la frontal del área del canario después de una larguísima combinación de La Roja, que todo lo intentó dando un rodeo. Berisha, el portero que De Biasi encontró en un pueblo de pescadores sueco, le echó el anzuelo a ambos remates.
También disminuyeron los coágulos cuando el equipo probó por fuera, con alguna incorporación de Sergio Ramos, central-lateral, que esta vez no jugó sobre la falla de San Andrés. A su mejor envío no le puso broche Diego Costa. Eso también le pareció a Lopetegui, que en el descanso cambió de banda a Silva y Vitolo y metió a Busquets como central para alargar el viaje de Sergio Ramos, definitivamente de regreso a su pasado. La agitación exterior siempre es buena práctica en encuentros de este insoportable hermetismo.
De hecho, Nolito estaba a punto de radicalizar ese ataque por los flancos cuando, como contra Italia, el meta adversario abrió la puerta del encuentro. Un envío errático de Berisha le cayó a Vitolo, que aprovechó bien el espacio. Silva recibió y dejó a Diego Costa a puerta vacía. El gol que cancelaba la hipoteca de la Selección, el gol que ponía a Albania en la cazuela.
El resto fue un trabajo sencillo, favorecido por las travesuras de Nolito. En la primera salió bien parado de un rebote en su recorte a Hysaj y cruzó su disparo a la red. Su sexto gol con España. Una rentabilidad que debería reconocerle hasta el Fondo Monetario Internacional.
El cierre del partido dejó la mala noticia de la lesión de Sergio Ramos en su rodilla izquierda. También el ahorro de minutos a Iniesta y la presencia de Isco. Todo con Albania rendida ya sin condiciones. Ese milagro que le llevó a la Eurocopa quedó suficientemente estirado allí.