¿Cuándo asume Bauza?
Juega con un libreto prestado, con un plantel heredado que no lo representa. Hace cambios temerosos, no se impone y su autoridad quedó en discusión...
Pablo Ramon
pramon@ole.com.ar
Si hay un equipo disociado de su entrenador, al menos del estilo que construyó en su extensa y respetada carrera, ése es Argentina. El único rasgo palpable y latente de que esta Selección es dirigida por Edgardo Bauza es el Patón mismo, parado al costado de la cancha. Y dirigir con un libreto prestado, con intérpretes puestos por decisiones tercerizadas -por acción u omisión- es el peor pecado de un entrenador. Las ideas y las convicciones se consensúan si se puede, se discuten si es pertinente o se imponen si es necesario. Desde la autoridad del conductor y líder. Pero nunca se negocian ni se resignan.
Jamás.
El ciclo está en pañales y es normal andar a tientas. Por eso es más necesario todavía que el técnico tenga jugadores propios, de su riñón, en los que él pueda confiar para que su sistema sea interpretado de movida, para que el camino pueda ser seguido por el resto. Este equipo que se dice de Bauza es como el de Martino, pero lavado en su ejecución, liviano de convicciones, inconsistente de fortalezas. Bauza perdió su chance de oro: entrar pisando fuerte. Esta renovación a medio término que significó la lamentable renuncia de Martino invitaba a un reseteo de un equipo que necesitaba una renovación parcial pero profunda luego de tres finales perdidas. Nada de eso ocurrió: ahora su autoridad quedó en discusión y la crisis le explotó por vestirse con las ropas de otros.
¿Dónde está la firmeza defensiva que siempre fue virtud basal de sus equipos? ¿En qué lugar se durmió su destreza estratégica y picardía táctica? ¿Por qué abandonó su juego vigoroso, la presión sobre el rival y la prepotencia? ¿Cuándo el duro Bauza que luce orgulloso en su cara las cicatrices de guerra mutó en este técnico light, de modales tibios, que no se enoja, no grita y no se impone? Hacen ruido sus cambios con olor a miedo como hace ruido su falta de agallas para sacar a Agüero, sólo para evitar el costo político que le traería puertas adentro. Eligió el camino fácil de dejar en cancha a las vacas sagradas, total es más fácil que salgan Gaitán o Banega, aún a riesgo de que el equipo se quede sin un cristiano que maneje la pelota.
Es extraño cómo Bauza defiende a un grupo de jugadores que él heredó y que, vamos, no lo representa. Dice que confía a muerte en él pero al mismo tiempo no puede explicar por qué ese mismo plantel “que tiene ganas y está muy dolido” -elementos que no justifican una convocatoria actual y futura- no juega como juegan (¿o jugaban?) sus equipos.
Quizá lo más alarmante sea que semejante cachetazo de realidad no le mueva nada su discurso. Si admite que lo que se verá a futuro es más o menos lo que vimos anoche, vale reiterar una pregunta que alarma y urge ser contestada: ¿cuándo asume Bauza?
Pablo Ramon
pramon@ole.com.ar
Si hay un equipo disociado de su entrenador, al menos del estilo que construyó en su extensa y respetada carrera, ése es Argentina. El único rasgo palpable y latente de que esta Selección es dirigida por Edgardo Bauza es el Patón mismo, parado al costado de la cancha. Y dirigir con un libreto prestado, con intérpretes puestos por decisiones tercerizadas -por acción u omisión- es el peor pecado de un entrenador. Las ideas y las convicciones se consensúan si se puede, se discuten si es pertinente o se imponen si es necesario. Desde la autoridad del conductor y líder. Pero nunca se negocian ni se resignan.
Jamás.
El ciclo está en pañales y es normal andar a tientas. Por eso es más necesario todavía que el técnico tenga jugadores propios, de su riñón, en los que él pueda confiar para que su sistema sea interpretado de movida, para que el camino pueda ser seguido por el resto. Este equipo que se dice de Bauza es como el de Martino, pero lavado en su ejecución, liviano de convicciones, inconsistente de fortalezas. Bauza perdió su chance de oro: entrar pisando fuerte. Esta renovación a medio término que significó la lamentable renuncia de Martino invitaba a un reseteo de un equipo que necesitaba una renovación parcial pero profunda luego de tres finales perdidas. Nada de eso ocurrió: ahora su autoridad quedó en discusión y la crisis le explotó por vestirse con las ropas de otros.
¿Dónde está la firmeza defensiva que siempre fue virtud basal de sus equipos? ¿En qué lugar se durmió su destreza estratégica y picardía táctica? ¿Por qué abandonó su juego vigoroso, la presión sobre el rival y la prepotencia? ¿Cuándo el duro Bauza que luce orgulloso en su cara las cicatrices de guerra mutó en este técnico light, de modales tibios, que no se enoja, no grita y no se impone? Hacen ruido sus cambios con olor a miedo como hace ruido su falta de agallas para sacar a Agüero, sólo para evitar el costo político que le traería puertas adentro. Eligió el camino fácil de dejar en cancha a las vacas sagradas, total es más fácil que salgan Gaitán o Banega, aún a riesgo de que el equipo se quede sin un cristiano que maneje la pelota.
Es extraño cómo Bauza defiende a un grupo de jugadores que él heredó y que, vamos, no lo representa. Dice que confía a muerte en él pero al mismo tiempo no puede explicar por qué ese mismo plantel “que tiene ganas y está muy dolido” -elementos que no justifican una convocatoria actual y futura- no juega como juegan (¿o jugaban?) sus equipos.
Quizá lo más alarmante sea que semejante cachetazo de realidad no le mueva nada su discurso. Si admite que lo que se verá a futuro es más o menos lo que vimos anoche, vale reiterar una pregunta que alarma y urge ser contestada: ¿cuándo asume Bauza?