ATLÉTICO 4 - MÁLAGA 2 Carrasco dispara al Atleti

Doblete del belga ante un Málaga inferior que estuvo cerca de dar un susto cuando Savic vio la roja. Gameiro también hizo doblete. Sandro y Camacho, goleadores blanquiazules.

Patricia Cazón
As
A las 18:26 Simeone emergió de las profundidades del Calderón. Vestía, de nuevo, chaqueta negra, entallada, corbata fina, también negra, como la correa del reloj, como la camisa, ese traje que se puso por primera vez aquella noche de mayo, 17 para 18, de 2013, cuando el Atleti ganó al Madrid catorce años después y se llevó, de paso, una Copa del Rey. No había vuelto a quitárselo. Nunca. Es cábala. Hasta el sábado pasado, cuando en el Pizjuán había salido en chándal. Ayer, en el Calderón, el hombre de negro había vuelto al banquillo del Atleti y, junto a él, la victoria de su equipo.


Seis goles, dos expulsiones, un lesionado. Y no fue fácil porque el partido fue muchos a la vez. En la primera parte, una verbena de la defensa del Málaga. En la segunda, un juego embarullado, sucio, de balones perdidos y fallos sin explicación, donde cada jugada era una taquicardia, aunque ningún balón llegara a las áreas. Es lo que tiene la ventaja de un solo gol, pero ningún equipo se mueve en la agonía como este el hombre de negro. Y eso que, cuando el partido comenzó, nada de este final se intuía. Siete minutos tardó en darle Carrasco la ventaja en el marcador al Atleti. Está en unas de esas rachas que los goles se le caen de los bolsillos. Y ya no sólo es el gol, es la rapidez con la que se mueve, como si el principio de la teletransportación estuviera en su cuerpo. Está aquí y un segundo después allá. Hasta a su sombra, seguro, le cuesta seguirle. Aquí aprovechó que Koné había salido despistado para enganchar un pase al hueco de Griezmann para irse a por Kameni y fusilarle con la izquierda, su pierna menos buena, si es que algo malo tiene el chaval. El hombre de negro en el banquillo alzó el puño a la grada. “Vamos, vamos”, dijo entre dientes. Su Atleti volvía a ser su Atleti. Eficaz en la presión, rápido en la transición y letal arriba.

Dos jugadas más tarde, el propio Carrasco le daba un zapatazo a un balón para alejar del área de Oblak el peligro que entre Chory Castro, Camacho y Sandro llevaban. Un segundo después estaba de vuelta arriba. Lo dicho. La teletransportación es suya.

Y la verbena cosa de los centrales del Málaga. Koné pronto volvería a acaparar los focos. Era el jugador número 12 del Atleti, un rojiblanco infiltrado.

Si en el gol de Carrasco cuando quiso defenderle el balón ya estaba en la red, el de Gameiro, prácticamente lo fabricó él. Centró un balón Juanfran desde la derecha al que Koné llegaba sin problema, pero decidió entregarle el balón a Camacho de cabeza, así, como si fuera malabarista y no futbolista, como quien, le entrega a un amigo de cabeza una pelota inocente, “toma, mira, cógela”, como si no estuviera a un metro de su portero y con cuatro rojiblancos salivando a sus pies, esperando un regalo así. Pasó lo que se suponía que iba a pasar. Camacho no esperaba el balón y no lo despejó, cuando éste tocó el suelo, Gameiro lo empaló. Nada pudo hacer Kameni. Koné le había dejado desnudo.

Entre ese gol y el segundo que Gameiro le haría al Málaga se lesionó Gaitán y Sandro logró el empate. Y en este gol hay que detenerse porque fue golazo. Sacó una falta a la derecha de la portería de Oblak y no se sabe si centraba o tiraba a portería, pero le salió un disparo fortísimo, a la escuadra de Oblak, que en un visto y no visto había encajado su quinto gol en esta Liga. El balón dibujó una parábola perfecta en el aire y voló más rápido que se mueven las piernas de Carrasco. Y eso ya es decir.

Kameni seis minutos después evitó que Griezmann le hiciera el tercero. Saúl le puso a la espalda de la defensa un balón delicioso para que el francés aprovechara su velocidad, pero Grizi estampó el balón en el cuerpo del portero, como si no hubiera más portería adonde enviarlo. No tenía el día este francés pero el otro sí. Monta tanto, tanto monta. No extraña. El Málaga es el rival favorito de Gameiro. Le motiva, le inspira, le afila. Poco antes del descanso volvería a alejarse el Atleti en el marcador gracias a su segundo gol, tras otro regalo de un central del Málaga (ahora Villanueva), que tocó un pelín de cabeza un balón de Griezmann para Gameiro y se lo colocó perfecto para que éste se quedara solo ante Kameni y le batiera por bajo. El hombre de negro sonrió tranquilo en su banquillo.

La segunda parte comenzó con el Málaga contagiado del mal día de sus centrales, como si éste se hubiera expandido por todo el campo como una gripe, pero su juego era embarullado, incapaz de encadenar dos pases seguidos. Todo le costaba, mientras Correa se había convertido en un dolor constante.

Entonces el partido llegó al minuto 59’ y cambió para siempre. Y no porque Juande tirara de cromos y entrara Juanpi sino porque Estrada Villanueva vio falta en un resbalón de Savic ante Chory Castro (ni le rozó) y le sacó amarilla. Ya tenía una. Roja. A la caseta. El hombre de negro no se lo podía creer. Pero sus quejas al árbitro de nada sirvieron, así que se dio la vuelta miró al banquillo y señaló a Lucas para intentar igualar la inferioridad de hombres sobre el campo. Antes de que Tiago entrara (por Gameiro) Camacho volaba ante Godín y Saúl y hacía el segundo del Málaga. Oblak no estuvo rápido de reflejos. Oblak empieza a ser humano.

El partido entró en los minutos de los golpes y las tarascadas. Entrada de En Nesyri a Gabi. Replica de Godín a Sandro. Los jugadores pasaban más tiempo por el suelo que el balón. A ninguno de los dos equipos les duraba ya el balón. Todas las jugadas eran una fiesta amarilla. Todas terminaban con un silbido de Estrada Fernández y una tarjeta fuera de su bolsillo. Carrasco intentó que sólo volviera a mandar el fútbol y, desde el mismo lugar desde el que Sandro había batido a Oblak de libre directo en la primera parte, lanzaba una falta que fue un calco sólo que unos centímetros más arriba: en vez de en la red acabó en el palo. Quince minutos de partido quedaban. Y fueron larguísimos hasta que en el 86’ el partido volvió al principio: el belga, quién si no, enganchó un balón a la espalda de Correa y corrió hacia Kameni como si el partido volviera a estar en el minuto 7, sólo que esta vez le fusiló con la derecha para arrebatarle al partido el aire de taquicardia. Después Estrada Fernández devolvería el equilibrio a la hierba al expulsar al Chory Castro por un leve toque a Gabi mientras en la grada no se había apagado su nombre.

Catorce tardes de Liga, sólo catorce le quedan. Serán más por la Champions, por la Copa, pero ya nada detiene esta cuenta regresiva. Cada partido es un tic y también un tac. Cada partido no es uno más sino uno menos. Cada partido es una despedida. El Calderón se despide poco a poco. Cuánto lo echaremos de menos. Lo escribía Torres el otro día. Su mármol rosa, en algunos lugares ya cuarteado, su cemento viejo, el escudo que Luis prohibía pisar. Tardes como ésta, intensas, taquicárdicas, por lo que sea, pero que, con el hombre de negro en su banquillo, siempre acaban en sonrisas.

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