Un empate con mala cara
El Madrid perdió muchas ocasiones y entregó dos puntos a un Las Palmas que luchó sin desmayo. Cristiano encajó muy mal su sustitución.
Luis Nieto
As
El Madrid perdió dos puntos y el buen humor en Las Palmas. Algo se quebró entre Zidane y Cristiano cuando el francés plegó velas con la ventaja en el marcador y relevó a la estrella sin su consentimiento. Hecho ambientalmente relevante acompañado de los gestos de desaprobación de Cristiano, incapaz de disimular cuando se actúa contra su egoteca. Las malas caras agravaron el mal resultado, accidental, esta vez producto de distracciones defensivas y no de distracciones emocionales.
Esta vez ni Zidane ni el Madrid se anduvieron con rodeos. Benzema perdió su condición de aforado y el sitio con Morata, a día de hoy con más piernas, más genio y mejor talante. En apenas un cuarto de hora disfrutó del cambio el Madrid, que mejoró sus automatismos, fue un equipo alobado en la presión y aplicado sin la pelota. A ratos pareció correr demasiado, pecar por exceso, exagerar su propósito de enmienda. Pero disimuló bien sus bajas, con Kroos y Modric repartiéndose ese trabajo en el subsuelo de Casemiro. Llevaron al Madrid con frecuencia y con continuidad ante Javi Varas, pero les faltó la austeridad del brasileño y su aplicación para cubrir esas zonas de nadie en los rechaces.
También quedó bien Nacho, un defensa camaleón que maneja muchos registros. Fue un lateral izquierdo de banda ancha. Preparó el gol de Marco Asensio en arrancada muy de Marcelo. Y el propio Asensio ha acabado por orillar a Isco, James y Kovacic incluso cuando la plaza que se rifa está en el centro del campo. El papel de mediapunta le da un punto de jerarquía y muchas oportunidades de gol. Ha sido titular en todos los partidos a domicilio, donde los entrenadores suelen llamar a los cuerpos especiales.
Esa propuesta ambiciosa del Madrid y el buen sentido de Las Palmas, con ocho canteranos, deparó un choque verdaderamente divertido, hiperactivo, en el que la corriente le llevó mucho a las dos áreas. Más a la canaria. Pero Las Palmas, un equipo que siempre resultó acogedor para los futbolistas de pie de seda, aguantó bien las perturbaciones y supo aprovechar su oportunidad para empatar antes de que le enfriara el tanto de Asensio.
El Madrid esperó a Cristiano, el futbolista que conoce los códigos nucleares en el equipo, pero aún anda volviendo, desesperadamente despacio.
Javi Varas paró tres antes del descanso y vio a Morata, Cristiano y Bale en sus narices otras tantas veces. Después, Las Palmas fue enredando la madeja en el centro del campo y a Zidane le entraron las prisas razonablemente. Así que tomó la decisión subversiva de quitar a Asensio para meter a Benzema. BBC más Morata. Una línea de cañones tremenda favorecida por el apagón físico del equipo canario. La medida tuvo un efecto fulminante. Tres minutos en el campo y gol del francés, preludio de otro golpe de efecto de Zidane, que quitó a Cristiano para restaurar el 4-4-2 con Lucas Vázquez. Un guiño a la meritocracia que provocó la combustión gestual del portugués. Le dio la mano al técnico de mala gana y sin mirarle a la cara. Es el lado oscuro de Cristiano, que no aguanta una fiesta si a él no le parece divertida. Lo peor es que esta vez ni siquiera hubo fiesta al final, porque Araujo, favorecido por los rebotes, llevo a Las Palmas a un empate con peor cara que juego.
Luis Nieto
As
El Madrid perdió dos puntos y el buen humor en Las Palmas. Algo se quebró entre Zidane y Cristiano cuando el francés plegó velas con la ventaja en el marcador y relevó a la estrella sin su consentimiento. Hecho ambientalmente relevante acompañado de los gestos de desaprobación de Cristiano, incapaz de disimular cuando se actúa contra su egoteca. Las malas caras agravaron el mal resultado, accidental, esta vez producto de distracciones defensivas y no de distracciones emocionales.
Esta vez ni Zidane ni el Madrid se anduvieron con rodeos. Benzema perdió su condición de aforado y el sitio con Morata, a día de hoy con más piernas, más genio y mejor talante. En apenas un cuarto de hora disfrutó del cambio el Madrid, que mejoró sus automatismos, fue un equipo alobado en la presión y aplicado sin la pelota. A ratos pareció correr demasiado, pecar por exceso, exagerar su propósito de enmienda. Pero disimuló bien sus bajas, con Kroos y Modric repartiéndose ese trabajo en el subsuelo de Casemiro. Llevaron al Madrid con frecuencia y con continuidad ante Javi Varas, pero les faltó la austeridad del brasileño y su aplicación para cubrir esas zonas de nadie en los rechaces.
También quedó bien Nacho, un defensa camaleón que maneja muchos registros. Fue un lateral izquierdo de banda ancha. Preparó el gol de Marco Asensio en arrancada muy de Marcelo. Y el propio Asensio ha acabado por orillar a Isco, James y Kovacic incluso cuando la plaza que se rifa está en el centro del campo. El papel de mediapunta le da un punto de jerarquía y muchas oportunidades de gol. Ha sido titular en todos los partidos a domicilio, donde los entrenadores suelen llamar a los cuerpos especiales.
Esa propuesta ambiciosa del Madrid y el buen sentido de Las Palmas, con ocho canteranos, deparó un choque verdaderamente divertido, hiperactivo, en el que la corriente le llevó mucho a las dos áreas. Más a la canaria. Pero Las Palmas, un equipo que siempre resultó acogedor para los futbolistas de pie de seda, aguantó bien las perturbaciones y supo aprovechar su oportunidad para empatar antes de que le enfriara el tanto de Asensio.
El Madrid esperó a Cristiano, el futbolista que conoce los códigos nucleares en el equipo, pero aún anda volviendo, desesperadamente despacio.
Javi Varas paró tres antes del descanso y vio a Morata, Cristiano y Bale en sus narices otras tantas veces. Después, Las Palmas fue enredando la madeja en el centro del campo y a Zidane le entraron las prisas razonablemente. Así que tomó la decisión subversiva de quitar a Asensio para meter a Benzema. BBC más Morata. Una línea de cañones tremenda favorecida por el apagón físico del equipo canario. La medida tuvo un efecto fulminante. Tres minutos en el campo y gol del francés, preludio de otro golpe de efecto de Zidane, que quitó a Cristiano para restaurar el 4-4-2 con Lucas Vázquez. Un guiño a la meritocracia que provocó la combustión gestual del portugués. Le dio la mano al técnico de mala gana y sin mirarle a la cara. Es el lado oscuro de Cristiano, que no aguanta una fiesta si a él no le parece divertida. Lo peor es que esta vez ni siquiera hubo fiesta al final, porque Araujo, favorecido por los rebotes, llevo a Las Palmas a un empate con peor cara que juego.