Secretismo y confusión rodean la muerte del presidente de Uzbekistán

Después varias informaciones contradictorias, el Gobierno y Parlamento han confirmado la muerte


Rodrigo Fernández
Moscú, El País
El Gobierno y el Parlamento uzbekos han confirmado, después de horas de incertidumbre, la muerte del presidente Islam Karimov. "El 2 de septiembre, después de una grave enfermedad, ha fallecido el destacado líder político, el presidente de Uzbekistán", han señalado en un comunicado conjunto. Además, han anunciado que el entierro tendrá lugar este sábado 3 de septiembre en su ciudad natal, Samarcanda, la segunda del país, en el cementerio donde yacen dos de sus hermanos y su madre. Las autoridades han declarado duelo nacional de tres días y han creado una comisión especial para organizar los funerales, que preside el primer ministro, Shavkat Mirziyóyev.


Desde que Karímov entró en el hospital el secretismo, habitual en el régimen, se reforzó al máximo. Nadie sabía lo que realmente había sucedido con el presidente y la situación se había ido agravando con los días. La agencia digital Fergana aseguró el lunes que Karímov había muerto, citando fuentes cercanas a las altas esferas del poder. El desmentido no tardó en llegar y aparentemente el líder uzbeko continuó en cuidados intensivos.

El viernes la noticia de la muerte de Karímov la dieron medios locales independientes y agencias occidentales que aducían fuentes diplomáticas. Más tarde apareció una primera confirmación gubernamental citada por la agencia rusa Interfax, que poco después tuvo que desdecirse la noticia tras el desmentido de un funcionario a otro medio.

El régimen de Karímov ha estado marcado por la violación de los derechos humanos, particularmente por la práctica de la tortura, la persecución religiosa, el aplastamiento a los opositores, la censura y las falsificaciones electorales.

En 1989 Karímov fue nombrado primer secretario del Partido Comunista de Uzbekistán, máximo cargo en la época soviética, y al año siguiente, cuando su país era aún una de las 15 repúblicas que formaban la URSS, fue elegido presidente, cargo instituido durante la perestroika soviética. Al convertirse Uzbekistán en una nación independiente en 1991, después de la desintegración del imperio comunista, Karímov conservó su puesto. A partir de entonces ha ganado todos los comicios con porcentajes cercanos al 90%.

A pesar de la pésima imagen del régimen en materia de derechos humanos, Karímov contaba con el apoyo no solo de Rusia, sino también de Estados Unidos. Ambas potencias preferían mantener su amistad con el dictador centroasiático debido a razones geoestratégicas y comerciales. Uzbekistán, que tiene grandes yacimientos de hidrocarburos y oro, es una pieza clave en las operaciones realizadas por Washington en Afganistán con quien comparte frontera. Para Rusia es un importante socio económico, al que le compra grandes cantidades de gas.

Según la Constitución, a la muerte del jefe de Estado es el presidente del Senado quien asume las riendas del país hasta que se convoquen nuevas elecciones en el plazo de tres meses. Karímov públicamente no ha dejado ningún sucesor, pero los comentaristas coinciden en que Nigmatilla Yuldashev, que dirige la Cámara Alta, no tiene el peso suficiente para sustituirlo.

El mejor posicionado para la sucesión es el primer ministro Shavkat Mirziyóyev, tanto por su cercanía a la familia de Karímov como por ser aliado de Rustám Inoyátov, jefe de los servicios de seguridad, hombre clave para decidir la elección, según los observadores. El mismo hecho de que Mirziyóyev haya sido nombrado presidente de la comisión para los funerales de Karímov podría significar que ya está decidido que será el nuevo líder del país.

Otro candidato es el titular de Finanzas y vicejefe del Gobierno, Rustám Azímov, del que inicialmente se dijo que estaba bajo arresto domiciliario tras la hospitalización de Karímov. La noticia fue desmentida por su departamento por lo que, si ha conservado su poder como jefe del “clan de Tashkent” todavía podría competir por la presidencia.

Los analistas descartan grandes cambios con la llegada de un nuevo presidente. Mirziyóyev es considerado un político prorruso, mientras que Azímov sería más prooccidental, lo que no significa que sea democrático. Para mantener la mano dura seguramente se usará el mismo pretexto que usaba Karímov: el peligro de que los musulmanes fundamentalistas tomen posiciones en el país, lo que, debido a la posición estratégica de Uzbekistán, podría desestabilizar a toda la región.

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