Los líderes mundiales buscan revitalizar la economía global
El G20 que se celebra este fin de semana en la ciudad china de Hangzhou aspira a poner remedio al débil crecimiento del comercio y la inversión
Xavier Fontdeglòria
Hangzhou, El País
La reunión de las veinte mayores potencias desarrolladas y emergentes del planeta tiene como principal objetivo, al menos sobre el papel, encontrar una solución al débil crecimiento global y cambiar un horizonte que se antoja sombrío. Los miembros del G20 comparten el diagnóstico, pero no han sido capaces de consensuar un tratamiento para paliar a los males de los que adolece la economía mundial. La cumbre en la ciudad china de Hangzhou pondrá a prueba la capacidad del club de hallar nuevas recetas para abordar el problema, pero sobre todo su voluntad de afrontarlo en solitario o de forma conjunta.
La economía mundial sigue lejos de recuperar los niveles de crecimiento pre-crisis. El Fondo Monetario Internacional (FMI) rebajó en julio por enésima vez sus previsiones para este año y el próximo hasta el 3,1% y el 3,4%, respectivamente, y ha sugerido que habrá otro recorte en la revisión que dará a conocer este octubre. El comercio internacional aumenta en torno al 3% anual desde 2012, menos de la mitad de la tasa que se registraba en los años previos a la quiebra de Lehman Brothers.
En un momento en que tratados de libre comercio como la Alianza Transpacífica o el TTIP están en cuestión, el G20 enarbolará la bandera de la globalización y se comprometerá, como ha hecho en otras reuniones, en no adoptar medidas proteccionistas. Pero las promesas distan de la realidad: según la Organización Mundial del Comercio (OMC), desde la última cumbre en Turquía los integrantes del grupo han aplicado 145 nuevas medidas de restricción del comercio, el nivel más alto desde que el organismo empezó a elaborar esta informe, en 2009.
Estas contradicciones son habituales entre los miembros del G20, concebido como el principal foro de discusión de política económica del planeta. De los compromisos adquiridos en la reunión de Brisbane de 2014, que buscaban añadir un 2% adicional al crecimiento global hasta 2018, apenas se han cumplido poco más de la mitad. El FMI ya ha vaticinado que este objetivo está prácticamente "fuera del alcance" del grupo por la falta de acción política. Además, las diferencias entre los miembros sobre cuál es la mejor receta para relanzar la economía global son conocidas y prueba de ello es el asincronismo de las políticas fiscales o monetarias en varias partes del planeta, hasta el punto que unas contradicen otras.
"Los integrantes del G20 tienen que coordinarse más, pero la situación económica y política de cada miembro es diferente y eso provoca conflictos a corto plazo. Cada país decide cómo y cuándo aplicar ciertos acuerdos. Cuando hay un problema que no es urgente para ciertos miembros, estos no son tan activos a cooperar", explica Huang Wei, director del Instituto de Economía y Política Mundial de la Academia China de Ciencias Sociales.
China misma se encuentra en la difícil tesitura de defender el libre comercio -el milagro chino se ha forjado gracias a su competitividad exterior- al mismo tiempo que está en el centro de las críticas por inundar los mercados mundiales de productos baratos y no afrontar con la rapidez que debería el enorme problema de exceso de capacidad.
El gigante asiático aspira que el encuentro en Hangzhou, que se celebrará el domingo y lunes, termine con un gran pacto que abra paso a un nuevo sistema de gobernanza económica mundial a largo plazo, en el que Pekín desempeñaría un papel clave. Huang admite las dificultades de alcanzar un acuerdo de calado en las circunstancias actuales: "primero, las propuestas del anfitrión tienen que responder al interés común de todos los países y, segundo, deben tener suficiente influencia como para que los miembros dejen de lado sus diferencias y avancen en el pacto". "El entorno idílico de este año debería ser propicio para la cooperación. Sin embargo, esperamos un resultado tibio, bueno sobre el papel pero que no se traducirá en políticas viables", aseguran en una nota los economistas de BBVA Research.
Se prevé que en Hangzhou los líderes ratifiquen el compromiso que los ministros de Finanzas del bloque expresaron en las reuniones preparatorias: utilizar "todas las herramientas posibles" en política monetaria, fiscal y estructural para relanzar el crecimiento. Se espera, sin embargo, un especial énfasis en las reformas, para cuya implementación la voluntad política es esencial, algo que hasta el momento ha escaseado en el G20.
Xavier Fontdeglòria
Hangzhou, El País
La reunión de las veinte mayores potencias desarrolladas y emergentes del planeta tiene como principal objetivo, al menos sobre el papel, encontrar una solución al débil crecimiento global y cambiar un horizonte que se antoja sombrío. Los miembros del G20 comparten el diagnóstico, pero no han sido capaces de consensuar un tratamiento para paliar a los males de los que adolece la economía mundial. La cumbre en la ciudad china de Hangzhou pondrá a prueba la capacidad del club de hallar nuevas recetas para abordar el problema, pero sobre todo su voluntad de afrontarlo en solitario o de forma conjunta.
La economía mundial sigue lejos de recuperar los niveles de crecimiento pre-crisis. El Fondo Monetario Internacional (FMI) rebajó en julio por enésima vez sus previsiones para este año y el próximo hasta el 3,1% y el 3,4%, respectivamente, y ha sugerido que habrá otro recorte en la revisión que dará a conocer este octubre. El comercio internacional aumenta en torno al 3% anual desde 2012, menos de la mitad de la tasa que se registraba en los años previos a la quiebra de Lehman Brothers.
En un momento en que tratados de libre comercio como la Alianza Transpacífica o el TTIP están en cuestión, el G20 enarbolará la bandera de la globalización y se comprometerá, como ha hecho en otras reuniones, en no adoptar medidas proteccionistas. Pero las promesas distan de la realidad: según la Organización Mundial del Comercio (OMC), desde la última cumbre en Turquía los integrantes del grupo han aplicado 145 nuevas medidas de restricción del comercio, el nivel más alto desde que el organismo empezó a elaborar esta informe, en 2009.
Estas contradicciones son habituales entre los miembros del G20, concebido como el principal foro de discusión de política económica del planeta. De los compromisos adquiridos en la reunión de Brisbane de 2014, que buscaban añadir un 2% adicional al crecimiento global hasta 2018, apenas se han cumplido poco más de la mitad. El FMI ya ha vaticinado que este objetivo está prácticamente "fuera del alcance" del grupo por la falta de acción política. Además, las diferencias entre los miembros sobre cuál es la mejor receta para relanzar la economía global son conocidas y prueba de ello es el asincronismo de las políticas fiscales o monetarias en varias partes del planeta, hasta el punto que unas contradicen otras.
"Los integrantes del G20 tienen que coordinarse más, pero la situación económica y política de cada miembro es diferente y eso provoca conflictos a corto plazo. Cada país decide cómo y cuándo aplicar ciertos acuerdos. Cuando hay un problema que no es urgente para ciertos miembros, estos no son tan activos a cooperar", explica Huang Wei, director del Instituto de Economía y Política Mundial de la Academia China de Ciencias Sociales.
China misma se encuentra en la difícil tesitura de defender el libre comercio -el milagro chino se ha forjado gracias a su competitividad exterior- al mismo tiempo que está en el centro de las críticas por inundar los mercados mundiales de productos baratos y no afrontar con la rapidez que debería el enorme problema de exceso de capacidad.
El gigante asiático aspira que el encuentro en Hangzhou, que se celebrará el domingo y lunes, termine con un gran pacto que abra paso a un nuevo sistema de gobernanza económica mundial a largo plazo, en el que Pekín desempeñaría un papel clave. Huang admite las dificultades de alcanzar un acuerdo de calado en las circunstancias actuales: "primero, las propuestas del anfitrión tienen que responder al interés común de todos los países y, segundo, deben tener suficiente influencia como para que los miembros dejen de lado sus diferencias y avancen en el pacto". "El entorno idílico de este año debería ser propicio para la cooperación. Sin embargo, esperamos un resultado tibio, bueno sobre el papel pero que no se traducirá en políticas viables", aseguran en una nota los economistas de BBVA Research.
Se prevé que en Hangzhou los líderes ratifiquen el compromiso que los ministros de Finanzas del bloque expresaron en las reuniones preparatorias: utilizar "todas las herramientas posibles" en política monetaria, fiscal y estructural para relanzar el crecimiento. Se espera, sin embargo, un especial énfasis en las reformas, para cuya implementación la voluntad política es esencial, algo que hasta el momento ha escaseado en el G20.