Griezmann despierta al Atleti

El francés, crítico tras el partido ante el Leganés, marcó dos goles de cabeza y asistió a Koke en el primero. La primera parte fue del Celta. Correa hizo el cuarto. Debutó Rossi.

Patricia Cazón
As
Debió entender Berizzo lo que presagiaba esa lluvia fina que empezó a caer en el mediodía de Balaídos, justo cuando Jaime Latre pitó el inicio de la segunda parte. Era el preludio de la tormenta Griezmann. Otra vez, como en enero. Su primera gota fue un centro exquisito, desde la derecha, directo al pie de Koke, que empaló el balón según le llegaba y, en su camino a la red de Sergio, imparable, desintegraba muchas cosas. El mal comienzo. Los dos empates. Todas las dudas.


Lo contaba su carrera desatada con el dedo apuntando a Griezmann. Su golpe en el pecho. Su alarido de rabia. Ese “vamos, vamos, vamos” que salía de su boca. Se abrazaron Koke y el francés antes de que todos los demás les cayeran encima. Era el minuto 53’ y este gol certificaba lo que durante los ocho anteriores se había visto sobre el césped: que de la caseta, tras el descanso, al fin, había salido un Atlético reconocible. A Simeone había dejado de apretarle el nudo de la corbata. A Lucas ya no le faltaban uñas que morderse en el banquillo. Y es que los 45 minutos anteriores se habían hecho larguísimos para los rojiblancos.

El Celta había salido mejor y con mejores ocasiones. El Atleti se defendía bien, sí, pero arriba seguía en el modo de las dos jornadas anteriores: con la mira desajustada. Los remates de cabeza de Godín en los córners se iban altos, nadie remataba los buenos centros de Carrasco y Sergio atrapó la única que Griezmann tuvo, un zapatazo seco desde la frontal. Pero es que, entonces, en Vigo aún no llovía. Entonces, sobre Balaídos, sólo había nubes y un viento leve que, parecía, soplaba a favor de los de casa.

Pudo certificarlo Señé, en el 9’, tras un desmarque que acabó en mano a mano con Oblak y el balón en el lateral de la red. Más intención tuvo Bondonga poco después. En la misma jugada sentó a Savic, sentó a Juanfran y disparó con el ojo en el palo izquierdo de Oblak. El tiro se le fue demasiado cruzado. Por milímetros no entró. Por milímetros se fue ileso a la caseta un Atleti que, entonces, en ese momento, era todo ansiedad. Entonces era cuando a Simeone más le apretaba la corbata, a Lucas más uñas le faltaban.

La segunda gota de la tormenta Griezmann cayó sobre la portería de Sergio veinte minutos después del gol de Koke y salió de su cabeza. Fue tras un centro desde la derecha de Saúl, tras un salto brutal ante Cabral. El tercero del Atleti llegaría poco después y sería casi un calco. También de Grizi. También de cabeza. También tras un centro desde la derecha, ahora de Juanfran. Desde aquí hasta el final, fue como si alguien se hubiera dejado un grifo abierto sobre el trozo del campo que defendían los gallegos: sólo caía agua y agua, agua rojiblanca. Koke era cerebro, Carrasco alboroto, Filipe omnipresencia y Griezmann, un apuñalador. Sólo Torres, gris, y Gameiro, que volvió a enviar fuera un remate a portería vacía, no participaron del baile.

Tampoco lo hizo el árbitro, Latre, el único al que pareció afectar este nuevo horario de fútbol, un sábado a mediodía: no pitó dos penaltis de Mallo, que primero agarró a Torres en el área como si quisiera llevárselo a casa y, después, derribó a Carrasco, con un leve toque en su tibia, plín, que le impidió quedarse solo ante Sergio cuando el marcador aún iba 0-1 y Griezmann aún no había ahogado a los de Berizzo.

Correa salió y en una jugada con Gameiro y Koke, hizo el cuarto para terminar de hundir al Celta en las profundidades de la tabla. Un infierno con el que el Atleti ha puesto tierra de por medio. Fue en 53’ de este partido, con ese alarido de Koke que marcaba el inicio de otra tormenta Griezmann en Balaídos.

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