Atlético logró gran victoria sobre Bayern

Segunda victoria en Champions y ante el Bayern, como la pasada temporada. Ancelotti volvió a sufrir a los rojiblancos. Marcó Carrasco y Griezmann falló un penalti. Los alemanes, de más a menos.


Patricia Cazón
As
Robben cabecea un balón a la desesperada, mientras Simeone se desgañita en la banda. Oblak atrapa y, en medio del ruido de 54.500 gargantas que cantan una y otra vez un ale, ale, ale infinito, se escucha un pitido. Es del árbitro, Marciniak. Es el final. El Atleti ha vuelto a hacerlo. Tumbar al Bayern. Otra vez. Esta vez. Y a lo grande.


Aunque esta fuera la historia de otro cuaderno, de otra Champions, la palabra Bayern siempre será un pellizco en pecho rojiblanco. Y asomaba el de Ancelotti por el Calderón invicto, terrible, pero se topó con un equipo, el Atlético del Cholo, que es la representación del marxismo sobre la hierba: todos obreros, todo de todos. En la defensa, en la presión y en la pelea. También en el gol.

Así llegó el rojiblanco, después de pasar por muchas botas. Robo de balón en el centro de Savic (otro partido brutal, inconmensurable). Koke no la toca pero despista. Como Gabi (también soberbio). Torres templa. Griezmann asiste. Y Carrasco corre, fulmíneo, con el balón cosido a la bota. Su disparo fue un latigazo con la pierna derecha, pum, directo a la red de Neuer después de besar el palo. Era el minuto 35’ y el Atleti ya hacía muchos que mandaba sobre el campo.

Y eso que los alemanes salieron como si la semifinal de mayo en Múnich aún no se hubiera terminado. Minuto dos y un córner. Minuto tres y balones desde los costados a Lewandowski. Minuto once y Müller remata durísimo, a matar, un delicado centro de Thiago. Olvidó algo. Ahí delante tenía a Oblak, que siempre repele como si fuera pared: en su portería ya no entran ni los penaltis.

Fue después de una falta que Müller envió a las nubes, cuando apareció El Niño para llenar cada brizna de césped y lograr que el balón sólo tuviera una dirección: Neuer. Un balón al lateral de la red y un remate al palo, avisaron del gol de Carrasco. Cuando este llegó, la sensación era una: se veía venir, se mascaba, estaba ahí, en el aire, en ese ambiente eléctrico que llenaba el Calderón, de noche grande.

Tras el descanso, todo siguió similar. El Bayern no hilvanaba. Lo intentaba Xabi Alonso y siempre se topaba con Gabi. Lo intentaba Thiago y lo mismo, pero con Savic. Cinco minutos tardó Ancelotti en hacer sus tres cambios. El Bayern mejoró. Y poco tardaron en llegar un cabezazo de Lewandowski y un remate de Robben que fueron dos uys.

Las pulsaciones subían en los rojiblancos, en el Calderón. La segunda parte comenzaba a hacerse larga. Las botas, a pesar. Entonces, Vidal arrolló a Filipe en el área y Marciniak pitó penalti. Griezmann, decidido, lo lanzó. Pero de nuevo, como en Milán, se estampó en el travesaño. Después llegarían los nervios, el remate desesperado de Robben, el pitido de Marciniak y la euforia... Dos victorias de dos. Seis puntos. El primer puesto del Grupo D, posibilidad real. Y tras (otro) golpe a ese rival, Bayern, que es tantas cosas a la vez. Qué orgulloso estaría Luis de ti, Simeone, de este Atleti.

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