Morata y Marco Asensio modernizan al Real Madrid
Soberbio partido del ariete y gol para coleccionistas del balear. Bale marcó en el primer minuto y la Real no pudo sobreponerse. Rulli minimizó los daños.
Luis Nieto
As
El Real Madrid salió reconfortado de Anoeta, donde tuvo una salida de galgo, condujo el partido sobrado de autoridad y acabó por convencerse que hay vida más allá del la BBC. La actuación de Morata pone en peligro la pervivencia de tan mediáticas siglas. Él y Asensio traen encanto y modernidad al equipo. Y Kovacic ha acabado por entrar en el pelotón de los que cierran el camino a Isco y James. Se fue de vacaciones transferible y ha regresado muy disponible.
El gol de Bale al minuto de juego alteró terriblemente el perfil del partido. Fue un tanto de corte clásico, sin barroquismos. Un cambio de juego de Sergio Ramos, un control de mérito de Carvajal y un envío preciso de este a Bale, que iba un segundo por delante de la jugada y aplicó un cabezazo a la antigua usanza. El galés es plutonio enriquecido en los balones aéreos. Fue su cuarto gol en cuatro partidos en Anoeta. No le invitarán a la próxima Tamborrada.
En ese tanto se apoltronó el Madrid con Kovacic al frente del sistema operativo. El primer mensaje de Zidane en el curso fue que pesa más el método del serbio que las fantasías de Isco y James. El segundo, que Asensio echó la puerta abajo este verano. Fue pieza de museo el gol del balear, controlando a un toque un envío de 50 metros de Varane y adornándose con una vaselina en el remate. Un muletazo de maestro, no de novillero.
Entre un gol y otro, el Madrid siempre tuvo el partido en un puño. Casemiro fue la barrera natural que ya descubrió Zidane en su primer curso, el guardaespaldas de todos. Y Carvajal y Morata, otros dos canteranos, disimularon excepcionalmente que era un Madrid afeitado, con cinco bajas en su columna vertebral, de las lumbares a las cervicales.
Morata resultó fantástico al espacio y en juego posicional y supo darse importancia. Se marchó canterano y regresa merecidamente como fichaje con derecho a palco. Dejó dos grandes asaltos, uno por cada banda, y una buena asistencia a Kroos, que definitivamente ha regresado sin síndrome posvacacional, en la primera parte. En la segunda fue un percusionista de lujo. Le faltó el gol y le sobró un piscinazo infame que Martínez Munuera supo ver. Rulli estuvo a todas, minimizando esa feria del Madrid con actitud heroica.
Y es que la Real, que entró en el partido dando vueltas de campana, no pudo recomponer la figura. Sin fiereza, sin presión, sin juego por las bandas y sin tener noticias de Juanmi ni de Oyarzabal, se vio sometida a un Madrid irreprochable con y sin la pelota. Con todo, tuvo el empate Illarramendi, afectado por el vértigo de verse ante Casilla en un lance aislado. Le faltó valor para rematar y precisión para regalarle el gol a Juanmi.
En la segunda mitad quiso ser un equipo más sostenible y tuvo un arreón de salida que se quedó en una reclamación de penalti de Markel Bergara. Pero para entonces ya había pasado la hora punta del partido, que giró de nuevo hacia el punto de partida: Rulli contra el mundo.
Acostado en su ventaja, que no ilustró bien el marcador por el acierto del meta argentino, Zidane hizo política dándole minutos a Isco y James a favor de obra. Y Eusebio metió a Carlos Vela, que pasó el año pasado en la reserva activa ganándose la enemiga del público. Pero aquello acabó como empezó, con gol de Bale, que empieza reclamando su trono.
Luis Nieto
As
El Real Madrid salió reconfortado de Anoeta, donde tuvo una salida de galgo, condujo el partido sobrado de autoridad y acabó por convencerse que hay vida más allá del la BBC. La actuación de Morata pone en peligro la pervivencia de tan mediáticas siglas. Él y Asensio traen encanto y modernidad al equipo. Y Kovacic ha acabado por entrar en el pelotón de los que cierran el camino a Isco y James. Se fue de vacaciones transferible y ha regresado muy disponible.
El gol de Bale al minuto de juego alteró terriblemente el perfil del partido. Fue un tanto de corte clásico, sin barroquismos. Un cambio de juego de Sergio Ramos, un control de mérito de Carvajal y un envío preciso de este a Bale, que iba un segundo por delante de la jugada y aplicó un cabezazo a la antigua usanza. El galés es plutonio enriquecido en los balones aéreos. Fue su cuarto gol en cuatro partidos en Anoeta. No le invitarán a la próxima Tamborrada.
En ese tanto se apoltronó el Madrid con Kovacic al frente del sistema operativo. El primer mensaje de Zidane en el curso fue que pesa más el método del serbio que las fantasías de Isco y James. El segundo, que Asensio echó la puerta abajo este verano. Fue pieza de museo el gol del balear, controlando a un toque un envío de 50 metros de Varane y adornándose con una vaselina en el remate. Un muletazo de maestro, no de novillero.
Entre un gol y otro, el Madrid siempre tuvo el partido en un puño. Casemiro fue la barrera natural que ya descubrió Zidane en su primer curso, el guardaespaldas de todos. Y Carvajal y Morata, otros dos canteranos, disimularon excepcionalmente que era un Madrid afeitado, con cinco bajas en su columna vertebral, de las lumbares a las cervicales.
Morata resultó fantástico al espacio y en juego posicional y supo darse importancia. Se marchó canterano y regresa merecidamente como fichaje con derecho a palco. Dejó dos grandes asaltos, uno por cada banda, y una buena asistencia a Kroos, que definitivamente ha regresado sin síndrome posvacacional, en la primera parte. En la segunda fue un percusionista de lujo. Le faltó el gol y le sobró un piscinazo infame que Martínez Munuera supo ver. Rulli estuvo a todas, minimizando esa feria del Madrid con actitud heroica.
Y es que la Real, que entró en el partido dando vueltas de campana, no pudo recomponer la figura. Sin fiereza, sin presión, sin juego por las bandas y sin tener noticias de Juanmi ni de Oyarzabal, se vio sometida a un Madrid irreprochable con y sin la pelota. Con todo, tuvo el empate Illarramendi, afectado por el vértigo de verse ante Casilla en un lance aislado. Le faltó valor para rematar y precisión para regalarle el gol a Juanmi.
En la segunda mitad quiso ser un equipo más sostenible y tuvo un arreón de salida que se quedó en una reclamación de penalti de Markel Bergara. Pero para entonces ya había pasado la hora punta del partido, que giró de nuevo hacia el punto de partida: Rulli contra el mundo.
Acostado en su ventaja, que no ilustró bien el marcador por el acierto del meta argentino, Zidane hizo política dándole minutos a Isco y James a favor de obra. Y Eusebio metió a Carlos Vela, que pasó el año pasado en la reserva activa ganándose la enemiga del público. Pero aquello acabó como empezó, con gol de Bale, que empieza reclamando su trono.