Los bombardeos al ISIS amenazan con agudizar la división en Libia
Los bombardeos estadounidenses en Sirte podrían agravar la polarización que vive el país
Ricard González
Túnez, El País
Cuatro meses después de la llegada a Trípoli del llamado Gobierno de Unidad libio, el país magrebí continúa agriamente dividido y el inicio el pasado lunes de una campaña de bombardeos del Ejército estadounidense contra posiciones del autodenominado Estado Islámico (ISIS) en su bastión de Sirte, podría aún profundizar la polarización. La formación del llamado Gobierno de Unidad fue una apuesta de las potencias occidentales y la ONU para poner fin al desgobierno en el que se sumió Libia tras la caída del régimen de Gadafi en 2011, con la esperanza de poder contar con un único socio en la lucha contra el ISIS.
“La formación del Gobierno Seraj fue vista por muchos libios como una posible salida a la inestabilidad del país. Pero, de momento, las diversas partes han sido incapaces de alcanzar un mínimo consenso”, lamenta en una conversación telefónica Akram Fezani, un activista de la sociedad civil en Trípoli. La comunidad internacional pretendía superar la división entre dos Ejecutivos y Parlamentos paralelos, uno basado en la capital y el otro en la ciudad oriental de Tobruk, vigente desde 2014. No obstante, el llamado Gobierno de Unidad simplemente se ha convertido en una tercera estructura administrativa, pues las otras dos no se han disuelto.
“El antiguo Gobierno en Trípoli no ejerce control, pues ha cedido la mayoría de instalaciones ministeriales al GNA [siglas del Gobierno de Unidad]”, apunta Sergio Altuna, un analista especializado en Libia. Tras medio año de esfuerzos, ni las presiones de la ONU ni de la UE han logrado el reconocimiento del Gobierno de Unidad por parte del Parlamento de Tobruk, que era considerado por la comunidad internacional el representante legítimo del pueblo libio frente a su cámara legislativa rival en Trípoli. Hasta el momento, no ha sido posible convocar una votación para legitimar al Ejecutivo de Seraj, en parte, por el bloqueo que ejercen los aliados del general Jalifa Hafter, que lidera una potente alianza militar integrada por antiguos oficiales del Ejército libio, tribus y milicias que controla buena parte del este del país.
“Hafter critica que las fuerzas que protegen el GNA sean un grupo de de milicias diversas en oposición al Ejército que él mismo comanda. Haftar pretende simplemente no perder cuota de poder”, sostiene Altuna. La reciente muerte de tres miembros de las Fuerzas Especiales francesas cerca de la ciudad de Bengasi reveló que Francia asiste militarmente Hafter a la vez que apoya políticamente a su adversario, el Gobierno de Unidad. Toda una muestra de lo complicado que es el rompecabezas libio. Un coche bomba ha matado este martes en esa ciudad a al menos 15 soldados fieles a Tobruk, según fuentes militares citadas por la agencia France Presse. Otras fuentes elevan el número a 22, informa Reuters.
En este contexto, el ataque aéreo constituye una arma de doble filo para el Gobierno de Unidad. Por un lazo, consolida el apoyo de EEUU, y una victoria sobre el ISIS podría aumentar su popularidad y credibilidad. Por el otro, al no contar con el respaldo del Parlamento de Tobruk, le expone a la acusación de haber apoyado una intervención militar extranjera, un asunto delicado para la opinión pública, sin ser el representante legítimo del pueblo libio.
El enemigo más acérrimo de Hafter son las milicias de Misrata, aliadas de Seraj y muy poderosas a nivel militar. Ellas son las que abanderan la ofensiva para arrebatar al ISIS el control de Sirte desde el mes de mayo. Su avance se ha visto frenado por el gran número de bajas sufridas hasta la fecha -350 muertos y unos 1.500 heridos-, lo que muestra que los centenares de combatientes del grupo yihadista pertrechados en Sirte prepararon a conciencia su defensa, recurriendo a minas y a mortíferos ataques suicidas.
Los bombardeos estadounidenses pueden facilitar la caída de Sirte, ciudad natal de Gadafi y situada a unos 450 kilómetros de Trípoli, pero no resuelven las dudas sobre su futuro. “La cuestión sobre quién controlará Sirte es polarizadora: está estratégicamente colocado en el llamado “cuarto creciente del petróleo”,donde se halla la mayoría de las reservas. Una facción del Este aliada del general Hafter rechaza el GNA y ve el asalto a Sirte como un asalto al poder de Misrata”, sostiene en un artículo de Foreign Affairs Frederic Wehrey, experto del think tank Carnegie tras una reciente visita al frente de Sirte
Por su parte, la población asiste hastiada a estas interminables luchas intestinas. “Existe un grave problema de liquidez vinculado al encarecimiento de los productos básicos y a la fuerte devaluación del dólar. Además, en Trípoli solo tenemos diez horas de electricidad al día”, comenta Fezani. Sin embargo, la situación podría empezar a mejorar pronto. La Compañía Nacional de Petróleo anunció el lunes la reapertura de varias terminales petrolíferas y espera triplicar antes de final de año la producción de crudo, llegando a los 900.000 barriles diarios. Todo un balón de oxígeno para Seraj. “Esperamos que sea cierto. La gente ya no puede más”, agrega Fezani.
Ricard González
Túnez, El País
Cuatro meses después de la llegada a Trípoli del llamado Gobierno de Unidad libio, el país magrebí continúa agriamente dividido y el inicio el pasado lunes de una campaña de bombardeos del Ejército estadounidense contra posiciones del autodenominado Estado Islámico (ISIS) en su bastión de Sirte, podría aún profundizar la polarización. La formación del llamado Gobierno de Unidad fue una apuesta de las potencias occidentales y la ONU para poner fin al desgobierno en el que se sumió Libia tras la caída del régimen de Gadafi en 2011, con la esperanza de poder contar con un único socio en la lucha contra el ISIS.
“La formación del Gobierno Seraj fue vista por muchos libios como una posible salida a la inestabilidad del país. Pero, de momento, las diversas partes han sido incapaces de alcanzar un mínimo consenso”, lamenta en una conversación telefónica Akram Fezani, un activista de la sociedad civil en Trípoli. La comunidad internacional pretendía superar la división entre dos Ejecutivos y Parlamentos paralelos, uno basado en la capital y el otro en la ciudad oriental de Tobruk, vigente desde 2014. No obstante, el llamado Gobierno de Unidad simplemente se ha convertido en una tercera estructura administrativa, pues las otras dos no se han disuelto.
“El antiguo Gobierno en Trípoli no ejerce control, pues ha cedido la mayoría de instalaciones ministeriales al GNA [siglas del Gobierno de Unidad]”, apunta Sergio Altuna, un analista especializado en Libia. Tras medio año de esfuerzos, ni las presiones de la ONU ni de la UE han logrado el reconocimiento del Gobierno de Unidad por parte del Parlamento de Tobruk, que era considerado por la comunidad internacional el representante legítimo del pueblo libio frente a su cámara legislativa rival en Trípoli. Hasta el momento, no ha sido posible convocar una votación para legitimar al Ejecutivo de Seraj, en parte, por el bloqueo que ejercen los aliados del general Jalifa Hafter, que lidera una potente alianza militar integrada por antiguos oficiales del Ejército libio, tribus y milicias que controla buena parte del este del país.
“Hafter critica que las fuerzas que protegen el GNA sean un grupo de de milicias diversas en oposición al Ejército que él mismo comanda. Haftar pretende simplemente no perder cuota de poder”, sostiene Altuna. La reciente muerte de tres miembros de las Fuerzas Especiales francesas cerca de la ciudad de Bengasi reveló que Francia asiste militarmente Hafter a la vez que apoya políticamente a su adversario, el Gobierno de Unidad. Toda una muestra de lo complicado que es el rompecabezas libio. Un coche bomba ha matado este martes en esa ciudad a al menos 15 soldados fieles a Tobruk, según fuentes militares citadas por la agencia France Presse. Otras fuentes elevan el número a 22, informa Reuters.
En este contexto, el ataque aéreo constituye una arma de doble filo para el Gobierno de Unidad. Por un lazo, consolida el apoyo de EEUU, y una victoria sobre el ISIS podría aumentar su popularidad y credibilidad. Por el otro, al no contar con el respaldo del Parlamento de Tobruk, le expone a la acusación de haber apoyado una intervención militar extranjera, un asunto delicado para la opinión pública, sin ser el representante legítimo del pueblo libio.
El enemigo más acérrimo de Hafter son las milicias de Misrata, aliadas de Seraj y muy poderosas a nivel militar. Ellas son las que abanderan la ofensiva para arrebatar al ISIS el control de Sirte desde el mes de mayo. Su avance se ha visto frenado por el gran número de bajas sufridas hasta la fecha -350 muertos y unos 1.500 heridos-, lo que muestra que los centenares de combatientes del grupo yihadista pertrechados en Sirte prepararon a conciencia su defensa, recurriendo a minas y a mortíferos ataques suicidas.
Los bombardeos estadounidenses pueden facilitar la caída de Sirte, ciudad natal de Gadafi y situada a unos 450 kilómetros de Trípoli, pero no resuelven las dudas sobre su futuro. “La cuestión sobre quién controlará Sirte es polarizadora: está estratégicamente colocado en el llamado “cuarto creciente del petróleo”,donde se halla la mayoría de las reservas. Una facción del Este aliada del general Hafter rechaza el GNA y ve el asalto a Sirte como un asalto al poder de Misrata”, sostiene en un artículo de Foreign Affairs Frederic Wehrey, experto del think tank Carnegie tras una reciente visita al frente de Sirte
Por su parte, la población asiste hastiada a estas interminables luchas intestinas. “Existe un grave problema de liquidez vinculado al encarecimiento de los productos básicos y a la fuerte devaluación del dólar. Además, en Trípoli solo tenemos diez horas de electricidad al día”, comenta Fezani. Sin embargo, la situación podría empezar a mejorar pronto. La Compañía Nacional de Petróleo anunció el lunes la reapertura de varias terminales petrolíferas y espera triplicar antes de final de año la producción de crudo, llegando a los 900.000 barriles diarios. Todo un balón de oxígeno para Seraj. “Esperamos que sea cierto. La gente ya no puede más”, agrega Fezani.