James juega para quedarse
Madrid, AS
Aunque los caminos del dinero son inescrutables, James hoy parece estar más dentro que fuera del Madrid. El colombiano, decisivo en el césped y arropado por la grada, por sus compañeros y en los despachos del Bernabéu tras el partido ante el Celta, ha entornado la puerta de salida del club blanco.
En el fútbol, como en la vida, todo cambia en un par de parpadeos. Apenas cuenta el presente, por lo que menos aún el pasado. Por eso Zidane, que parecía haberle desenrollado al colombiano la alfombra roja hacia la puerta trasera del Bernabéu en la previa del choque ante el Celta, la ha recogido para reacomodarle en poco más de 24 horas: del "que James juegue menos puede ser un problema" o el "no vamos a fichar a nadie, pero sí puede haber alguna salida" al "se va a quedar aquí" va una declaración de intenciones enunciada por el francés y seguida al dedillo por el resto del club.
No obstante, antes que las palabras, Zidane puso los hechos. Con el partido empatado y las fuerzas menguando, colocó a James en el segundo lugar de la rotación. Si en Anoeta le dio los minutos por los que trabajan los canteranos y de los que huyen las estrellas en horas bajas, en el Bernabéu, sacándole en el 68', le asistió para la resurrección. El guion, no me lo negarán, parecía ese: galáctico discutido, incluso silbado, salva a su equipo y pasa de secundario a protagonista, de villano a héroe. Se quedó a medias el colombiano, pero aun así le sobró para ganarse la cuota de fe que andaba racaneándole la afición: trató de entrometerse con criterio en cada jugada y corrió como si sudar tuviera prima. Así llegó a un balón que hace no tanto ni hubiera llamado su atención. Y funcionó: recuperación, entrega a Lucas, pase del gallego y golazo de Kroos.
Además del elogio de Zidane y el reconocimiento del Bernabéu, estadio en el que la fórmula entrega+calidad nunca falla, el colombiano recibió el calor de sus compañeros y de las altas esferas: Butragueño, ejerciendo la portavocía, también subrayó su importancia. De repente, James había sido la vía de escape blanca hacia la victoria, había silenciado (por el momento) los (tímidos) pitos de la afición y cambiado a su favor el discurso de su entrenador, a quien reafirmaron los jugadores y Butragueño. De la suma de todo ello resulta un giro en la situación del '10': ahora cuatro días parecen pocos para su adiós y los 70 millones que exige el Madrid, muchos para cualquier bolsillo, sobre todo a estas alturas en las que el verano encara su recta final. Las tornas han cambiado: James juega para quedarse.
Aunque los caminos del dinero son inescrutables, James hoy parece estar más dentro que fuera del Madrid. El colombiano, decisivo en el césped y arropado por la grada, por sus compañeros y en los despachos del Bernabéu tras el partido ante el Celta, ha entornado la puerta de salida del club blanco.
En el fútbol, como en la vida, todo cambia en un par de parpadeos. Apenas cuenta el presente, por lo que menos aún el pasado. Por eso Zidane, que parecía haberle desenrollado al colombiano la alfombra roja hacia la puerta trasera del Bernabéu en la previa del choque ante el Celta, la ha recogido para reacomodarle en poco más de 24 horas: del "que James juegue menos puede ser un problema" o el "no vamos a fichar a nadie, pero sí puede haber alguna salida" al "se va a quedar aquí" va una declaración de intenciones enunciada por el francés y seguida al dedillo por el resto del club.
No obstante, antes que las palabras, Zidane puso los hechos. Con el partido empatado y las fuerzas menguando, colocó a James en el segundo lugar de la rotación. Si en Anoeta le dio los minutos por los que trabajan los canteranos y de los que huyen las estrellas en horas bajas, en el Bernabéu, sacándole en el 68', le asistió para la resurrección. El guion, no me lo negarán, parecía ese: galáctico discutido, incluso silbado, salva a su equipo y pasa de secundario a protagonista, de villano a héroe. Se quedó a medias el colombiano, pero aun así le sobró para ganarse la cuota de fe que andaba racaneándole la afición: trató de entrometerse con criterio en cada jugada y corrió como si sudar tuviera prima. Así llegó a un balón que hace no tanto ni hubiera llamado su atención. Y funcionó: recuperación, entrega a Lucas, pase del gallego y golazo de Kroos.
Además del elogio de Zidane y el reconocimiento del Bernabéu, estadio en el que la fórmula entrega+calidad nunca falla, el colombiano recibió el calor de sus compañeros y de las altas esferas: Butragueño, ejerciendo la portavocía, también subrayó su importancia. De repente, James había sido la vía de escape blanca hacia la victoria, había silenciado (por el momento) los (tímidos) pitos de la afición y cambiado a su favor el discurso de su entrenador, a quien reafirmaron los jugadores y Butragueño. De la suma de todo ello resulta un giro en la situación del '10': ahora cuatro días parecen pocos para su adiós y los 70 millones que exige el Madrid, muchos para cualquier bolsillo, sobre todo a estas alturas en las que el verano encara su recta final. Las tornas han cambiado: James juega para quedarse.