Italia declara el estado de emergencia tras el terremoto en Amatrice

Las dudas crecen respecto a negligencias en la construcción o rehabilitación de algunos edificios, como ocurrió tras la catástrofe de L’Aquila en


Pablo Ordaz
Corresponsal en Italia y el Vaticano
El País
Se siguen produciendo réplicas. Y el número de fallecidos no deja de aumentar. Pero también las dudas sobre si una parte de las terribles consecuencias del terremoto que sacudió el centro de Italia durante la madrugada del miércoles se debe a negligencias en la construcción o la rehabilitación de algunos edificios en una zona conocida por su gran actividad sísmica. El gobierno de Matteo Renzi se encuentra ahora ante el desafío de reconstruir con rapidez, transparencia y eficacia los pueblos afectados —algunos de ellos casi borrados del mapa—y no repetir el fiasco de Silvio Berlusconi tras el terremoto que golpeó en 2009 la vecina localidad de L’Aquila: siete años después, un buen número de afectados sigue viviendo en barracones prefabricados y una parte de los fondos destinados a la reconstrucción se perdió por el sumidero de la burocracia y la corrupción. Por el momento, el primer ministro ha anunciado una ayuda de 50 millones de euros y ha declarado el estado de emergencia.


El fantasma de L’Aquila está cada vez más presente entre los vecinos de las cuatro localidades más afectadas, Arquata del Tronto y Pescara del Tronto, ambas en la provincia de Ascoli, Amatrice y Accumoli (provincia de Rieti). Ya no solo por la intensidad del sismo –de 6,0 grados en la escala Richter ahora y de 6,3 entonces– o el número de víctimas mortales –308 en 2009 y 250 ahora, en un balance que aún es provisional–, sino por el temor a qué puede pasar a partir de mañana, cuando los muertos reciban sepultura, las cámaras de televisión se hayan marchado y ya no queden ni lágrimas.

La experiencia no da pie a la esperanza. Tras miles de millones invertidos en la reconstrucción de L’Aquila, proceso por corrupción en las contratas de las obras de reconstrucción y condenas por la falta de prevención, el centro de la capital de los Abruzos —de unos 73.000 habitantes— sigue cerrado, con la mayoría de los edificios apuntalados y cientos de sus antiguos vecinos condenados a vivir en barracones ubicados en el extrarradio. De ahí que, viéndolas venir, Aleandro Petrucci, el alcalde de Arquata, ya ha advertido a quien corresponda: “La gente quiere reconstruir las casas donde estaban. Arquata es un monumento histórico con sus casas del Cinquecento (siglo XV) y que tendrá que ser el símbolo del renacimiento. También Pescara del Tronto tiene su historia. La gente quiere quedarse aquí”.

Y a quien le corresponde actuar es a Matteo Renzi, que se ha apresurado a declarar: "Queremos una reconstrucción verdadera para que los habitantes de estos pueblos puedan seguir manteniendo su comunidad y conserven el pasado de estas localidades, un pasado maravilloso que no puede quedar perdido". El terremoto se ha producido en el momento de su mayor debilidad política desde que se hizo con el Gobierno hace dos años y medio. Las reformas constitucionales con las que pretende hacer de Italia un país gobernable —suprimiendo el bicameralismo perfecto e instaurando un sistema electoral a doble vuelta— serán sometidas a referéndum el próximo otoño. El líder del Partido Democrático (PD) no las tiene todas consigo ante la oposición de una parte del centroizquierda y los malos resultados obtenidos en las pasadas elecciones municipales, en las que el Movimiento 5 Estrellas (M5S) obtuvo las alcaldías de Roma y Turín y se consolidó como una opción de gobierno ante la debilidad de los partidos tradicionales. Matteo Renzi tiene ahora la oportunidad de demostrar su capacidad de gestión y liderazgo más allá de promesas y declaraciones. Con fuego real.

Porque, como tituló ayer en su portada el diario La Repubblica, la imagen aérea del centro histórico de Amatrice después del terremoto se parece a la que deja un conflicto bélico: “Como una guerra”. Y las imágenes que, a raíz del seísmo, está proyectando Italia al mundo no son ni mucho menos las que corresponderían a la cuarta economía más potente de la Unión Europea, por delante de España y por detrás del Reino Unido. El terremoto ha vuelto a poner de relieve la incapacidad de los sucesivos gobiernos italianos —después de la caída de Silvio Berlusconi llegó Mario Monti, que fue sustituido por Enrico Letta y ahora por Matteo Renzi— para sobreponerse a la vieja lacra de la corrupción.
Italia declara el estado de emergencia tras el terremoto en Amatrice

Ya la fiscalía de Rieti ha abierto una investigación con la hipótesis de desastre doloso tras constatar que algunos de los edificios que se han venido abajo o han sufrido grandes daños habían sido reestructurados recientemente. La prensa italiana informa de que el fiscal jefe de Rieti, Giuseppe Saieva, está efectuando registros para hacerse con documentación sobre las últimas reestructuraciones. Investiga, por ejemplo, los importantes daños que ha sufrido la escuela de Amatrice, que había sido reestructurada en 2012 para que respetase las normas sísmicas tras un seísmo registrado en 2009. También se investiga sobre el campanario de Accumoli que también fue sometido a intervenciones antisísmicas y que se derrumbó completamente. El diario La Repubblica informa de que Protección Civil había puesto a disposición otros dos millones de euros para que algunos edificios, como el hospital, respetasen las indicaciones antisísmicas, pero que nunca fueron utilizados.

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