BALONCESTO / El Carioca fue una olla que no explotó en el vibrante Argentina-Brasil
Adrian R. Huber
Río de Janeiro, EFE
El Carioca Arena 1, sede del torneo olímpico de baloncesto en los Juegos de Río de Janeiro, se convirtió este sábado en una olla a presión en el Argentina-Brasil, considerado de alto riesgo por la seguridad local y que se resolvió con un emocionante espectáculo decantado a favor de los argentinos tras dos prórrogas (111-107).
El partido ofrecía una alta dosis de morbo. Pero la sangre no llegó, ni de lejos, al río. Y argentinos y brasileños ofrecieron uno de los choques más atractivos y emocionantes disputados en el torneo olímpico de Río.
Veintiocho veces se habían medido bajo las canastas los dos gigantes suramericanos. Con balance de 19 a 9 a favor de Argentina. Cuyos jugadores, al igual que los de Brasil, la mayoría con pasado o presente en la NBA, son de sobra conocidos en el mundo entero.
Aunque, nobleza obliga, un punto por encima está el Alma, en cuyo cinco inicial aún se alinearon tres supervivientes de la mayor gesta de toda su historia, la de Atenas, donde en 2004 lograron el título olímpico: Manu Ginobili, santo y seña de los San Antonio Spurs; Luis Scola (Toronto Raptors) -que en España pasó por Gijón y Vitoria, que, según dijo a Efe visitará el año próximo- y Andres Nocioni, que triunfa en el Real Madrid.
De inicio en el banquillo argentino, otro histórico, Carlos Delfino, que al igual que los anteriores se proclamó campeón olímpico en la capital griega y capturó el bronce en los Juegos de Pekín, cuatro años después.
Y del lado brasileño, tampoco necesitaban de presentación los integrantes del equipo que comandan Marcelinho Huertas -ex del Barcelona y ahora en los Lakers-, Leandrinho Barbosa (Phoenix Suns) y Nene Hilario (Houston Rockets).
Curiosidades del torneo olímpico: el visitante (Argentina) ejercía de local; y el que jugaba en casa (Brasil), era, a efectos oficiales, el visitante.
El homólogo de Sergio Hernández en el banquillo de Brasil, fue otro argentino, Rubén Magnano, precisamente el que dirigió al Alma en la consecución del oro de Atenas y, dos años antes, en 2002, del subcampeonato mundial.
De forma paradójica, además, el conjunto argentino, totalmente arropado en sus primeros tres encuentros por una afición que llenó de alegría y color el Carioca Arenas, gozó de menos apoyo, ya que en las gradas, esta vez las enseñas albicelestes no fueron mayoría.
No es que la afición argentina, claramente superada en efectivos por la 'verdeamarela', decidiese justo ahora dar de lado al más glorioso grupo de baloncestistas que haya dado jamás el país. Símplemente, no dispone del don de la ubicuidad. Y a no demasiados metros del Pabellón de basket, Juan Martín del Potro se estaba jugando, al mismo tiempo, el pase a la final de tenis nada menos que frente a Rafael Nadal, el mejor deportista español de todos los tiempos. Al que derrotó en tres apretados y apasionantes sets.
Ambas aficiones, tremendamente pasionales, hicieron temer incidentes a la organización de los Juegos Olímpicos de Río 2016, que extremó la vigilancia policial para evitarlos. La de Brasil, por poner un ejemplo, no dudó en abuchear sonoramente al mismísimo Pau Gasol durante el partido de segunda ronda. Y, debido a ello,
Dirigentes deportivos de ambos países -Luis Lima, en representación de Argentina, y Orlando Moccagatta, por parte brasileña se reunieron esta semana en Río, para estimular la convivencia entre brasileños y argentinos.
Y antes del encuentro, tanto Marcelinho, capitán de Brasil, como Scola, con el brazalete argentino, leyeron sendos comunicados para instar al público a divertirse y animar de forma civilizada, sin transgredir el espíritu olímpico.
No hizo falta, porque el espectáculo ofrecido fue de alta escuela baloncestística. Andrés Nocioni, con 37 puntos, fue el máximo anotador del partido para Argentina, que cerró el primer cuarto con ventaja de nueve puntos (28-19), pero, tras reacción de Brasil se fue al descanso ocho puntos por detrás (44-52).
Tras el tercer cuarto, se redujo a cinco (67-72) la diferencia a favor de Brasil, que tuvo en Nene Hilario, con 24 puntos, a su máximo encestador. El Alma llegó tres puntos abajo al último suspiro del tiempo reglamentario, en el que un colosal Nocioni logró el triple del empate final (85-85) que derivó en la prórroga.
Que, tras cinco minutos, no resolvió un encuentro que fue a la segunda prolongación con igualdad a 95. Y tras la cuál, Argentina firmó su tercera victoria en el torneo, al infligirle su tercera derrota a Brasil (111-107) en un emocionante partido, en el que también brilló Facundo Campazzo, que sumó 33 puntos para el Alma. En el partido más emocionante del torneo. En el que no se registraron incidentes. Sólo buen juego.
Río de Janeiro, EFE
El Carioca Arena 1, sede del torneo olímpico de baloncesto en los Juegos de Río de Janeiro, se convirtió este sábado en una olla a presión en el Argentina-Brasil, considerado de alto riesgo por la seguridad local y que se resolvió con un emocionante espectáculo decantado a favor de los argentinos tras dos prórrogas (111-107).
El partido ofrecía una alta dosis de morbo. Pero la sangre no llegó, ni de lejos, al río. Y argentinos y brasileños ofrecieron uno de los choques más atractivos y emocionantes disputados en el torneo olímpico de Río.
Veintiocho veces se habían medido bajo las canastas los dos gigantes suramericanos. Con balance de 19 a 9 a favor de Argentina. Cuyos jugadores, al igual que los de Brasil, la mayoría con pasado o presente en la NBA, son de sobra conocidos en el mundo entero.
Aunque, nobleza obliga, un punto por encima está el Alma, en cuyo cinco inicial aún se alinearon tres supervivientes de la mayor gesta de toda su historia, la de Atenas, donde en 2004 lograron el título olímpico: Manu Ginobili, santo y seña de los San Antonio Spurs; Luis Scola (Toronto Raptors) -que en España pasó por Gijón y Vitoria, que, según dijo a Efe visitará el año próximo- y Andres Nocioni, que triunfa en el Real Madrid.
De inicio en el banquillo argentino, otro histórico, Carlos Delfino, que al igual que los anteriores se proclamó campeón olímpico en la capital griega y capturó el bronce en los Juegos de Pekín, cuatro años después.
Y del lado brasileño, tampoco necesitaban de presentación los integrantes del equipo que comandan Marcelinho Huertas -ex del Barcelona y ahora en los Lakers-, Leandrinho Barbosa (Phoenix Suns) y Nene Hilario (Houston Rockets).
Curiosidades del torneo olímpico: el visitante (Argentina) ejercía de local; y el que jugaba en casa (Brasil), era, a efectos oficiales, el visitante.
El homólogo de Sergio Hernández en el banquillo de Brasil, fue otro argentino, Rubén Magnano, precisamente el que dirigió al Alma en la consecución del oro de Atenas y, dos años antes, en 2002, del subcampeonato mundial.
De forma paradójica, además, el conjunto argentino, totalmente arropado en sus primeros tres encuentros por una afición que llenó de alegría y color el Carioca Arenas, gozó de menos apoyo, ya que en las gradas, esta vez las enseñas albicelestes no fueron mayoría.
No es que la afición argentina, claramente superada en efectivos por la 'verdeamarela', decidiese justo ahora dar de lado al más glorioso grupo de baloncestistas que haya dado jamás el país. Símplemente, no dispone del don de la ubicuidad. Y a no demasiados metros del Pabellón de basket, Juan Martín del Potro se estaba jugando, al mismo tiempo, el pase a la final de tenis nada menos que frente a Rafael Nadal, el mejor deportista español de todos los tiempos. Al que derrotó en tres apretados y apasionantes sets.
Ambas aficiones, tremendamente pasionales, hicieron temer incidentes a la organización de los Juegos Olímpicos de Río 2016, que extremó la vigilancia policial para evitarlos. La de Brasil, por poner un ejemplo, no dudó en abuchear sonoramente al mismísimo Pau Gasol durante el partido de segunda ronda. Y, debido a ello,
Dirigentes deportivos de ambos países -Luis Lima, en representación de Argentina, y Orlando Moccagatta, por parte brasileña se reunieron esta semana en Río, para estimular la convivencia entre brasileños y argentinos.
Y antes del encuentro, tanto Marcelinho, capitán de Brasil, como Scola, con el brazalete argentino, leyeron sendos comunicados para instar al público a divertirse y animar de forma civilizada, sin transgredir el espíritu olímpico.
No hizo falta, porque el espectáculo ofrecido fue de alta escuela baloncestística. Andrés Nocioni, con 37 puntos, fue el máximo anotador del partido para Argentina, que cerró el primer cuarto con ventaja de nueve puntos (28-19), pero, tras reacción de Brasil se fue al descanso ocho puntos por detrás (44-52).
Tras el tercer cuarto, se redujo a cinco (67-72) la diferencia a favor de Brasil, que tuvo en Nene Hilario, con 24 puntos, a su máximo encestador. El Alma llegó tres puntos abajo al último suspiro del tiempo reglamentario, en el que un colosal Nocioni logró el triple del empate final (85-85) que derivó en la prórroga.
Que, tras cinco minutos, no resolvió un encuentro que fue a la segunda prolongación con igualdad a 95. Y tras la cuál, Argentina firmó su tercera victoria en el torneo, al infligirle su tercera derrota a Brasil (111-107) en un emocionante partido, en el que también brilló Facundo Campazzo, que sumó 33 puntos para el Alma. En el partido más emocionante del torneo. En el que no se registraron incidentes. Sólo buen juego.