Muere Arturo, el último oso polar de Argentina

Arturo fallece a los 30 años tras una larga agonía en el cuestionado zoológico de Mendoza

Buenos Aires, El País
Arturo, el último oso polar de Argentina, falleció el domingo en el cuestionado zoológico de Mendoza, a miles de kilómetros de su hábitat natural, el Ártico. Estaba a punto de cumplir 31 años, considerada una edad avanzada para su especie, y desde hacía cuatro vivía en la más absoluta soledad: su compañera, Pelusa, murió en 2012. Los medios lo bautizaron entonces como "el animal más triste del mundo" y las organizaciones ecologistas juntaron más de 400.000 firmas para trasladarlo a una reserva natural canadiense, pero el movimiento fue frenado por su precario estado de salud. El deceso de Arturo, ocurrido por un cuadro terminal, ha reabierto la polémica por las malas condiciones del zoológico, en el que han muerto más de 70 animales en lo que va de año y que está cerrado al público desde el pasado mayo.


Nacido en cautiverio en 1985 en Colorado (Estados Unidos), Arturo llegó a Mendoza con 8 años. "Estaba en un clima totalmente adverso", admite el secretario de Ambiente de Mendoza, Humberto Mingorance. El clima desértico y los calurosos veranos en esta ciudad, situada en el oeste de Argentina, no podían ser más opuestos al frío y húmedo hábitat de esta especie, por lo que el oso polar se refugiaba en su jaula con aire acondicionado y la piscina, mientras afuera se multiplicaban los gritos para liberarlo.

"¿No lloras por él, Argentina?", escribió en 2014 la cantante estadounidense Cher en Twitter. "¿No tiene lágrimas Cristina Fernández de Kirchner por el torturado oso polar Arturo? Sus manos quedarán manchadas con su sangre cuando él muera", agregó en el tuit dirigido a la entonces presidenta argentina, que replicaron más de 5.000 personas.

Este año, la situación de Arturo se deterioró aún más. Perdió el apetito, bajó de peso y su visión y olfato empeoraron, según el diagnóstico de un grupo de especialistas, que señaló que su estado era "crítico". Los veterinarios analizaban sedarlo para reducir su agonía, pero murió antes de que se decidiesen a hacerlo.

La pérdida del ejemplar más emblemático del zoológico mendocino aumenta la presión sobre las autoridades de esta ciudad argentina para decidir el futuro de este criticado espacio y sus casi 2.000 animales. Miles de personas quieren su cierre definitivo, mientras otra de las opciones sobre la mesa es reconvertirlo en un ecoparque, tal y como ocurrirá en el zoológico de Buenos Aires. "No deberían quedar más de 500-600 ejemplares. Los demás, unos 1.500, queremos derivarlos a reservas, a granjas educativas y a santuarios", detalla el secretario de Ambiente mendocino.

Claudio Bertonatti, asesor de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara, afirma que el recinto de Mendoza "está cerrado porque es un desastre, es inmostrable". Considera imprescindible garantizar las máximas condiciones de bienestar animal, pero cree que el debate debe ir más allá. "Aunque uno le pudiera ofrecer a Arturo un hotel 5 estrellas, un oso polar no tiene nada que hacer en Argentina", subraya. El naturalista afirma que cerrar los zoológicos "es lo más rápido y barato", pero advierte que hacerlo sería "un fracaso".

A su juicio, los zoológicos argentinos, otrora referentes en Latinoamérica, "vienen en franca decadencia" desde mediados del siglo XX porque "se han quedado perpetuados en el tiempo" y "no han sabido acompañar los desafíos ambientales" -provocados por el avance de la agricultura, la ganadería y la urbanización- junto a otras instituciones al servicio de la conservación de la naturaleza, como jardines botánicos, parques naturales y áreas protegidas. "Deberían ser la caballería que sale a combatir la extinción de especies amenazadas", asegura Bertonatti, exdirector del zoológico de Buenos Aires, pero si no logran cumplir los objetivos de conservar, educar, investigar y recrear son como "un general incapaz que conduce su tropa a la batalla".

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