La OTAN crea una misión naval para frenar la migración en el Mediterráneo
La Alianza trabajará por primera vez con la UE para afrontar el desafío migratorio
Lucía Abellán
Varsovia, El País
La OTAN se adentra en la lucha contra el tráfico de migrantes. Los jefes de Estado y de Gobierno de la Alianza Atlántica han aprobado la creación de una misión naval militar que operará en el Mediterráneo central para frenar los flujos que provienen esencialmente de Libia, el punto con más salidas desde que se selló la ruta del Egeo. La operación se llamará Guardia Marítima y supone el primer intento real de coordinación con la Unión Europea –que ya opera en ese territorio- tras la vigilancia que ya desarrollan barcos de la OTAN en las aguas que separan Turquía de Grecia.
Los detalles de la operación –tamaño y misión concreta- se conocerán en septiembre, aunque se da por hecho que incluirá vigilancia y recogida de datos para detectar de manera temprana las barcazas que salgan hacia el Mediterráneo central. El objetivo es contener los flujos, una vez constatado que las salidas hacia Europa constituyen uno de los principales efectos de la inestabilidad que viven los vecinos del sur. “Esa inestabilidad tiene un impacto directo en nuestras sociedades. Ha creado la peor crisis de refugiados y migrantes desde la Segunda Guerra Mundial. Y grupos terroristas han organizado ataques en nuestras calles”, ha argumentado el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, durante la cumbre bienal que concluye este sábado en Varsovia.
Más allá del enfoque migratorio –al que la OTAN era en principio muy reacia-, los líderes de los 28 aliados han acordado una mayor atención al sur, de momento difusa. La organización extenderá a territorio iraquí las labores de formación de las fuerzas de seguridad de ese país, que hasta ahora eran entrenadas en Jordania, considerado el Estado más seguro de la región. Pero los líderes recelan de adoptar medidas más ambiciosas y la Alianza ni siquiera participará de lleno en la coalición internacional contra el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) que lidera Estados Unidos. Sí prestará sus AWACS, aviones de vigilancia de largo alcance, para sobrevolar las zonas más cercanas al conflicto sirio, sin salir del espacio aéreo turco o el internacional. Esa contribución, que “no convierte a la OTAN en miembro de la coalición global”, según aclara el comunicado de la cumbre, se realizará el otoño.
El palacio del Pacto de Varsovia
Pese a que los aliados son cada vez más conscientes de que las amenazas reales provienen del sur, la inercia conduce a la OTAN hacia el Este. La gestualidad desde Varsovia ha ahondado en la confrontación con Rusia. La cena que los jefes de Estado y de Gobierno mantuvieron el viernes, el momento de discusión más franca, se dedicó a la relación con Moscú. El escenario no podía ser más simbólico: el palacio presidencial donde se firmó en 1955 el Pacto de Varsovia, la alianza alternativa que forjaron la URSS y sus Estados satélites como respuesta al nacimiento de la OTAN. En el mismo salón de hace 61 años, los líderes confirmaron el viernes su firmeza frente a la amenaza rusa, aunque el contexto es muy diferente al de 2014, cuando la invasión de la península ucrania de Crimea desataba todas las alarmas.
El presidente estadounidense, Barack Obama, citó ante la prensa esa “violación de soberanía por parte de Rusia” como uno de los desafíos de seguridad que afronta la Alianza. Pero el primer reto que mencionó fue el del terrorismo, mucho más ligado a las turbulencias en el sur que a las del Este. “Nunca nos hemos enfrentado a tantas amenazas a un mismo tiempo”, alertó.
Durante la cena de gobernantes, Obama informó de que había hablado, esta misma semana, con su homólogo ruso, Vladímir Putin. También la canciller alemana, Angela Merkel, y el líder francés, François Hollande, lo habían telefoneado. En ese contexto, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk –también invitado a la cena- recordó que la UE acaba de renovar otros seis meses, hasta principios del año próximo, las sanciones económicas que aplica a Moscú desde 2014. Pero también advirtió de que probablemente ya no habrá más renovaciones sin debate político, como ha ocurrido esta última vez. Alemania insiste en que Rusia es, sobre todo, un vecino; Francia constata que “no es un enemigo, sino un socio”, según expresó Hollande el viernes ante la prensa. Y el Consejo OTAN-Rusia, el órgano de relación entre ambos bloques congelado a raíz del episodio de Crimea y reactivado recientemente, se reunirá el próximo miércoles en Bruselas.
Stoltenberg trató de condensar ese doble enfoque hacia Rusia en una frase: “No vemos ninguna amenaza militar inminente sobre ninguno de nuestros aliados. Es importante no exagerar las amenazas. Pero lo que sí vemos es una Rusia más impredecible y más asertiva”. La expulsión cruzada de diplomáticos –Rusia ha expulsado a dos estadounidenses en respuesta al anuncio de Washington de que retiraba las credenciales a dos rusos- revela que la tensión está aún lejos de remitir.
Lucía Abellán
Varsovia, El País
La OTAN se adentra en la lucha contra el tráfico de migrantes. Los jefes de Estado y de Gobierno de la Alianza Atlántica han aprobado la creación de una misión naval militar que operará en el Mediterráneo central para frenar los flujos que provienen esencialmente de Libia, el punto con más salidas desde que se selló la ruta del Egeo. La operación se llamará Guardia Marítima y supone el primer intento real de coordinación con la Unión Europea –que ya opera en ese territorio- tras la vigilancia que ya desarrollan barcos de la OTAN en las aguas que separan Turquía de Grecia.
Los detalles de la operación –tamaño y misión concreta- se conocerán en septiembre, aunque se da por hecho que incluirá vigilancia y recogida de datos para detectar de manera temprana las barcazas que salgan hacia el Mediterráneo central. El objetivo es contener los flujos, una vez constatado que las salidas hacia Europa constituyen uno de los principales efectos de la inestabilidad que viven los vecinos del sur. “Esa inestabilidad tiene un impacto directo en nuestras sociedades. Ha creado la peor crisis de refugiados y migrantes desde la Segunda Guerra Mundial. Y grupos terroristas han organizado ataques en nuestras calles”, ha argumentado el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, durante la cumbre bienal que concluye este sábado en Varsovia.
Más allá del enfoque migratorio –al que la OTAN era en principio muy reacia-, los líderes de los 28 aliados han acordado una mayor atención al sur, de momento difusa. La organización extenderá a territorio iraquí las labores de formación de las fuerzas de seguridad de ese país, que hasta ahora eran entrenadas en Jordania, considerado el Estado más seguro de la región. Pero los líderes recelan de adoptar medidas más ambiciosas y la Alianza ni siquiera participará de lleno en la coalición internacional contra el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) que lidera Estados Unidos. Sí prestará sus AWACS, aviones de vigilancia de largo alcance, para sobrevolar las zonas más cercanas al conflicto sirio, sin salir del espacio aéreo turco o el internacional. Esa contribución, que “no convierte a la OTAN en miembro de la coalición global”, según aclara el comunicado de la cumbre, se realizará el otoño.
El palacio del Pacto de Varsovia
Pese a que los aliados son cada vez más conscientes de que las amenazas reales provienen del sur, la inercia conduce a la OTAN hacia el Este. La gestualidad desde Varsovia ha ahondado en la confrontación con Rusia. La cena que los jefes de Estado y de Gobierno mantuvieron el viernes, el momento de discusión más franca, se dedicó a la relación con Moscú. El escenario no podía ser más simbólico: el palacio presidencial donde se firmó en 1955 el Pacto de Varsovia, la alianza alternativa que forjaron la URSS y sus Estados satélites como respuesta al nacimiento de la OTAN. En el mismo salón de hace 61 años, los líderes confirmaron el viernes su firmeza frente a la amenaza rusa, aunque el contexto es muy diferente al de 2014, cuando la invasión de la península ucrania de Crimea desataba todas las alarmas.
El presidente estadounidense, Barack Obama, citó ante la prensa esa “violación de soberanía por parte de Rusia” como uno de los desafíos de seguridad que afronta la Alianza. Pero el primer reto que mencionó fue el del terrorismo, mucho más ligado a las turbulencias en el sur que a las del Este. “Nunca nos hemos enfrentado a tantas amenazas a un mismo tiempo”, alertó.
Durante la cena de gobernantes, Obama informó de que había hablado, esta misma semana, con su homólogo ruso, Vladímir Putin. También la canciller alemana, Angela Merkel, y el líder francés, François Hollande, lo habían telefoneado. En ese contexto, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk –también invitado a la cena- recordó que la UE acaba de renovar otros seis meses, hasta principios del año próximo, las sanciones económicas que aplica a Moscú desde 2014. Pero también advirtió de que probablemente ya no habrá más renovaciones sin debate político, como ha ocurrido esta última vez. Alemania insiste en que Rusia es, sobre todo, un vecino; Francia constata que “no es un enemigo, sino un socio”, según expresó Hollande el viernes ante la prensa. Y el Consejo OTAN-Rusia, el órgano de relación entre ambos bloques congelado a raíz del episodio de Crimea y reactivado recientemente, se reunirá el próximo miércoles en Bruselas.
Stoltenberg trató de condensar ese doble enfoque hacia Rusia en una frase: “No vemos ninguna amenaza militar inminente sobre ninguno de nuestros aliados. Es importante no exagerar las amenazas. Pero lo que sí vemos es una Rusia más impredecible y más asertiva”. La expulsión cruzada de diplomáticos –Rusia ha expulsado a dos estadounidenses en respuesta al anuncio de Washington de que retiraba las credenciales a dos rusos- revela que la tensión está aún lejos de remitir.