La fortaleza que transporta a Obama
El coche-limusina del presidente, fabricado por General Motors, se conoce como "La Bestia"
Sandro Pozzi
Periodista en Nueva York
La carrera a la Casa Blanca comienza oficialmente en una semana, cuando los republicanos celebren su convención en Cleveland. Unos días después lo harán los demócratas en Filadelfia. Y aún tendrán que pasar cuatro meses hasta que ver quién gana en las urnas. Lo que si se sabe es que el coche que transportará al próximo presidente de Estados Unidos será otro Cadillac y de los grandes.
La limusina presidencial que utiliza Barack Obama es conocida como la “bestia” por razones que saltan a la vista. El Servicio Secreto tiene a buen recaudo las especificaciones técnicas de esta fortaleza con cuatro ruedas por cuestiones de seguridad nacional. Lo que es evidente por su dimensión es que aguanta pequeñas bombas y granadas, y dispone de un sistema de ventilación secundario en caso de un ataque químico.
La cabina está, de hecho, completamente sellada. Por las puertas se puede ver que el habitáculo presidencial tiene 20 centímetros de espesor. Y por supuesto, cuenta con un sistema de comunicación por satélite con línea directa al Pentágono y dispositivos de seguridad diseñados por el Servicio Secreto. Hay una docena de limusinas idénticas que se rotan. Dos de ellas viajan con el comandante en jefe allí a donde va.
El Cadillac One o la Limo One, como se identifica oficialmente, parece por su aspecto exterior una versión sobredimensionada –tiene 5,4 metros de largo y 1,5 de alto- del sedan DTS. El chasis, sin embargo, es el de una camioneta Kodiak de Chevrolet, la otra marca controlada por General Motors. La que transportará a Barack Obama por Madrid está, de hecho, en retirada como el presidente.
La velocidad y el peso son clasificados. La autonomía de este blindado se parece más bien a la de un camión. Su motor V8 consume un galón de gasolina (3,7 litros) cada seis kilómetros. La tecnología que utiliza en los cristales, de 12 centímetros de espesor, es secreta. La única ventana que se puede abrir en el habitáculo es la del conductor, solo tres dedos. Hay un compartimento con la sangre del presidente.
Las ruedas están reforzadas con Kevlar para que sean impenetrables a los disparos. Pero incluso si reventara, la llanta está diseñada para que pueda seguir circulando en escapada. El depósito de combustible también está aislando del resto del vehículo, para evitar así que explote en caso de un ataque directo con bomba. De hecho, la bestia se aparca siempre en una posición estratégica para hacer de barrera.
Se calcula que cada una de las limusinas que están en el garaje del Servicio Secreto vale 1,5 millones de dólares. Y allí donde viaja va también su propio mecánico y un agente federal armado que está al mando de todo un arsenal de dispositivos electrónicos. Nada que ver con aquel Lincoln descapotable que transportaba a John F. Kennedy por el centro de Dallas el fatídico 22 de noviembre de 1963.
Hasta no hace mucho, el Servicio Secreto se encargaba de adquirir los coches presidenciales y los modificaban ellos mismos. Eso, sin embargo, ponía la transmisión y el sistema de freno de los coches bajo una intensa presión. Se rompían continuamente porque no eran capaces de soportar el peso de los sistemas adicionales que se incorporaban. Además, eran muy complicados de conducir.
El cambio de estrategia llegó con George W. Bush. El Servicio Secreto se encarga del diseño pero el coche se construye ahora desde cero utilizando la tecnología de General Motors. Lo cierto es que no tiene nada que ver con los coches que vende la casa Cadillac porque es único. Hasta el emblema de la marca está aumentado en esta camioneta blindada con forma de limusina.
El nuevo coche presidencial que está poniendo a punto el gigante de Detroit se parece más al nuevo sedan CT6 pero bastante más grande. El proceso para sustituir el vehículo presidencial se inició hace ya tres años. Hay fotos espía ya circulando del sucesor de la bestia así que es muy probable que el nuevo coche de Cadillac esté listo para el día de la inauguración del nuevo presidente o presidenta en enero.
Sandro Pozzi
Periodista en Nueva York
La carrera a la Casa Blanca comienza oficialmente en una semana, cuando los republicanos celebren su convención en Cleveland. Unos días después lo harán los demócratas en Filadelfia. Y aún tendrán que pasar cuatro meses hasta que ver quién gana en las urnas. Lo que si se sabe es que el coche que transportará al próximo presidente de Estados Unidos será otro Cadillac y de los grandes.
La limusina presidencial que utiliza Barack Obama es conocida como la “bestia” por razones que saltan a la vista. El Servicio Secreto tiene a buen recaudo las especificaciones técnicas de esta fortaleza con cuatro ruedas por cuestiones de seguridad nacional. Lo que es evidente por su dimensión es que aguanta pequeñas bombas y granadas, y dispone de un sistema de ventilación secundario en caso de un ataque químico.
La cabina está, de hecho, completamente sellada. Por las puertas se puede ver que el habitáculo presidencial tiene 20 centímetros de espesor. Y por supuesto, cuenta con un sistema de comunicación por satélite con línea directa al Pentágono y dispositivos de seguridad diseñados por el Servicio Secreto. Hay una docena de limusinas idénticas que se rotan. Dos de ellas viajan con el comandante en jefe allí a donde va.
El Cadillac One o la Limo One, como se identifica oficialmente, parece por su aspecto exterior una versión sobredimensionada –tiene 5,4 metros de largo y 1,5 de alto- del sedan DTS. El chasis, sin embargo, es el de una camioneta Kodiak de Chevrolet, la otra marca controlada por General Motors. La que transportará a Barack Obama por Madrid está, de hecho, en retirada como el presidente.
La velocidad y el peso son clasificados. La autonomía de este blindado se parece más bien a la de un camión. Su motor V8 consume un galón de gasolina (3,7 litros) cada seis kilómetros. La tecnología que utiliza en los cristales, de 12 centímetros de espesor, es secreta. La única ventana que se puede abrir en el habitáculo es la del conductor, solo tres dedos. Hay un compartimento con la sangre del presidente.
Las ruedas están reforzadas con Kevlar para que sean impenetrables a los disparos. Pero incluso si reventara, la llanta está diseñada para que pueda seguir circulando en escapada. El depósito de combustible también está aislando del resto del vehículo, para evitar así que explote en caso de un ataque directo con bomba. De hecho, la bestia se aparca siempre en una posición estratégica para hacer de barrera.
Se calcula que cada una de las limusinas que están en el garaje del Servicio Secreto vale 1,5 millones de dólares. Y allí donde viaja va también su propio mecánico y un agente federal armado que está al mando de todo un arsenal de dispositivos electrónicos. Nada que ver con aquel Lincoln descapotable que transportaba a John F. Kennedy por el centro de Dallas el fatídico 22 de noviembre de 1963.
Hasta no hace mucho, el Servicio Secreto se encargaba de adquirir los coches presidenciales y los modificaban ellos mismos. Eso, sin embargo, ponía la transmisión y el sistema de freno de los coches bajo una intensa presión. Se rompían continuamente porque no eran capaces de soportar el peso de los sistemas adicionales que se incorporaban. Además, eran muy complicados de conducir.
El cambio de estrategia llegó con George W. Bush. El Servicio Secreto se encarga del diseño pero el coche se construye ahora desde cero utilizando la tecnología de General Motors. Lo cierto es que no tiene nada que ver con los coches que vende la casa Cadillac porque es único. Hasta el emblema de la marca está aumentado en esta camioneta blindada con forma de limusina.
El nuevo coche presidencial que está poniendo a punto el gigante de Detroit se parece más al nuevo sedan CT6 pero bastante más grande. El proceso para sustituir el vehículo presidencial se inició hace ya tres años. Hay fotos espía ya circulando del sucesor de la bestia así que es muy probable que el nuevo coche de Cadillac esté listo para el día de la inauguración del nuevo presidente o presidenta en enero.