Inolvidable para mal
Lo primero que surge frente a papelones de este tipo es agarrar la motosierra y hacer leña del árbol caído. De modo que hagámosla, ya que estamos en un invierno cruel. Pero que sea con un poco de sangre fría.
Juan Becerra
jbecerra@ole.com.ar
¿Qué ocurrió? El último equipo argentino que participaba de la Copa Libertadores de América quedó eliminado. ¿Quién fue? Boca Juniors. ¿Dónde? En la Bombonera de Buenos Aires. ¿Cómo quedó eliminado? Como el culo. ¿Por qué? Esto ya necesita un poco más de análisis. Lo primero que surge frente a papelones de este tipo es agarrar la motosierra y hacer leña del árbol caído. De modo que hagámosla, ya que estamos en un invierno cruel. Pero que sea con un poco de sangre fría.
El equipo se puso en ventaja en una ráfaga de unos pocos minutos, pero cometió un error estratégico porque a partir del instante mismo en que consiguió la ventaja y la clasificación momentánea quiso hacer el segundo gol. Hubiera convenido tener un poco la pelota, hacerle
sentir a Independiente del Valle el rigor del escenario y trabajar sobre el espacio que dejaran cuando salieran a buscar su gol. Pero el segundo no llegó por impericia, abombamiento o ansiedad -o porque el partido estaba dando mensajes de facilidad en los que nunca hay que creer- y de la nada, ese nombre piadoso que se le da a la secuencia de causas que provocan un accidente, el
equipo con más suerte de Sudamérica empató cuando nadie lo esperaba, ni siquera sus jugadores, que parecían zombies de Walking Dead.
En el juego Boca era superior, pero el resultado lo obligaba al esfuerzo a destajo. La clasificación se encarecía. Ahora valía dos goles cuando unos minutos antes valía cero. Con el segundo de Independiente valió tres, y con el obsequio de Orion al pueblo del Ecuador resbaló sobre la Bombonera, como un hongo nuclear, la palabra imposible.
A todo esto, ¿y Tevez? Ausente como nunca en su vida y en las nuestras. Su apatía enfermó al equipo, que nunca pudo apoyarse en su juego ni en su ánimo. ¿Y Calleri? Bien. En San Pablo. ¿Y Daniel Osvado? Okis, por armar una banda de rock. ¿Y Benedetto? Acá anda, debutando en el Tren Fantasma.
Sólo el masoquismo o el amor por Boca -en este caso son sinónimos- me mantuvo en la cancha viendo cómo la catástrofe cerraba su círculo de una manera inolvidable para mal. En el
ránking de las eliminaciones por la Copa, esta fue verdaderamente indecorosa, inesperada en sus
formas y preopcupante en su fondo, que se ve muy profundo.
Juan Becerra
jbecerra@ole.com.ar
¿Qué ocurrió? El último equipo argentino que participaba de la Copa Libertadores de América quedó eliminado. ¿Quién fue? Boca Juniors. ¿Dónde? En la Bombonera de Buenos Aires. ¿Cómo quedó eliminado? Como el culo. ¿Por qué? Esto ya necesita un poco más de análisis. Lo primero que surge frente a papelones de este tipo es agarrar la motosierra y hacer leña del árbol caído. De modo que hagámosla, ya que estamos en un invierno cruel. Pero que sea con un poco de sangre fría.
El equipo se puso en ventaja en una ráfaga de unos pocos minutos, pero cometió un error estratégico porque a partir del instante mismo en que consiguió la ventaja y la clasificación momentánea quiso hacer el segundo gol. Hubiera convenido tener un poco la pelota, hacerle
sentir a Independiente del Valle el rigor del escenario y trabajar sobre el espacio que dejaran cuando salieran a buscar su gol. Pero el segundo no llegó por impericia, abombamiento o ansiedad -o porque el partido estaba dando mensajes de facilidad en los que nunca hay que creer- y de la nada, ese nombre piadoso que se le da a la secuencia de causas que provocan un accidente, el
equipo con más suerte de Sudamérica empató cuando nadie lo esperaba, ni siquera sus jugadores, que parecían zombies de Walking Dead.
En el juego Boca era superior, pero el resultado lo obligaba al esfuerzo a destajo. La clasificación se encarecía. Ahora valía dos goles cuando unos minutos antes valía cero. Con el segundo de Independiente valió tres, y con el obsequio de Orion al pueblo del Ecuador resbaló sobre la Bombonera, como un hongo nuclear, la palabra imposible.
A todo esto, ¿y Tevez? Ausente como nunca en su vida y en las nuestras. Su apatía enfermó al equipo, que nunca pudo apoyarse en su juego ni en su ánimo. ¿Y Calleri? Bien. En San Pablo. ¿Y Daniel Osvado? Okis, por armar una banda de rock. ¿Y Benedetto? Acá anda, debutando en el Tren Fantasma.
Sólo el masoquismo o el amor por Boca -en este caso son sinónimos- me mantuvo en la cancha viendo cómo la catástrofe cerraba su círculo de una manera inolvidable para mal. En el
ránking de las eliminaciones por la Copa, esta fue verdaderamente indecorosa, inesperada en sus
formas y preopcupante en su fondo, que se ve muy profundo.