Inglaterra regresa a las fuentes con Allardyce
El veterano técnico de 61 años asume el cargo de seleccionador tras una carrera en la que jamás dirigió a un grande ni dejó un equipo tras ganar más partidos de los que perdió
Juan L. Cudeiro
El País
Tiene 61 años, ha dirigido 467 partidos en la máxima categoría, de los que apenas ha ganado el 34%, jamás ha entrenado a un grande y nunca entrenó un equipo en la Premier League en el que dejase un legado de más victorias que derrotas. Ahora tendrá que pilotar a la generación de futbolistas de su país que más expectativas ha suscitado en los últimos lustros y que va camino de generar más desilusiones. Sam Allardyce (Dudley, 1954) es el nuevo seleccionador inglés, puesto al que llega tras renunciar al que tenía al frente del Sunderland, donde negocia para sucederle David Moyes, en paro desde que el pasado mes de noviembre fue destituido en la Real Sociedad.
Tras la Segunda Guerra Mundial los inventores del fútbol decidieron que el resto del mundo era merecedor de medirse a su selección en las competiciones internacionales, se integraron en la FIFA y regularizaron un puesto de entrenador que hasta entonces no tenía una dedicación exclusiva. Allardyce es el décimoquinto técnico en un periplo que conoció once entrenadores en sesenta años y va por el cuarto en los últimos diez. Llega tras la debacle de Roy Hodgson, que se marchó al borde del llanto tras caer contra Islandia en la Eurocopa. “Tiene capacidad para dirigir un grupo, sacar el máximo potencial de los jugadores y adoptar métodos modernos que mejoren el rendimiento”, apunta Martin Glenn, el director ejecutivo de la federación inglesa, para justificar la elección de Big Sam, un bigardo que supera el metro noventa y siempre se ha relacionado con el rudo y directo estilo inglés de balón largo, segunda jugada, transiciones vertiginosas y la extracción de resultados sin mayores fruslerías.
Con Allardyce, que ha firmado un contrato con una duración de dos años, Inglaterra mantiene la fidelidad a las fuentes. El Sunderland promedió la campaña pasada un 40% de posesión y una cuarta parte de sus pases fueron en largo, fue además uno de los equipos que mejor rendimiento extrajo en las acciones a balón parado y centros al área. Es la carta de presentación de un entrenador acostumbrado a sobrevivir, incluso en lo personal porque ha logrado dar continuidad a una carrera que se puso en peligro hace ahora diez años cuando un reportaje de un programa de la BBC expuso que había recibido comisiones ilegales a cambio de fichar a determinados futbolistas mientras dirigía al Bolton. Nunca llegó a acusársele formalmente de cometer delito alguno. Ahora su llegada al puesto más ansiado por un entrenador inglés suscita una mezcla de recelo y esperanza, pero también el apoyo de la profesión. “Nunca tuvo la oportunidad al más alto nivel, pero tiene mucha experiencia”, resuelve José Mourinho. “Es el hombre adecuado, tiene capacidad y conocimiento”, apunta sir Alex Ferguson.
Llega Allardyce, el modesto futbolista al que apodaban Super Sam Bionic porque semejaba indestructible al choque, el entrenador acostumbrado a los recursos limitados que hace poco más de un año clamó ante la invasión de técnicos extranjeros en la Premier y sostuvo que ninguno de ellos era más “sofisticado” que él. “Nunca me he quedado quieto y por eso no he dejado de trabajar”, apunta el tipo al que un día le preguntaron si los equipos de fútbol podían tener alma y respondió: “Hay científicos que dicen que como el espíritu no se puede medir no existe. Pues, ¡cojones!, en el fútbol sí que existe”.
Juan L. Cudeiro
El País
Tiene 61 años, ha dirigido 467 partidos en la máxima categoría, de los que apenas ha ganado el 34%, jamás ha entrenado a un grande y nunca entrenó un equipo en la Premier League en el que dejase un legado de más victorias que derrotas. Ahora tendrá que pilotar a la generación de futbolistas de su país que más expectativas ha suscitado en los últimos lustros y que va camino de generar más desilusiones. Sam Allardyce (Dudley, 1954) es el nuevo seleccionador inglés, puesto al que llega tras renunciar al que tenía al frente del Sunderland, donde negocia para sucederle David Moyes, en paro desde que el pasado mes de noviembre fue destituido en la Real Sociedad.
Tras la Segunda Guerra Mundial los inventores del fútbol decidieron que el resto del mundo era merecedor de medirse a su selección en las competiciones internacionales, se integraron en la FIFA y regularizaron un puesto de entrenador que hasta entonces no tenía una dedicación exclusiva. Allardyce es el décimoquinto técnico en un periplo que conoció once entrenadores en sesenta años y va por el cuarto en los últimos diez. Llega tras la debacle de Roy Hodgson, que se marchó al borde del llanto tras caer contra Islandia en la Eurocopa. “Tiene capacidad para dirigir un grupo, sacar el máximo potencial de los jugadores y adoptar métodos modernos que mejoren el rendimiento”, apunta Martin Glenn, el director ejecutivo de la federación inglesa, para justificar la elección de Big Sam, un bigardo que supera el metro noventa y siempre se ha relacionado con el rudo y directo estilo inglés de balón largo, segunda jugada, transiciones vertiginosas y la extracción de resultados sin mayores fruslerías.
Con Allardyce, que ha firmado un contrato con una duración de dos años, Inglaterra mantiene la fidelidad a las fuentes. El Sunderland promedió la campaña pasada un 40% de posesión y una cuarta parte de sus pases fueron en largo, fue además uno de los equipos que mejor rendimiento extrajo en las acciones a balón parado y centros al área. Es la carta de presentación de un entrenador acostumbrado a sobrevivir, incluso en lo personal porque ha logrado dar continuidad a una carrera que se puso en peligro hace ahora diez años cuando un reportaje de un programa de la BBC expuso que había recibido comisiones ilegales a cambio de fichar a determinados futbolistas mientras dirigía al Bolton. Nunca llegó a acusársele formalmente de cometer delito alguno. Ahora su llegada al puesto más ansiado por un entrenador inglés suscita una mezcla de recelo y esperanza, pero también el apoyo de la profesión. “Nunca tuvo la oportunidad al más alto nivel, pero tiene mucha experiencia”, resuelve José Mourinho. “Es el hombre adecuado, tiene capacidad y conocimiento”, apunta sir Alex Ferguson.
Llega Allardyce, el modesto futbolista al que apodaban Super Sam Bionic porque semejaba indestructible al choque, el entrenador acostumbrado a los recursos limitados que hace poco más de un año clamó ante la invasión de técnicos extranjeros en la Premier y sostuvo que ninguno de ellos era más “sofisticado” que él. “Nunca me he quedado quieto y por eso no he dejado de trabajar”, apunta el tipo al que un día le preguntaron si los equipos de fútbol podían tener alma y respondió: “Hay científicos que dicen que como el espíritu no se puede medir no existe. Pues, ¡cojones!, en el fútbol sí que existe”.