El Vaticano rechaza blindarse contra el terrorismo
El Papa evita hablar de yihadismo al referirse al primer sacerdote asesinado por el ISIS en Europa
Pablo Ordaz
Roma, El País
Si hay una institución difícil de proteger de los asesinos del Estado Islámico, esa es la Iglesia católica. Solo en Francia, según datos del Ministerio del Interior, hay 47.000 lugares de culto. El Vaticano es consciente de ello y de ahí que, el 18 de noviembre de 2015, cuando el ISIS puso en circulación un vídeo en el que amenazaba con izar su bandera en la plaza de San Pedro –“conquistaremos Roma, quebraremos sus cruces y esclavizaremos a sus mujeres con el permiso de Alá”--, la respuesta del papa Francisco fue tajante: “Nada de puertas blindadas en la Iglesia, nada, todo abierto”.
Por aquel entonces, la amenaza explícita de los yihadistas, unida a los recientes atentados de París y a la inminente inauguración del Año Santo, situaron a Roma en el centro de todas las preocupaciones. El temor de los ciudadanos dejó las calles inusualmente vacías y el Gobierno desplegó un gran dispositivo de seguridad que todavía funciona. Soldados fuertemente armados vigilan cada estación de metro y permanecen apostados frente a las principales embajadas y lugares más turísticos. El ministro italiano del Interior, Angelino Alfano, dijo entonces y ha repetido después que, a pesar de que no existe ningún país libre de la amenaza del ISIS, no hay datos concretos que sitúen al Vaticano en el punto de mira.
El ataque de ayer a la parroquia de Saint-Etienne-du-Rouvray supone, por tanto, un salto cualitativo. Se trata del primer ataque del terrorismo yihadista a una Iglesia de Europa. Y, aun así, la primera reacción de Jorge Mario Bergoglio a través de su portavoz, Federico Lombardi, es muy elocuente. Habla de “dolor” por el sacerdote asesinado, de “horror por la violencia absurda” y de “condena absoluta por toda forma de odio”, pero en ningún momento se refiere a la religión de los asesinos ni a su radicalismo yihadista. Casi desde el principio de su pontificado, Francisco ha advertido sobre “la tercera guerra mundial a pedazos” y se ha esforzado en dialogar con los máximos líderes del resto de las confesiones para que asuman un papel determinante en la lucha contra el fanatismo. Desde Polonia, donde desde el miércoles asistirá a la Jornada Mundial de la Juventud, Bergoglio insistirá en su mensaje contra el blindaje de la Iglesia.
A sus 86 años, Jaques Hamel solo aspiraba a seguir ayudando en la parroquia y a que sus feligreses, como les escribió hace unos días en una especie de testamento espiritual que recogió el semanario católico Familia Cristiana, pusieran su grano de arena para convertir el mundo “en un lugar más caluroso, más humano, más fraterno”. Ahora, el anciano sacerdote ya comparte con Esteban, el santo judío que da nombre al pueblo del norte de Francia en el que fue degollado, la condición de mártir. Aquél fue uno de los primeros de la cristiandad; éste, el primer sacerdote asesinado por los terroristas del ISIS en el corazón de Europa. Algo que el Vaticano ya temía, pero que, a tenor de las palabras del Papa, no supondrá el blindaje de la Iglesia. Como advierte Giovanni Maria Vian, director de l’Osservatore Romano, “el odio sembrado para fomentar el enfrentamiento entre culturas y entre religiones, evocando y agitando los fantasmas del pasado, debe ser rechazado en todas sus formas y prevenido por todos”. Este Papa sigue empeñado en fomentar el diálogo, incluso sobre la sangre derramada.
Pablo Ordaz
Roma, El País
Si hay una institución difícil de proteger de los asesinos del Estado Islámico, esa es la Iglesia católica. Solo en Francia, según datos del Ministerio del Interior, hay 47.000 lugares de culto. El Vaticano es consciente de ello y de ahí que, el 18 de noviembre de 2015, cuando el ISIS puso en circulación un vídeo en el que amenazaba con izar su bandera en la plaza de San Pedro –“conquistaremos Roma, quebraremos sus cruces y esclavizaremos a sus mujeres con el permiso de Alá”--, la respuesta del papa Francisco fue tajante: “Nada de puertas blindadas en la Iglesia, nada, todo abierto”.
Por aquel entonces, la amenaza explícita de los yihadistas, unida a los recientes atentados de París y a la inminente inauguración del Año Santo, situaron a Roma en el centro de todas las preocupaciones. El temor de los ciudadanos dejó las calles inusualmente vacías y el Gobierno desplegó un gran dispositivo de seguridad que todavía funciona. Soldados fuertemente armados vigilan cada estación de metro y permanecen apostados frente a las principales embajadas y lugares más turísticos. El ministro italiano del Interior, Angelino Alfano, dijo entonces y ha repetido después que, a pesar de que no existe ningún país libre de la amenaza del ISIS, no hay datos concretos que sitúen al Vaticano en el punto de mira.
El ataque de ayer a la parroquia de Saint-Etienne-du-Rouvray supone, por tanto, un salto cualitativo. Se trata del primer ataque del terrorismo yihadista a una Iglesia de Europa. Y, aun así, la primera reacción de Jorge Mario Bergoglio a través de su portavoz, Federico Lombardi, es muy elocuente. Habla de “dolor” por el sacerdote asesinado, de “horror por la violencia absurda” y de “condena absoluta por toda forma de odio”, pero en ningún momento se refiere a la religión de los asesinos ni a su radicalismo yihadista. Casi desde el principio de su pontificado, Francisco ha advertido sobre “la tercera guerra mundial a pedazos” y se ha esforzado en dialogar con los máximos líderes del resto de las confesiones para que asuman un papel determinante en la lucha contra el fanatismo. Desde Polonia, donde desde el miércoles asistirá a la Jornada Mundial de la Juventud, Bergoglio insistirá en su mensaje contra el blindaje de la Iglesia.
A sus 86 años, Jaques Hamel solo aspiraba a seguir ayudando en la parroquia y a que sus feligreses, como les escribió hace unos días en una especie de testamento espiritual que recogió el semanario católico Familia Cristiana, pusieran su grano de arena para convertir el mundo “en un lugar más caluroso, más humano, más fraterno”. Ahora, el anciano sacerdote ya comparte con Esteban, el santo judío que da nombre al pueblo del norte de Francia en el que fue degollado, la condición de mártir. Aquél fue uno de los primeros de la cristiandad; éste, el primer sacerdote asesinado por los terroristas del ISIS en el corazón de Europa. Algo que el Vaticano ya temía, pero que, a tenor de las palabras del Papa, no supondrá el blindaje de la Iglesia. Como advierte Giovanni Maria Vian, director de l’Osservatore Romano, “el odio sembrado para fomentar el enfrentamiento entre culturas y entre religiones, evocando y agitando los fantasmas del pasado, debe ser rechazado en todas sus formas y prevenido por todos”. Este Papa sigue empeñado en fomentar el diálogo, incluso sobre la sangre derramada.