¿‘Brexit’ a favor del Partenón?

Una docena de diputados británicos propone devolver a Atenas los mármoles sustraídos en el siglo XIX que se exhiben en Londres

María Antonia Sánchez-Vallejo
Madrid, El País
En julio de 1816, Thomas Bruce, séptimo conde de Elgin, vendió al Estado británico por 35.000 libras de la época una colección de relieves escultóricos procedentes de la Acrópolis de Atenas. Por eso más de la mitad de la decoración del Partenón, el templo del que se extirparon los motivos, debe verse en el Museo Británico de Londres, pese a la insistencia griega en recuperar el patrimonio y completar la exposición del conjunto en Atenas.


Dos siglos después, y en plena resaca del Brexit, una docena de parlamentarios británicos presentaba la semana pasada en Westminster un proyecto de ley para impulsar la devolución de los denominados “mármoles de Elgin” a Grecia. Los diputados, proeuropeos y de varios partidos (laboristas, liberal-demócratas, el nacionalista escocés SNP o el galés Plaid Cymru; ningún tory), vuelven a poner sobre la mesa la añeja pelea entre Atenas y Londres —y por extensión, entre el resto del mundo expoliado y las antiguas metrópolis— sobre derechos patrimoniales, legado histórico e identidad cultural.

El robo —según la terminología griega— perpetrado por Elgin, a la sazón embajador británico ante la Sublime Puerta (Imperio otomano), dejó al templo dedicado a la diosa Atenea Parthenos (una de sus invocaciones, de ahí Partenón) demediado, sin metros del friso y un centenar de metopas. La Acrópolis vivía tiempos oscuros, y sus templos servían de aprisco, polvorín o mezquita, entre otras funciones espurias, de manera que la rapiña pasó desapercibida. Pero desde los ochenta, gracias a la actriz Melina Mercouri, durante un tiempo ministra de Cultura, la campaña de la devolución fue ganando entidad, y hoy personalidades como Bill Clinton, Georges Clooney —su esposa, abogada, acaba de asesorar al Gobierno griego— o Vanessa Redgrave respaldan la restitución de los mármoles. El nuevo museo de la Acrópolis tiene espacio más que suficiente para albergar los miembros expoliados ya que su galería dedicada al friso del Partenón muestra, junto a los relieves que quedaron en Grecia, imponentes vacíos: los de las piezas que se exhiben en Londres.

El catedrático emérito de Arqueología y director del museo de la Acrópolis, Dimitris Pantermalís, subraya la “amputación del patrimonio” al valorar la iniciativa parlamentaria. “Es una petición muy correcta, y no sólo para los griegos, sino como oportunidad de restablecer la unidad física de un monumento patrimonio de la humanidad. Desde el expolio, muchas de las esculturas están divididas, la figura de Poseidón tiene la cabeza en un sitio y el torso en otro, y así sucesivamente. Pero insisto, no es un problema sólo griego, sino universal. Los griegos tenemos derecho a reunir todas las piezas en un mismo sitio, donde fueron creadas. Y para ello es esencial que la cuestión se mantenga viva”, explica Pantermalís, miembro del comité especial del Ministerio de Cultura griego para los mármoles.
El director del Museo Británico rechaza el retorno

El director del Británico, Hartwig Fischer —primer responsable extranjero del venerable museo, el segundo más visitado del mundo tras el Louvre—, no se ha pronunciado sobre la iniciativa parlamentaria, pero tiene muy clara su postura sobre la hipotética devolución de las piezas griegas del Británico. En una entrevista concedida al diario The Guardian a primeros de julio —pocos días después del referéndum—, Fischer apuntaba que el papel de la institución que dirige será aún más importante tras el Brexit y que los mármoles están donde deben estar, “en el contexto de una exposición de obras de la cultura universal”, en referencia a las otras salas del establecimiento, dedicadas al Antiguo Egipto, Roma u Oriente Próximo, entre otras. “Hay mucha, mucha gente que aprecia que estén aquí, y yo soy uno de ellos”, recalcó.
Moneda de cambio

El profesor Paul Cartledge, vicepresidente del Comité Británico para la Reunificación de los Mármoles —creado en 1983—, enfría sin embargo toda expectativa de que la iniciativa legislativa pueda dar frutos. “Es improbable que el proyecto se convierta en ley, pero lo que sí hace es introducir el asunto en las conversaciones de pasillo en Westminster”, cuenta por correo electrónico. “Y ello contribuirá también a reverdecer la conciencia del resto del mundo”, añade Cartledge. El próximo trámite legislativo, empero, no tendrá lugar “hasta el 20 de enero”, avisa.

El movimiento, en plena onda expansiva del Brexit, puede o no tener que ver con el seísmo político, aunque no faltan quienes ven en él una moneda de cambio —o un gesto amable— para mejorar las condiciones de desconexión de Reino Unido de la UE. Pandermalís no osa pronunciarse sobre ello: “Ese análisis no me corresponde a mí, pero creo que los acontecimientos en curso conducirán a una Europa más abierta en la que los museos puedan colaborar”.

Otros tiran de hemeroteca y sacan a relucir una añeja fotografía de 1986 en la que se ve a Melina Mercouri y a un joven Boris Johnson, eurófobo de pro, hoy ministro de Exteriores y en esa época, presidente de la Oxford Union, antes de un debate sobre, precisamente, los mármoles de Elgin. Mercouri, con la melena leonina y su poderío de diosa griega; Johnson, barbilampiño y de etiqueta: una instantánea que parece una carambola de la historia.

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