Yo trabajé para Torbe

Tres chicas relatan a EL PAÍS su sórdida experiencia con el rey del porno español imputado y encarcelado por delitos de difusión de pornografía

Daniel Verdú
Barcelona, El País
Cuando ya no podía contener las arcadas y corría hacia el baño llorando para vomitar, el cámara la seguía hasta ahí y continuaba filmando. Un centenar de hombres habían practicado sexo oral con ella, uno detrás de otro. La chica, como tantas antes, venía de Ucrania, y según cuentan algunas compañeras, no tenía muy claro cuál era el trato. Tampoco cuánto iba a ganar ni qué tenía que hacer. “Cuando veían ahí a todos aquellos hombres se quedaban aterrorizadas. Había hasta 100. Muchas veces teníamos que bajar nosotras a comprarles una botella de vodka o algo así para que se emborracharan y pudieran hacer la escena”, relata Isabel, una de las actrices que trabajaba desde 2014 —y hasta dos semanas antes de su detención— con Ignacio Allende, más conocido como Torbe, el empresario del porno imputado y encarcelado por delitos de abusos sexuales, difusión de pornografía infantil y por trata de seres humanos.


Isabel, de 22 años, empezó a trabajar voluntariamente con Torbe. Como todas las españolas consultadas por este periódico. Le gustaba el sexo, cuenta, y le pareció una manera fácil de ganar dinero. Le ofrecieron un pack de escenas con decenas de hombres a la vez por las que cobraba 100 euros. Además, la pusieron a hacer webcam por horas. “Al principio me trataba bien. Pero luego como ya no le servía porque me tenía explotada me fue arrinconando. Me empezó a tratar mal. Seguía yendo a los bukakes (escenas con varios hombres eyaculando sobre una mujer) como mamporrera detrás de las cámaras”, recuerda.

Pero los problemas relata esta extrabajadora de Putalocura (la productora de Torbe) y otras dos compañeras más con las que ha hablado EL PAÍS, empezaron cuando Torbe comenzó a rodar escenas para un empresario ucranio llamado Boris. “Traían chicas de ese país que no sabían ni hablar español. Pero Mila, una mujer que hablaba su idioma, les exigía que tuvieran sexo oral con decenas de hombres y no las dejaba parar cuando lo pedían. Querían que las chicas lo pasaran mal, que tuvieran cara de sufrimiento. Que llorasen”, recuerda Inés (nombre falso), una de aquellas chicas, que conoció a Torbe cuando solo tenía 18 años y estuvo viviendo en su casa una temporada.

Aquellos rodajes los protagonizaban solo las ucranianas que mandaba el tal Boris. Nadie le vio nunca, solo a la mujer que trabajaba para él "como secretaria". "A las chicas españolas las tenía haciendo de mamporreras -preparan a los hombres entre bambalinas antes de salir con las chicas-. Era un olor insufrible, y un calor terrorífico. Todo por 50 euros. Era asqueroso. Hacía dos a la semana y así podía tener un pequeño sueldo fijo. A nosotras nos daban a entender que lo que se grababa ahí era para una productora rusa. Pero luego los vídeos no los veíamos subidos a ninguna parte. Creo que simplemente los vendían a un particular”, señala Isabel.

ANALÍTICAS FALSAS

Muchas mujeres se negaron a seguir teniendo sexo oral cuando descubrieron que las analíticas que les mostraban antes de las escenas eran falsas. O al menos, que no cubrían todas las enfermedades que les habían asegurado que podían descartar. “Eran solo para hongos, nos enteramos mucho más tarde. Nos lo contó uno de los chicos que venía a las escenas y el cámara. A mi me contagió Clamida [una enfermedad de transmisión sexual", señala Inés. "Nos decía que no pasaba nada, que esas enfermedades se curaban con una pastillita", resalta Isabel.

Todas las chicas españolas tenían que grabar siempre algunas escenas con Torbe. “Vivía solo y llevaba alguna chica a veces a casa. Solo había que tener sexo con él para las escenas, pero si no querías tenerlas te echaba de la productora”, recuerda Inés. Según esta versión, ninguna de las actrices tenía contrato y cobraban siempre en negro. “Pero nos exigía exclusividad. Si grabábamos con alguien más nos echaba. Si no llegábamos a las horas de la webcam, también”.

Traían chicas de Ucrania. Ellas no sabían exactamente qué venían. Querían que las chicas lo pasaran mal, que tuvieran cara de sufrimiento. Que llorasen", recuerda una exactriz de la productora

El negocio de las webcam era la otra pata de la empresa. Algunas chicas denuncian ahora que tenían que estar 10 horas al día conectadas para llegar a los objetivos que les marcaba. Mireia (nombre falso) trabajó durante un tiempo en Putalocura como chica webcamer (consiste en tener cibersexo con los clientes que pagan por minutos para conectarse con ellas a través de la web de de una determinada empresa que se lleva un porcentaje). Cuando le empezó a ir bien, quiso marcharse e instalarse por su cuenta. “Tuve muchos problemas. Amenazó con revelar mi nombre real y colgar fotos de mi cara (ella no enseñaba el rostro)”, recuerda. Finalmente cambió de empresa, pero no quiere saber nada de aquella época ni tener ninguna relación con Nacho, como llama a Torbe.

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