Perú se parte por la mitad con una diferencia de unos miles de votos para Kuczynski
El recuento pone a prueba las instituciones peruanas, que resisten la tensión
Carlos E. Cué
Jacqueline Fowks
Lima, El País
Nadie imaginó que el cuarto presidente elegido consecutivamente en Perú, un récord en un país con una larga historia de golpes y dictaduras, lo haría por unos pocos miles de votos. La diferencia entre el liberal Pedro Pablo Kuczynski (PPK), que va en cabeza, y la derechista Keiko Fujimori se fue acortando con el escrutinio, hasta quedar en poco más de 50.000 votos sobre un total de casi 18 millones (el 0,34%) al 97% contado. Este ajustadísimo final está poniendo a prueba las instituciones peruanas, que de momento resisten bien en un ambiente de tensa calma, en el que el fujimorismo se niega a asumir la derrota en un país partido casi exactamente por la mitad.
Todo Perú andaba preguntando ayer a quien podía considerarse más informado si había alguna posibilidad de que el ajustadísimo resultado se diera la vuelta a última hora. La mayoría de los expertos que miraban el recuento con detalle coincidían en que es prácticamente imposible. Pero la diferencia se iba acortando más y más. Empezó un punto, bajó a seis décimas, después a cinco, cuatro, tres y un poco menos de tres con la llegada de los votos de algunas zonas alejadas. Y algunos fujimoristas empezaron a lanzar en las redes la idea de que el vuelco era posible. Sin embargo, la victoria se les escapaba en un largo recuento que puede durar hasta el fin de semana, con urnas traídas a pie y en canoa desde las zonas más alejadas de la selva. Ya por la tarde, la diferencia se amplió de nuevo ligeramente y se consolidaron las opciones de victoria de Kuczynski. Al 97% de actas contabilizas se pasó a una diferencia de 0,34 puntos.
“Que el partido se voltee no es fácil pero tampoco imposible”, explica David Sulmont, sociólogo y experto en estadística, profesor de la Universidad Católica. “La distancia se ha acortado porque las actas últimas que se han procesado vienen de provincias y distritos alejados y rurales donde efectivamente Fujimori ha sacado entre 54 y 55% de los votos, pero el escrutinio ya casi acaba. El departamento que más falta ahora es Loreto, donde viene ganando PPK. Calculo que a nivel nacional PPK tendría una ventaja de entre 40.000 y 50.000 votos. Para revertir eso Fujimori tendría que sacar al menos un 55% del voto en el extranjero”. En primera vuelta votaron 472.000 personas que viven fuera de Perú. Sin embargo, el recuento parcial en este voto (al 38%) daba una diferencia más pequeña, menos de tres puntos a favor de Fujimori. “En el peor escenario la ventaja puede ser de unos 27.000 a favor de PPK en el resultado nacional”, explica Sulmont.
En una segunda vuelta como esta basta un solo voto de diferencia. Por eso algunos bromeaban con uno de los datos más extraños de la jornada electoral: la decisión de Kenji Fujimori, hermano menor de Keiko, congresista más votado de Perú y aspirante a la sucesión, de no acudir a las urnas a votar a su hermana. Desde entonces él está desaparecido, una prueba de la tensión interna que vive el fujimorismo, que se ve a las puertas de una amarga derrota por segunda vez consecutiva.
A pesar de la tensión que se vive por abajo, y la guerra entre los personeros (fiscales) de cada uno de los partidos para evitar que el rival les robe sus votos en cada una de las urnas en disputa, las cúpulas políticas mantuvieron la calma. Sobre todo los dos candidatos. Si PPK la noche electoral había pedido “cautela para que no nos roben los votos” el lunes solo pidió calma a la espera del “voto del exterior” que esperaba que le fuera favorable. Fujimori, pese a los temores del antifujimorismo que recuerda las malas artes de su padre y sus secuaces, también mantuvo un exquisito silencio y solo dijo una frase que parecía una orden de calma a los suyos: “vamos a esperar con prudencia el resultado final”. Dirigentes de su equipo aseguraban sin embargo que aún confían en ganar.
Los datos del recuento se actualizaban cada dos horas, con mínimos avances y diferencias en un final agónico. Los peruanos intercambiaban rápidamente en las redes sociales cualquier novedad. En este ambiente, y con una democracia aún joven que estuvo llena de interrupciones en el siglo XX, la última el autogolpe precisamente de Fujimori padre, aún en la cárcel por delito de lesa humanidad y corrupción, muchos destacaban la resistencia de las instituciones democráticas puestas a prueba. Todos insistían en el “hecho histórico” de la cuarta elección democrática consecutiva.
“Hay que felicitar a los dos candidatos por su comportamiento, tenemos una democracia que se va consolidando”, señalaba el presidente del Congreso, Luis Iberico. Algunos acusaban al Gobierno de Humala de poner a la policía y el ejército a trabajar contra Fujimori en las zonas del interior, y el primer ministro, Pedro Cateriano, contestó indignado. “No le hace bien al Perú hacer saltar especulaciones. No hay denuncia de las misiones de observación. Los policías estaban donde debían estar. No estamos en una dictadura, no hay control de los medios. Hay democracia, no hay autoritarismo, corrupción y fraude como en el pasado”, lanzó en referencia al fujimorismo. Lo único que está claro es que Perú está partido por la mitad. Las instituciones tendrán que demostrar ahora que están preparadas para resistir una situación inédita.
Carlos E. Cué
Jacqueline Fowks
Lima, El País
Nadie imaginó que el cuarto presidente elegido consecutivamente en Perú, un récord en un país con una larga historia de golpes y dictaduras, lo haría por unos pocos miles de votos. La diferencia entre el liberal Pedro Pablo Kuczynski (PPK), que va en cabeza, y la derechista Keiko Fujimori se fue acortando con el escrutinio, hasta quedar en poco más de 50.000 votos sobre un total de casi 18 millones (el 0,34%) al 97% contado. Este ajustadísimo final está poniendo a prueba las instituciones peruanas, que de momento resisten bien en un ambiente de tensa calma, en el que el fujimorismo se niega a asumir la derrota en un país partido casi exactamente por la mitad.
Todo Perú andaba preguntando ayer a quien podía considerarse más informado si había alguna posibilidad de que el ajustadísimo resultado se diera la vuelta a última hora. La mayoría de los expertos que miraban el recuento con detalle coincidían en que es prácticamente imposible. Pero la diferencia se iba acortando más y más. Empezó un punto, bajó a seis décimas, después a cinco, cuatro, tres y un poco menos de tres con la llegada de los votos de algunas zonas alejadas. Y algunos fujimoristas empezaron a lanzar en las redes la idea de que el vuelco era posible. Sin embargo, la victoria se les escapaba en un largo recuento que puede durar hasta el fin de semana, con urnas traídas a pie y en canoa desde las zonas más alejadas de la selva. Ya por la tarde, la diferencia se amplió de nuevo ligeramente y se consolidaron las opciones de victoria de Kuczynski. Al 97% de actas contabilizas se pasó a una diferencia de 0,34 puntos.
“Que el partido se voltee no es fácil pero tampoco imposible”, explica David Sulmont, sociólogo y experto en estadística, profesor de la Universidad Católica. “La distancia se ha acortado porque las actas últimas que se han procesado vienen de provincias y distritos alejados y rurales donde efectivamente Fujimori ha sacado entre 54 y 55% de los votos, pero el escrutinio ya casi acaba. El departamento que más falta ahora es Loreto, donde viene ganando PPK. Calculo que a nivel nacional PPK tendría una ventaja de entre 40.000 y 50.000 votos. Para revertir eso Fujimori tendría que sacar al menos un 55% del voto en el extranjero”. En primera vuelta votaron 472.000 personas que viven fuera de Perú. Sin embargo, el recuento parcial en este voto (al 38%) daba una diferencia más pequeña, menos de tres puntos a favor de Fujimori. “En el peor escenario la ventaja puede ser de unos 27.000 a favor de PPK en el resultado nacional”, explica Sulmont.
En una segunda vuelta como esta basta un solo voto de diferencia. Por eso algunos bromeaban con uno de los datos más extraños de la jornada electoral: la decisión de Kenji Fujimori, hermano menor de Keiko, congresista más votado de Perú y aspirante a la sucesión, de no acudir a las urnas a votar a su hermana. Desde entonces él está desaparecido, una prueba de la tensión interna que vive el fujimorismo, que se ve a las puertas de una amarga derrota por segunda vez consecutiva.
A pesar de la tensión que se vive por abajo, y la guerra entre los personeros (fiscales) de cada uno de los partidos para evitar que el rival les robe sus votos en cada una de las urnas en disputa, las cúpulas políticas mantuvieron la calma. Sobre todo los dos candidatos. Si PPK la noche electoral había pedido “cautela para que no nos roben los votos” el lunes solo pidió calma a la espera del “voto del exterior” que esperaba que le fuera favorable. Fujimori, pese a los temores del antifujimorismo que recuerda las malas artes de su padre y sus secuaces, también mantuvo un exquisito silencio y solo dijo una frase que parecía una orden de calma a los suyos: “vamos a esperar con prudencia el resultado final”. Dirigentes de su equipo aseguraban sin embargo que aún confían en ganar.
Los datos del recuento se actualizaban cada dos horas, con mínimos avances y diferencias en un final agónico. Los peruanos intercambiaban rápidamente en las redes sociales cualquier novedad. En este ambiente, y con una democracia aún joven que estuvo llena de interrupciones en el siglo XX, la última el autogolpe precisamente de Fujimori padre, aún en la cárcel por delito de lesa humanidad y corrupción, muchos destacaban la resistencia de las instituciones democráticas puestas a prueba. Todos insistían en el “hecho histórico” de la cuarta elección democrática consecutiva.
“Hay que felicitar a los dos candidatos por su comportamiento, tenemos una democracia que se va consolidando”, señalaba el presidente del Congreso, Luis Iberico. Algunos acusaban al Gobierno de Humala de poner a la policía y el ejército a trabajar contra Fujimori en las zonas del interior, y el primer ministro, Pedro Cateriano, contestó indignado. “No le hace bien al Perú hacer saltar especulaciones. No hay denuncia de las misiones de observación. Los policías estaban donde debían estar. No estamos en una dictadura, no hay control de los medios. Hay democracia, no hay autoritarismo, corrupción y fraude como en el pasado”, lanzó en referencia al fujimorismo. Lo único que está claro es que Perú está partido por la mitad. Las instituciones tendrán que demostrar ahora que están preparadas para resistir una situación inédita.