La UE quiere que Reino Unido se vaya cuanto antes

Los presidentes de las principales instituciones comunitarias se han reunido en Bruselas para afrontar el nuevo escenario que abre el 'Brexit'

Claudi Pérez
Bruselas, El País
Lo inimaginable se hizo realidad: el Brexit condena a Europa a una era de incertidumbre. Más allá de las turbulencias financieras, Bruselas teme una sacudida política tras la salida de Reino Unido. “Esperamos empezar a negociar cuanto antes”, explicaron las instituciones europeas, que se toparon con la negativa del Ejecutivo británico, que no quiere apresurarse. Lo que viene es un largo adiós cargado de incógnitas: Londres quiere mantener el acceso al mercado único pero frenar la libre circulación de personas; Europa no está por la labor.
Juncker en la Comisión, esta mañana.


Crash es una onomatopeya que procede de la física: del choque de un objeto de metal contra el hormigón. Lehman Brothers hizo crash en otoño de 2008 y provocó un huracán en el Atlántico Norte. Grecia hizo crash poco después y generó una crisis en la periferia del euro. La Gran Recesión acumula un buen número de sacudidas de ese calibre, pero ahora el principal riesgo en Europa es que el crash salpique a las procelosas aguas de la política. En todo el continente vienen asomando populismos extremistas que han trasladado la habitual lucha izquierda-derecha a una nueva dicotomía: partidarios contra detractores del establishment.

El temor en Bruselas, más allá de las turbulencias en los mercados, es que el Brexit abra una etapa de incertidumbre política con potenciales referéndums en los países en los que el populismo tiene más músculo. “Reino Unido ha elegido el camino de la inestabilidad; el resto de socios europeos no debería seguir esa senda”, acertó a decir a ese respecto el jefe del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem.

Londres devuelve a Europa al primer plano de la crisis. Las turbulencias financieras fueron ayer sobresalientes, con la libra y la banca en el epicentro y todo quisque mirando de reojo las primas de riesgo. Pero en Bruselas se teme ahora tanto el contagio en los mercados como el contagio político si los partidos euroescépticos, al alza en varios países, copian el precedente británico. Tanto las instituciones europeas como los principales líderes del continente salieron como un vendaval para tratar de minimizar ese riesgo con un mensaje de unidad de los Veintisiete, que ya difícilmente volverán a ser Veintiocho tras el referéndum. Y con el deseo de negociar cuanto antes la salida del club del Reino Unido “para evitar alargar innecesariamente la incertidumbre”, explicó el jefe de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.

Esa premura es poco probable. David Cameron dimitió ayer con efectos retardados —seguirá hasta otoño—, pero anunció que no enviará la petición formal de negociación hasta octubre, pese a que había dado su palabra de hacerlo de inmediato. Ese retraso causó un formidable malestar en Bruselas. Londres quiere asegurarse el mejor acuerdo posible: mantener el acceso al libre mercado pero restringir la libre circulación de personas. París se niega a hacer la mínima concesión al respecto, pero incluso Berlín, con una aproximación más pragmática, se resiste a las peticiones de Cameron para evitar dar bazas a los Le Pen del continente.
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Retahíla de encuentros

Los próximos días habrá un reguero de reuniones previas a la cumbre de la semana que viene. Los ministros de Exteriores de los seis socios fundadores de la UE se verán las caras mañana en Berlín. La canciller Angela Merkel ha citado el lunes al francés François Hollande, al italiano Matteo Renzi y al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. Los tres grandes socios de la Unión quieren presionar a Londres para que se avenga a negociar cuanto antes, pero buscan sobre todo dejar claro que el proyecto sigue en marcha, además de sentar las bases de cómo funcionará una UE a Veintisiete, sin Reino Unido.

Nada de eso va a ser fácil. Los efectos secundarios del Brexit son muy diversos: para empezar, la UE ya nunca jamás volverá a ser un proyecto irreversible. Europa pierde a la segunda economía del bloque, y esa salida deja enormes incertidumbres financieras y problemas económicos: peligra la frágil recuperación europea. Además, arroja tensión política a espuertas: Europa pierde un contrapeso de Alemania y Francia, y a esa salida le pueden seguir otras si los populistas, tal como avanzaron ayer, se empeñan en seguir la senda de los referéndos. La resistencia de Europa, en fin, se pondrá a prueba en las próximas semanas. Por enésima vez en esta interminable crisis.

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