La lógica detrás de una nueva decepción

Facundo De Palma
Clarín
La primera lectura, la visceral, es que el fútbol se ensañó con Lionel Messi. Que no existe posibilidad alguna de que el mejor futbolista del mundo pueda celebrar donde más quiere, donde menos le gusta perder. Que no hay Dios y que todos los jefes del Averno (Diablo, Demonio, Satanás, Mandinga, Belcebú) se embarcaron en una cruzada para verlo sufriente, herido, descorazonado. El llanto de Messi es la comprobación empírica de que siente a la Argentina. Que tararea el himno hacia adentro sin necesidad de expulsarlo por la boca. A Messi le duele; Messi nos duele.


Esa foto empañada por sus lágrimas puede ser una confirmación de aquella frase de Dante Panzeri, la del fútbol y la dinámica de lo impensado. Sin embargo, la imagen tiene lógica. Es coherente con la incongruencia de la AFA, con no haber respetado una línea de trabajo, con los volantazos en la elección de los entrenadores, con la queja tardía de los jugadores por la pobreza dirigencial, con la amenaza de no jugar la Copa América por una posible sanción de la FIFA, con el 38 a 38, con Julio Grondona y con sus viudas, con Luis Segura, con los implicados en el FIFA Gate, con todos (sí, todos) los dirigentes que han pasado y tomado decisiones en la AFA en los últimos años, con la jueza Servini de Cubría, con los veedores de la FIFA y de la Conmebol, con el kirchnerismo y con el macrismo. Pasaron casi 11 años desde el debut de Messi en la Selección. Pekerman, Basile, Batista, Maradona, Sabella y Martino, sus técnicos, cometieron errores. Leo también tuvo los suyos, desperdició oportunidades y la mayoría de sus compañeros, en las difíciles, no dieron la talla. La Selección, en las finales, pareció destinada a jugar a que un tal Messi nos salve y no nos salvó. Y Argentina jugó dos veces contra el mismo rival y le ganó cuando él no estuvo. Pero lo peor en este escenario es que nadie fue capaz de aprovechar la luz del mejor del planeta para sacar del ostracismo al fútbol argentino. Por eso, Leo sonríe en el Barcelona. Y sufre en Argentina. Y en caliente dice que se va. Renuncia. Una conclusión llena de lógica. Ojalá se permita una revancha.

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