Hinchas ingleses se enfrentaron a la policía

La policía francesa trató de disuadirlos utilizando gases lacrimógenos y, finalmente, tuvieron que cargar contra ellos. Rusos, eslovacos, ingleses...


Santi Giménez
Lillie, As
Que se iba a liar estaba tan claro como que desde las dos de la tarde El Palace de la Biere, el Napoleon y Les 3 Brasseurs, las principales cervecerías de la Place de la Gare de Lille, estaban tomadas por numerosos hinchas ingleses se iban cociendo a fuego lento, pero constante. La policía francesa, fuertemente pertrechada con material antidisturbios les vigilaba a unos metros, en el lado de la plaza que da a la estación. La fachada de la Gare de Lille Flandres observaba como a un lado del espacio guardaban formación unos hombres de negro con porras, casco y escudos y como veinte metros más allá, cientos de desahogados sin camiseta gritaban, bailaban, jugaba a fútbol y se tiraban vasos de cerveza mientras cantaban el Good save the Quenn y Rule Britannia.


Poco a poco, los ingleses iban conquistando bares. Primero llegaban, se sentaban y pedían unas cervezas. A la segunda pinta, ayer no había ley seca en Lille (otro éxito de las autoridades fancesas) empezaban a colgar de los escaparates de los bares las banderas de sus club. Así, las enseñas del Millwall, del Preston Notrh End, del Sheffield United o del Peterborugh dejaron marcada la plaza de la villa como si fuera un territorio conquistado por el Duque de Wellington.

A medida que aumentaba el consumo de alcohol la jarana fue a más. Aparecieron balones de fútbol de no se sabe donde y los hinchas empezaron a patearlos y a jugar a un futbol primitivo. Como ellos. La policía, mientras, aguardaba impasible en formación. Incomprensiblemente, el tráfico de la plaza seguía abierto y las pelotas caían a menudo encima de los coches o los autobuses que transportaban a los ciudadanos. Los tres carriles de tráfico de la plaza se quedaron en uno ante la gente sin camiseta y pantalones cortos que cantaba.

El siguiente escalón fue el del lanzamiento de objetos. Mayoritariamente se lanzaban cervezas los unos a los otros al ritmo de la canción “dink is on fire”, que junto al himno nacional, el Rule Britannia y el “We are England and Wales, fuck off Russia” eran los hits de la tarde.

Mientras tanto, a escasos cinco kilómetros de distancia jugaban Eslovaquia y Rusia. El principal medio de transporte desde el estadio Pierre Mouroy al centro de la ciudad es el tren, así que los rusos que volvieran del campo tenían que salir al exterior justo por delante de los ingleses, cuya cocción en esos momentos iba en aumento.

Ninguno de los cientos de ingleses concentrados en la plaza prestó ni por un segundo atención al partido que estaban disputando los rivales de su grupo. Cuando empezaron a llegar los eslovacos a la plaza, sin embargo, les vitorearon. Por aquel entonces, las fuerzas policiales se habían multiplicado por tres.

A las cinco y media de la tarde, las cervecerías de la plaza echaron el cierre. No se sabe si por recomendación policial o por falta de existencias. El caso es que ya era demasiado tarde. La cocción estaba al punto. Los hinchas ingleses improvisaron una marcha por las calles del centro de la ciudad en busca de abrevaderos escenificando todas las coreografías del día, pero con el aditamento y la energía suplementaria que provoca la ingesta de cerveza.

La tensión fue en aumento cuando un equipo de la televisión rusa grabó unas imágenes. El redactor fue regado convenientemente de cerveza y al cámara le empezaron a llover vasos. La tensión crecía y los más duros de la concentración se preguntaban cuando iban a llegar los rusos. Tenían ganas de revancha por lo de Marsella.

Como pasa en estos casos, una falsa alarma, un rumor o simplemente una equivocación desató el caos. Alguien gritó “qué vienen los rusos” y la masa, todos a una empezó a correr en busca de un enemigo que no estaba ahí. Para ser exactos, había rusos, pero de ninguna manera eran los que les habían zurrado el fin de semana en Marsella. Eran familia y gente normal. Se desató la caza al ruso por las calles de Lille.

La policía se puso en marcha al instante y no se andó con chiquitas. A base de porras, gases lacrimógenos, bombas de humo y bofetones crearon un cerco de protección en torno a una docena de rusos que estaban aterrados, los sacaron de ahí dispersando a los ingleses que la tomaron entonces con la policía y fue el momento de mayor descontrol. La policía cargaba, los ingleses corrían, pero todo en medio de un caos y un laberinto de calles que hacía que en ocasiones dos destacamentos de policía se dieran de bruces entre ellos.

A las 19.30, el centro quedó controlado por la policía, pero los ingleses empezaban a reagruparse en busca de una noche que promete ser larga.

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