EUROCOPA / Aparece Lukaku, respira Bélgica
Doblete del delantero que liquidó a una triste Irlanda. Witsel también anotó y los del Wilmots mejoran y ya son segundos. Hazard y De Bruyne despiertan.
Javier Sillés
As
Llegó la paz a Bélgica. Le sobró con un segundo tiempo más que digno para desmantelar el cuartel defensivo de Irlanda y agarrar una victoria imprescindible para estar en octavos de final. Está muy lejos de la selección que deslumbró en la fase de clasificación, pero exhibió eficacia y seriedad. Con la escopeta de Lukaku y la mejoría de Hazard y De Bruyne acabó por despertar. No es poco en un conjunto en estado de alarma tras el patinazo ante Italia (0-2).
Quiso cambiar Wilmots el molde del equipo. Buscó más proyección ofensiva en la figura de Meunier, criterio en Dembelé y desequilibro en Carrasco. Era una exigencia del aficionado belga, harto del conservadurismo de su seleccionador. La puesta en escena refrendó la nueva propuesta. Bélgica asomó con vértigo al hilo de Kevin De Bruyne. Se sintió cómodo en la mediapunta, su posición natural, aunque sigue sin despojarse de la fama de jugador menor en envites de altura. Peca de irregularidad. Desesperó por momentos con continuas pérdidas infantiles al tiempo que fue el único capaz de dejar sin cadena a la defensa de The Green Army. Lo mejor salió de sus botas. Encontró a Carrasco en pase por elevación extraordinario en una jugada que acabó en la red de Randolph, pero el extremo del Atleti estaba en posición ilegal.
Tampoco Irlanda dejó ver esa versión fresca con la que agradó ante Suecia. Apostó O’Neill por Ward como sustituto del lesionado Walters, posicionando a Brady por delante a sabiendas del peligro de Carrasco. La opción limitó el flujo ofensivo de Irlanda, sin picante ni despliegue.La esencia de su juego tuvo cierto aire rudimentario, con balones largos para Long como única vía de ataque.
Bajo ese auspicio, hubo más hueso que buen fútbol en el primer tiempo. Bélgica careció de pausa en los metros finales e Irlanda apenas despuntó. Hazard no descolló, aunque disfrutó de una magnífica ocasión que desperdició por su excesiva vehemencia en la finalización. El balón parado quedó como el único recurso para desarticular la máquina irlandesa. Alderweireld, imponente en este tipo de acciones, tuvo el gol dos veces. Su primer remate se fue desviado, en el segundo Hoolahan despejó bajó los palos.
Todo lo que no pudo hacer Bélgica en el período inicial sí pudo elaborarlo en dos minutos de la segunda parte. Es otra selección cuando puede correr. Sufre en el ataque posicional, se divierte con espacios. De Bruyne regateó, por fin, a alguien en esta Eurocopa e invitó a Lukaku a estrenar su registro goleador en el torneo. El delantero del Everton, decepcionante hasta ese instante, lució su zurda con un disparo ajustado al palo. Imposible para Randolph.
El resultado ponía en un brete a Irlanda, necesitada de un cambio de discurso. Cabía esperar algún tipo de réplica del equipo de O’Neill. No hubo ni rastro. McClean salió al verde con el objetivo de dotar de mayor osadía a un conjunto falto de profundidad. Fue un brindis al sol. Nunca creyó en la remontada. Witsel agarró el partido con un cabezazo certero tras un centro medido de Meunier. Grata aparición la del lateral del Brujas. Desnortada Irlanda, Hazard apareció también para obsequiar a Lukaku con un doblete. Un triunfo redentor. Bélgica sonríe, Wilmots respira.
Javier Sillés
As
Llegó la paz a Bélgica. Le sobró con un segundo tiempo más que digno para desmantelar el cuartel defensivo de Irlanda y agarrar una victoria imprescindible para estar en octavos de final. Está muy lejos de la selección que deslumbró en la fase de clasificación, pero exhibió eficacia y seriedad. Con la escopeta de Lukaku y la mejoría de Hazard y De Bruyne acabó por despertar. No es poco en un conjunto en estado de alarma tras el patinazo ante Italia (0-2).
Quiso cambiar Wilmots el molde del equipo. Buscó más proyección ofensiva en la figura de Meunier, criterio en Dembelé y desequilibro en Carrasco. Era una exigencia del aficionado belga, harto del conservadurismo de su seleccionador. La puesta en escena refrendó la nueva propuesta. Bélgica asomó con vértigo al hilo de Kevin De Bruyne. Se sintió cómodo en la mediapunta, su posición natural, aunque sigue sin despojarse de la fama de jugador menor en envites de altura. Peca de irregularidad. Desesperó por momentos con continuas pérdidas infantiles al tiempo que fue el único capaz de dejar sin cadena a la defensa de The Green Army. Lo mejor salió de sus botas. Encontró a Carrasco en pase por elevación extraordinario en una jugada que acabó en la red de Randolph, pero el extremo del Atleti estaba en posición ilegal.
Tampoco Irlanda dejó ver esa versión fresca con la que agradó ante Suecia. Apostó O’Neill por Ward como sustituto del lesionado Walters, posicionando a Brady por delante a sabiendas del peligro de Carrasco. La opción limitó el flujo ofensivo de Irlanda, sin picante ni despliegue.La esencia de su juego tuvo cierto aire rudimentario, con balones largos para Long como única vía de ataque.
Bajo ese auspicio, hubo más hueso que buen fútbol en el primer tiempo. Bélgica careció de pausa en los metros finales e Irlanda apenas despuntó. Hazard no descolló, aunque disfrutó de una magnífica ocasión que desperdició por su excesiva vehemencia en la finalización. El balón parado quedó como el único recurso para desarticular la máquina irlandesa. Alderweireld, imponente en este tipo de acciones, tuvo el gol dos veces. Su primer remate se fue desviado, en el segundo Hoolahan despejó bajó los palos.
Todo lo que no pudo hacer Bélgica en el período inicial sí pudo elaborarlo en dos minutos de la segunda parte. Es otra selección cuando puede correr. Sufre en el ataque posicional, se divierte con espacios. De Bruyne regateó, por fin, a alguien en esta Eurocopa e invitó a Lukaku a estrenar su registro goleador en el torneo. El delantero del Everton, decepcionante hasta ese instante, lució su zurda con un disparo ajustado al palo. Imposible para Randolph.
El resultado ponía en un brete a Irlanda, necesitada de un cambio de discurso. Cabía esperar algún tipo de réplica del equipo de O’Neill. No hubo ni rastro. McClean salió al verde con el objetivo de dotar de mayor osadía a un conjunto falto de profundidad. Fue un brindis al sol. Nunca creyó en la remontada. Witsel agarró el partido con un cabezazo certero tras un centro medido de Meunier. Grata aparición la del lateral del Brujas. Desnortada Irlanda, Hazard apareció también para obsequiar a Lukaku con un doblete. Un triunfo redentor. Bélgica sonríe, Wilmots respira.