"A Messi lo ves y no das dos pesos"
Buenos Aires, Goal.com
Ortigoza habla de Martino, de Ramón, de Riquelme, del exitismo, de su creencia en el fútbol argentino y compara su dupla con Mercier con la de Guillermo y Palermo.
En su documento se lee Néstor Ezequiel, pero su familia le dice Jonatan. En los potreros de Merlo y de Padua aseguran que nació en el oeste de la Provincia de Buenos Aires, pero juega en la Selección de Paraguay. Sus compañeros y los rivales le gritan Gordo, pero él explica que es simplemente robusto y, mano a mano, queda en claro que el apodo es una ilusión óptica. A priori, entonces, en una habitación que queda en el sótano de la platea norte de la cancha de San Lorenzo, hay que esperar que se abra la puerta y aparezca un gran mentiroso. Ortigoza saluda, ni pide agua, dobla la boca para hablar y cierra los ojos, dejando unos segundos en vacío, para buscar lo justo que saldrá de sus labios: lo esencial, quizás, no sea lo que hay en el primer párrafo de Wikipedia.
Ortigoza podría estar ahora en Estados Unidos, pero por un desgarro tuvo que llamar a Emiliano Díaz, ayudante de campo de Paraguay, y pedirle que lo bajara de la lista. Se perdió, también, la final que San Lorenzo jugó contra Lanús. “No puedo jugar al 50%”, planteó y, a los 31 años, se perdió lo que podría haber sido su tercera Copa América -también jugó el Mundial 2010-. Sin embargo, no pierde ni su risa, ni su minucioso análisis futbolero, ni su oda a Juan Román Riquelme.
- ¿Qué tan cierto es eso de que la camiseta se siente?
- Se siente por dos cosas. Primero, porque yo amo al fútbol y soy muy apasionado de lo que hago. Y segundo porque uno se va criando en el club donde está. Los hinchas de San Lorenzo son sufridos, son de venir a la cancha, son de alentar. Lo vas a ver en la calle. El club y, sobre todo la gente que trabaja en el club, te trata muy bien. Entonces vos vas queriendo. Querés que todos se puedan ir contentos a sus casas porque después de haber trabajado toda la semana, vienen a la cancha y quieren ser felices. Si ganamos, van a estar alegres y si encima jugamos bien va a haber sido un lindo momento.
- ¿Y cómo se da eso en Paraguay, que es tu Selección, pero no el país donde naciste?
- Hay un ida y vuelta. Cuando yo llegué, no me querían. Yo quería defender los colores de Paraguay. Sabía que iba a defender un país. Yo también tengo una familia que son todos paraguayos: mi abuelo, mi abuela, mi papá, mis tíos y mis primos. No quería fracasar por mí y confiaba en mis condiciones.
- En eso de sentir la camiseta, ¿qué pensás vos cuando algunos argentinos dicen que Messi no la siente?
- Pasa que acá se vive el fútbol muy diferente. Messi siente y hay que valorar que esté acá, que sea argentino. Hay que valorar más a Messi. Jugar contra Messi o contra Román es hermoso. Da gusto hasta tenerlos en contra tuyo. Es un desafío muy lindo. Los tenés siempre en la tele y, de repente, están ahí.
-¿Cómo es jugar contra Messi?
- A Messi lo ves y no das dos pesos, pero te pinta la cara. Lo ves todo chiquito y flaquito y pensás: “En la primera que lo agarro, lo levanto y no la toca más”. Pero el tema es que no lo podés agarrar. La Copa pasada, en el primer tiempo del primer partido nos pegó un peludo bárbaro. En el segundo tiempo no dejamos que la tocara. El segundo partido yo lo vi desde afuera y fue tremendo.
- En el fútbol argentino, hubo en un Racing-Boca un cántico racista contra los paraguayos. Oscar Romero dijo que no le gustaba que cantaran eso.
- No lo doy bola a esas cosas. Cuando voy a Paraguay se ponen a cantar el que no salta es curepí y tampoco lo pienso. El que conoce el fútbol sabe que son cosas de la cancha. Creo yo que nadie es más que nadie y nadie es menos que nadie: somos todos iguales. Tengo ese pensamiento. Mi papá es paraguayo, yo soy argentino, mis hermanos son argentinos y nosotros no somos de juzgar a nadie por si es boliviano o si es colombiano: para nosotros, si sos buena persona no importa de dónde seas.
- ¿Cómo es Ramón Díaz?
- Es un técnico muy ganador. Te habla y te llega. Es muy táctico. Te tira toda la experiencia encima en un vestuario. Yo lo tuve en 2011, en San Lorenzo. Me trajo, pero lo tuve poco y no lo pude disfrutar mucho. Ahora lo vi en la Selección de Paraguay y está muy bien. También trabaja muy muy bien Emiliano. Es para recalcar. Desde que llegaron a Paraguay, hubo un cambio.
- ¿Y Martino?
- Martino es crack. Pasa que a mí me tocó ir a la Selección cuando ya estaba todo formado, ya había un equipazo y ya había clasificado primero al Mundial. Tata es uno de esos tipos con el que no te podés enojar nunca. Es un técnico seco y serio, pero lo querés. No habla mucho, pero lo querés. Con Ramón, por ejemplo, tenés otro diálogo, te habla más. Pero Martino es tan transparente que, aunque no hables, lo querés.
- ¿Tenés alguna anécdota?
- Sí, por las Eliminatorias, contra Venezuela. Yo jugué muy bien ese partido y viene y me dice: “Orti, la verdad es que jugaste muy bien, pero no quiero que hables con la prensa”. Eran días en que a mí me criticaban mucho y decían que no querían que me nacionalizara. Él decidió cuidarme.
- ¿Se putea más a la Selección Argentina que a otras?
- Es una Selección que tiene la vara muy alta. Tiene jugadores de mucho nivel. No es que en Paraguay no haya, pero en Argentina juega el mejor del mundo y el goleador de Italia y el de Inglaterra y el de España. En Brasil, también la prensa pega más. Porque los jugadores están muy altos en sus equipos.
- ¿Cómo convivís con el exitismo?
- Está mal, pero te terminás acostumbrando. Es como el tema de las rejas en las casas: quedan feas, pero si no las ponés, capaz, te roban. Está mal porque está mal que si ganás sos el mejor y si perdés el peor. Es muy difícil jugar una final. Pero acá salir segundo de treinta equipos no vale. Si no sos campeón, sos nada. Te terminas acostumbrando, pero no lo cambio por nada el fútbol argentino. No jugué mucho afuera, apenas un año un Dubai, pero no lo cambio.
- ¿Qué cosa tiene?
- La pasión en los estadios. Por ahí, técnicamente los europeos son mejores, pero acá te tirás al piso, metés.
- ¿El entorno te gusta?
- Lo que más disfruto es ver una cancha llena. En San Lorenzo, los últimos tres años, venimos peleando cosas y siempre hay gente. Después de los entrenamientos, hay gente.
- ¿Te acostumbrás a eso?
- Te sigue sorprendiendo. En parte te acostumbrás, pero esto es como los autos: tenés que mirar para atrás para manejar. Y yo miro siempre. Porque lo disfruto y la estoy pasando muy bien. Hoy es uno de los mejores momentos de mi carrera. Estoy balanceado. Tengo mis hijos que están bien y disfrutan de esto. Pienso diferente y lo disfruto.
- ¿Y en qué pensás?
- Mirá todo lo que logré. Miré dónde andaba y dónde estoy: jugar un Mundial, dos Copa América, ganar la Libertadores, llegar a Dubai, ganar torneos. Todo eso es muy importante. No me digo por qué lo logré sino mirá lo que logré. Si me pregunto por qué, es por la familia atrás que me apoyó. Porque yo pasé un montón de cosas para llegar adonde estoy. Por mi carácter, por entrenarme siempre al máximo.
- ¿Disfrutás jugar?
- Es lo mejor que me pasó en la vida.
- ¿Por qué?
- Porque esa adrenalina que te corre es impresionante. Ese cosquilleo que te agarra como me pasó la otra vez cuando fui a patear el penal contra Huracán. Te duele la panza y estás solito contra el arquero y el arco es más chico cuando estás cerca, pero yo lo disfruto.
- ¿Qué significa pisar una pelota?
- Es un gol. Como dar esos pases de puñalada.
- ¿A quién le copiaste la pisada?
- Al Lobo Ledesma le saqué cosas. Venían dos jugadores a marcarlo y, en una pisada, se los sacaba de encima.
- ¿Preferís el profesionalismo o el barrio?
- El profesionalismo.
- ¿Por qué?
- Porque tiene otra cosa. El barrio está bueno, pero en el profesionalismo juegan todos bien. Si yo te pongo a vos en una cancha de once, dos horas, la tocás tres veces. Vas al baby y la tocás más. Si no la tocás, te aburrís. Bueno, vos en el barrio la tocás menos porque es difícil hacer una pared, porque te pegan, porque hay otra presión. En el profesionalismo se juega mejor porque todos juegan bien.
- Tevez prefiere el barrio.
- Yo no cambio el buen fútbol. ¿Qué voy a cambiar: la Bombonera por un potrero en el barrio? Yo un asado sí lo como en el barrio. Ahí voy y me cago de risa con mis amigos. Pero no voy a cambiar el Cilindro lleno por un partido en el barrio.
- ¿Mirás fútbol?
- Miro el fútbol argentino. Miraba mucho, antes, a Boca. Muchísimo. Lo miraba por Riquelme.
- ¿Qué perdió el fútbol argentino sin Riquelme?
- Todo. Un patrón. El que te pone la pelota al pie, el que armaba una jugada. Ahora quedan D’alessandro y Romagnoli.
- ¿Se acabaron los enganches?
- Se acabaron y como ese, sin desmerecer a nadie, no hay ninguno. Uno dice Pelé, otro dice Maradona o Messi, pero yo lo tengo a él en la cabeza. Yo, estaba donde estaba, jugaba Boca y jugaba Román, y dejaba todo por mirarlo. Ahora ya no lo miro. No son malos jugadores, pero no es lo mismo.
-¿Qué extrañás de Román?
- Cuando la pisaba y estaban todos atrás tratando de sacarle la pelota y él la pisaba con una tranquilidad y todos los otros no podían.
-¿Lo conocés?
- Sí, fui a comer muchas veces a la casa de él.
- ¿Y le decís que es un fenómeno?
- Sí, claro. Y cuando jugamos, le pegué. Yo el jueves había comido un asado en la casa. Y me puteó. Porque venía corriendo y le di con el brazo arriba. Me dijo “gordo” no sé qué. Y yo le dije: “¿Y qué querés? Andá a jugar de dos si no querés que te pegue”. Si es un monstruo, no se la puedo sacar.
- ¿Por qué se acabaron los enganches?
- Ahora en las inferiores buscan más que corren y que metan. Buscan más físico. El lento que pensaba ya no tiene tanto lugar. Todo se hizo más dinámico y se saca eso.
- ¿Y de qué jugás vos?
- De doble cinco. Yo miraba mucho a Verón y a Braña, en el fútbol argentino. Me gustaban. Hubo un momento en que estaban ellos en Estudiantes y nosotros, Mercier y Ortigoza, en Argentinos. Fuimos duplas como Guillermo y Palermo. Mucha gente no se va a olvidar de eso.
Ortigoza habla de Martino, de Ramón, de Riquelme, del exitismo, de su creencia en el fútbol argentino y compara su dupla con Mercier con la de Guillermo y Palermo.
En su documento se lee Néstor Ezequiel, pero su familia le dice Jonatan. En los potreros de Merlo y de Padua aseguran que nació en el oeste de la Provincia de Buenos Aires, pero juega en la Selección de Paraguay. Sus compañeros y los rivales le gritan Gordo, pero él explica que es simplemente robusto y, mano a mano, queda en claro que el apodo es una ilusión óptica. A priori, entonces, en una habitación que queda en el sótano de la platea norte de la cancha de San Lorenzo, hay que esperar que se abra la puerta y aparezca un gran mentiroso. Ortigoza saluda, ni pide agua, dobla la boca para hablar y cierra los ojos, dejando unos segundos en vacío, para buscar lo justo que saldrá de sus labios: lo esencial, quizás, no sea lo que hay en el primer párrafo de Wikipedia.
Ortigoza podría estar ahora en Estados Unidos, pero por un desgarro tuvo que llamar a Emiliano Díaz, ayudante de campo de Paraguay, y pedirle que lo bajara de la lista. Se perdió, también, la final que San Lorenzo jugó contra Lanús. “No puedo jugar al 50%”, planteó y, a los 31 años, se perdió lo que podría haber sido su tercera Copa América -también jugó el Mundial 2010-. Sin embargo, no pierde ni su risa, ni su minucioso análisis futbolero, ni su oda a Juan Román Riquelme.
- ¿Qué tan cierto es eso de que la camiseta se siente?
- Se siente por dos cosas. Primero, porque yo amo al fútbol y soy muy apasionado de lo que hago. Y segundo porque uno se va criando en el club donde está. Los hinchas de San Lorenzo son sufridos, son de venir a la cancha, son de alentar. Lo vas a ver en la calle. El club y, sobre todo la gente que trabaja en el club, te trata muy bien. Entonces vos vas queriendo. Querés que todos se puedan ir contentos a sus casas porque después de haber trabajado toda la semana, vienen a la cancha y quieren ser felices. Si ganamos, van a estar alegres y si encima jugamos bien va a haber sido un lindo momento.
- ¿Y cómo se da eso en Paraguay, que es tu Selección, pero no el país donde naciste?
- Hay un ida y vuelta. Cuando yo llegué, no me querían. Yo quería defender los colores de Paraguay. Sabía que iba a defender un país. Yo también tengo una familia que son todos paraguayos: mi abuelo, mi abuela, mi papá, mis tíos y mis primos. No quería fracasar por mí y confiaba en mis condiciones.
- En eso de sentir la camiseta, ¿qué pensás vos cuando algunos argentinos dicen que Messi no la siente?
- Pasa que acá se vive el fútbol muy diferente. Messi siente y hay que valorar que esté acá, que sea argentino. Hay que valorar más a Messi. Jugar contra Messi o contra Román es hermoso. Da gusto hasta tenerlos en contra tuyo. Es un desafío muy lindo. Los tenés siempre en la tele y, de repente, están ahí.
-¿Cómo es jugar contra Messi?
- A Messi lo ves y no das dos pesos, pero te pinta la cara. Lo ves todo chiquito y flaquito y pensás: “En la primera que lo agarro, lo levanto y no la toca más”. Pero el tema es que no lo podés agarrar. La Copa pasada, en el primer tiempo del primer partido nos pegó un peludo bárbaro. En el segundo tiempo no dejamos que la tocara. El segundo partido yo lo vi desde afuera y fue tremendo.
- En el fútbol argentino, hubo en un Racing-Boca un cántico racista contra los paraguayos. Oscar Romero dijo que no le gustaba que cantaran eso.
- No lo doy bola a esas cosas. Cuando voy a Paraguay se ponen a cantar el que no salta es curepí y tampoco lo pienso. El que conoce el fútbol sabe que son cosas de la cancha. Creo yo que nadie es más que nadie y nadie es menos que nadie: somos todos iguales. Tengo ese pensamiento. Mi papá es paraguayo, yo soy argentino, mis hermanos son argentinos y nosotros no somos de juzgar a nadie por si es boliviano o si es colombiano: para nosotros, si sos buena persona no importa de dónde seas.
- ¿Cómo es Ramón Díaz?
- Es un técnico muy ganador. Te habla y te llega. Es muy táctico. Te tira toda la experiencia encima en un vestuario. Yo lo tuve en 2011, en San Lorenzo. Me trajo, pero lo tuve poco y no lo pude disfrutar mucho. Ahora lo vi en la Selección de Paraguay y está muy bien. También trabaja muy muy bien Emiliano. Es para recalcar. Desde que llegaron a Paraguay, hubo un cambio.
- ¿Y Martino?
- Martino es crack. Pasa que a mí me tocó ir a la Selección cuando ya estaba todo formado, ya había un equipazo y ya había clasificado primero al Mundial. Tata es uno de esos tipos con el que no te podés enojar nunca. Es un técnico seco y serio, pero lo querés. No habla mucho, pero lo querés. Con Ramón, por ejemplo, tenés otro diálogo, te habla más. Pero Martino es tan transparente que, aunque no hables, lo querés.
- ¿Tenés alguna anécdota?
- Sí, por las Eliminatorias, contra Venezuela. Yo jugué muy bien ese partido y viene y me dice: “Orti, la verdad es que jugaste muy bien, pero no quiero que hables con la prensa”. Eran días en que a mí me criticaban mucho y decían que no querían que me nacionalizara. Él decidió cuidarme.
- ¿Se putea más a la Selección Argentina que a otras?
- Es una Selección que tiene la vara muy alta. Tiene jugadores de mucho nivel. No es que en Paraguay no haya, pero en Argentina juega el mejor del mundo y el goleador de Italia y el de Inglaterra y el de España. En Brasil, también la prensa pega más. Porque los jugadores están muy altos en sus equipos.
- ¿Cómo convivís con el exitismo?
- Está mal, pero te terminás acostumbrando. Es como el tema de las rejas en las casas: quedan feas, pero si no las ponés, capaz, te roban. Está mal porque está mal que si ganás sos el mejor y si perdés el peor. Es muy difícil jugar una final. Pero acá salir segundo de treinta equipos no vale. Si no sos campeón, sos nada. Te terminas acostumbrando, pero no lo cambio por nada el fútbol argentino. No jugué mucho afuera, apenas un año un Dubai, pero no lo cambio.
- ¿Qué cosa tiene?
- La pasión en los estadios. Por ahí, técnicamente los europeos son mejores, pero acá te tirás al piso, metés.
- ¿El entorno te gusta?
- Lo que más disfruto es ver una cancha llena. En San Lorenzo, los últimos tres años, venimos peleando cosas y siempre hay gente. Después de los entrenamientos, hay gente.
- ¿Te acostumbrás a eso?
- Te sigue sorprendiendo. En parte te acostumbrás, pero esto es como los autos: tenés que mirar para atrás para manejar. Y yo miro siempre. Porque lo disfruto y la estoy pasando muy bien. Hoy es uno de los mejores momentos de mi carrera. Estoy balanceado. Tengo mis hijos que están bien y disfrutan de esto. Pienso diferente y lo disfruto.
- ¿Y en qué pensás?
- Mirá todo lo que logré. Miré dónde andaba y dónde estoy: jugar un Mundial, dos Copa América, ganar la Libertadores, llegar a Dubai, ganar torneos. Todo eso es muy importante. No me digo por qué lo logré sino mirá lo que logré. Si me pregunto por qué, es por la familia atrás que me apoyó. Porque yo pasé un montón de cosas para llegar adonde estoy. Por mi carácter, por entrenarme siempre al máximo.
- ¿Disfrutás jugar?
- Es lo mejor que me pasó en la vida.
- ¿Por qué?
- Porque esa adrenalina que te corre es impresionante. Ese cosquilleo que te agarra como me pasó la otra vez cuando fui a patear el penal contra Huracán. Te duele la panza y estás solito contra el arquero y el arco es más chico cuando estás cerca, pero yo lo disfruto.
- ¿Qué significa pisar una pelota?
- Es un gol. Como dar esos pases de puñalada.
- ¿A quién le copiaste la pisada?
- Al Lobo Ledesma le saqué cosas. Venían dos jugadores a marcarlo y, en una pisada, se los sacaba de encima.
- ¿Preferís el profesionalismo o el barrio?
- El profesionalismo.
- ¿Por qué?
- Porque tiene otra cosa. El barrio está bueno, pero en el profesionalismo juegan todos bien. Si yo te pongo a vos en una cancha de once, dos horas, la tocás tres veces. Vas al baby y la tocás más. Si no la tocás, te aburrís. Bueno, vos en el barrio la tocás menos porque es difícil hacer una pared, porque te pegan, porque hay otra presión. En el profesionalismo se juega mejor porque todos juegan bien.
- Tevez prefiere el barrio.
- Yo no cambio el buen fútbol. ¿Qué voy a cambiar: la Bombonera por un potrero en el barrio? Yo un asado sí lo como en el barrio. Ahí voy y me cago de risa con mis amigos. Pero no voy a cambiar el Cilindro lleno por un partido en el barrio.
- ¿Mirás fútbol?
- Miro el fútbol argentino. Miraba mucho, antes, a Boca. Muchísimo. Lo miraba por Riquelme.
- ¿Qué perdió el fútbol argentino sin Riquelme?
- Todo. Un patrón. El que te pone la pelota al pie, el que armaba una jugada. Ahora quedan D’alessandro y Romagnoli.
- ¿Se acabaron los enganches?
- Se acabaron y como ese, sin desmerecer a nadie, no hay ninguno. Uno dice Pelé, otro dice Maradona o Messi, pero yo lo tengo a él en la cabeza. Yo, estaba donde estaba, jugaba Boca y jugaba Román, y dejaba todo por mirarlo. Ahora ya no lo miro. No son malos jugadores, pero no es lo mismo.
-¿Qué extrañás de Román?
- Cuando la pisaba y estaban todos atrás tratando de sacarle la pelota y él la pisaba con una tranquilidad y todos los otros no podían.
-¿Lo conocés?
- Sí, fui a comer muchas veces a la casa de él.
- ¿Y le decís que es un fenómeno?
- Sí, claro. Y cuando jugamos, le pegué. Yo el jueves había comido un asado en la casa. Y me puteó. Porque venía corriendo y le di con el brazo arriba. Me dijo “gordo” no sé qué. Y yo le dije: “¿Y qué querés? Andá a jugar de dos si no querés que te pegue”. Si es un monstruo, no se la puedo sacar.
- ¿Por qué se acabaron los enganches?
- Ahora en las inferiores buscan más que corren y que metan. Buscan más físico. El lento que pensaba ya no tiene tanto lugar. Todo se hizo más dinámico y se saca eso.
- ¿Y de qué jugás vos?
- De doble cinco. Yo miraba mucho a Verón y a Braña, en el fútbol argentino. Me gustaban. Hubo un momento en que estaban ellos en Estudiantes y nosotros, Mercier y Ortigoza, en Argentinos. Fuimos duplas como Guillermo y Palermo. Mucha gente no se va a olvidar de eso.