Trump busca un perfil ortodoxo como aspirante a la vicepresidencia
Los líderes republicanos recelan de su nominación como aspirante presidencial
Luis Barbero
Miami, El País
El Partido Republicano va a tardar tiempo en digerir la conmoción interna que está suponiendo Donald Trump. Su candidatura como aspirante conservador a la Casa Blanca en las elecciones presidenciales de noviembre es ya casi irreversible, después de haber borrado del mapa a todos sus rivales, pero las heridas son profundas. Recibido con desconfianza por buena parte de los líderes republicanos, Trump diseña ya el futuro. Un movimiento decisivo será la persona que elija como aspirante a la vicepresidencia, un perfil que tendrá que compensar la heterodoxia de la otrora estrella televisiva.
Después de fracasar en su intento de frenar a Trump, a quien pocos tomaron en serio cuando inició su carrera por la nominación republicana hace casi un año, el establishment republicano no disimula su incomodidad con quien con toda seguridad será su cartel electoral dentro de seis meses. En los últimos días, los principales líderes y referentes del partido se han pronunciado de una u otra manera sobre Trump, cuya exitosa lucha por la nominación se ha basado en un populismo que ha fracturado la sociedad estadounidense en debates como la inmigración y ha hecho tambalear los cimientos ideológicos de los republicanos.
Los dos últimos presidentes conservadores, George Bush padre e hijo, han hecho saber que no apoyarán públicamente a Trump en las elecciones presidenciales, una batalla que librará con casi total seguridad con la demócrata Hillary Clinton. El presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, el cargo institucional más importante que tienen los republicanos, también ha manifestado que no está preparado para apoyar al magnate en el proceso electoral. Y dirigentes republicanos de origen hispano se han sumado al coro de voces que no ocultan su malestar con quien ostentará la candidatura republicana.
Trump, sin embargo, no se arredra ante este movimiento interno que asume con dificultad lo que las bases republicanas han decidido en el larguísimo proceso de primarias. A medida que su candidatura se iba haciendo inevitable, Trump ha suavizado sus mensajes contra el establishment, pero la desconfianza sigue siendo abismal. “Creo que los conservadores quieren saber si (Trump) comparte nuestros valores y nuestros principios. Hay una gran cantidad de preguntas sobre las que los conservadores van a querer respuestas”, ha afirmado Paul Ryan.
La lista de damnificados por Trump en este último año es enorme e incluye a hispanos y mujeres
Presentarse a las elecciones con un partido dividido ante alguien con la experiencia política y la fortaleza de Hillary Clinton podría ser un suicidio, algo que saben perfectamente tanto Trump como las élites republicanas. Con el fin de limar asperezas e intentar unificar un partido quebrado por la dura batalla por la nominación, Ryan ha invitado a Trump a reunirse esta semana con la cúpula del Partido Republicano.
En este complejo escenario, la elección del dirigente político que acompañará a Trump en la campaña electoral como aspirante a la vicepresidencia de Estados Unidos juega un papel relevante. Trump es consciente de que la designación puede ser importante para reconciliarse con los muchos sectores de la sociedad americana con los que se ha enfrentado en los últimos meses, empezando por las élites republicanas. En este sentido, el magnate neoyorquino ha deslizado el nombre de John Kasich, el gobernador de Ohio, un político moderado que pugnó hasta la semana pasada por la nominación republicana y que es bien considerado por el aparato de los conservadores.
Costuras rotas a izquierda y derecha
Donald Trump ha roto las costuras del Partido Republicano a diestra y siniestra. Sus discursos xenófobos, contra los mexicanos o los musulmanes, le sitúan en este terreno muy a la derecha de los conservadores, ya de por sí partidarios de la mano dura con los inmigrantes. Estos ataques han hecho mella en la comunidad hispana de Estados Unidos (más de 50 millones de personas), que rechaza de forma mayoritaria al magnate, según las encuestas conocidas en los últimos meses. Y acudir a unas elecciones presidenciales con la mayoría de estos votantes en contra es un hándicap que puede ser decisivo en el resultado final, algo de lo que es plenamente consciente el Partido Republicano.
Pero Trump también ha desbordado los cánones conservadores por la izquierda. Sus propuestas proteccionistas colisionan con la clásica idea republicana del libre comercio. Además, el magnate se ha mostrado partidario de subir los impuestos a las personas más adineradas y de elevar el salario mínimo que los trabajadores que cobran por hora, un debate abierto en EE UU y sobre el que algunos Estados ya han legislado. El hecho de que un candidato republicano se presente a las elecciones presidenciales con un plan de subir los impuestos es una muestra más de que Trump ha puesto patas arriba la política americana.
Pero la lista de damnificados por Trump en este último año es enorme e incluye a hispanos y mujeres, dos colectivos cuyo voto será decisivo en las elecciones presidenciales. El senador de Florida Marco Rubio, de origen cubano y candidato del establishment hasta su demoledora derrota en su estado el pasado mes de marzo, ha querido atajar las especulaciones que le situaban como posible aspirante a la vicepresidencia. “No lo estoy buscando, no lo estoy pidiendo y no va a ocurrir”, ha afirmado Rubio.
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Otros nombres que han circulado son los de las gobernadoras de Nuevo México, Susana Martínez, y Carolina del Sur, Nikki Haley, una de las principales promesas de los republicanos. El pasado enero, Haley, hija de inmigrantes indios, fue la encargada de dar la réplica a Barack Obama en su discurso sobre el Estado de la Unión, lo que ya alimentó la especulaciones sobre la posibilidad de que fuera elegida como aspirante a la vicepresidencia. Haley, sin embargo, apoyó a Rubio en la carrera por la nominación republicana y también se encuentra entre las dirigentes conservadoras que ha cuestionado a Trump.
Luis Barbero
Miami, El País
El Partido Republicano va a tardar tiempo en digerir la conmoción interna que está suponiendo Donald Trump. Su candidatura como aspirante conservador a la Casa Blanca en las elecciones presidenciales de noviembre es ya casi irreversible, después de haber borrado del mapa a todos sus rivales, pero las heridas son profundas. Recibido con desconfianza por buena parte de los líderes republicanos, Trump diseña ya el futuro. Un movimiento decisivo será la persona que elija como aspirante a la vicepresidencia, un perfil que tendrá que compensar la heterodoxia de la otrora estrella televisiva.
Después de fracasar en su intento de frenar a Trump, a quien pocos tomaron en serio cuando inició su carrera por la nominación republicana hace casi un año, el establishment republicano no disimula su incomodidad con quien con toda seguridad será su cartel electoral dentro de seis meses. En los últimos días, los principales líderes y referentes del partido se han pronunciado de una u otra manera sobre Trump, cuya exitosa lucha por la nominación se ha basado en un populismo que ha fracturado la sociedad estadounidense en debates como la inmigración y ha hecho tambalear los cimientos ideológicos de los republicanos.
Los dos últimos presidentes conservadores, George Bush padre e hijo, han hecho saber que no apoyarán públicamente a Trump en las elecciones presidenciales, una batalla que librará con casi total seguridad con la demócrata Hillary Clinton. El presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, el cargo institucional más importante que tienen los republicanos, también ha manifestado que no está preparado para apoyar al magnate en el proceso electoral. Y dirigentes republicanos de origen hispano se han sumado al coro de voces que no ocultan su malestar con quien ostentará la candidatura republicana.
Trump, sin embargo, no se arredra ante este movimiento interno que asume con dificultad lo que las bases republicanas han decidido en el larguísimo proceso de primarias. A medida que su candidatura se iba haciendo inevitable, Trump ha suavizado sus mensajes contra el establishment, pero la desconfianza sigue siendo abismal. “Creo que los conservadores quieren saber si (Trump) comparte nuestros valores y nuestros principios. Hay una gran cantidad de preguntas sobre las que los conservadores van a querer respuestas”, ha afirmado Paul Ryan.
La lista de damnificados por Trump en este último año es enorme e incluye a hispanos y mujeres
Presentarse a las elecciones con un partido dividido ante alguien con la experiencia política y la fortaleza de Hillary Clinton podría ser un suicidio, algo que saben perfectamente tanto Trump como las élites republicanas. Con el fin de limar asperezas e intentar unificar un partido quebrado por la dura batalla por la nominación, Ryan ha invitado a Trump a reunirse esta semana con la cúpula del Partido Republicano.
En este complejo escenario, la elección del dirigente político que acompañará a Trump en la campaña electoral como aspirante a la vicepresidencia de Estados Unidos juega un papel relevante. Trump es consciente de que la designación puede ser importante para reconciliarse con los muchos sectores de la sociedad americana con los que se ha enfrentado en los últimos meses, empezando por las élites republicanas. En este sentido, el magnate neoyorquino ha deslizado el nombre de John Kasich, el gobernador de Ohio, un político moderado que pugnó hasta la semana pasada por la nominación republicana y que es bien considerado por el aparato de los conservadores.
Costuras rotas a izquierda y derecha
Donald Trump ha roto las costuras del Partido Republicano a diestra y siniestra. Sus discursos xenófobos, contra los mexicanos o los musulmanes, le sitúan en este terreno muy a la derecha de los conservadores, ya de por sí partidarios de la mano dura con los inmigrantes. Estos ataques han hecho mella en la comunidad hispana de Estados Unidos (más de 50 millones de personas), que rechaza de forma mayoritaria al magnate, según las encuestas conocidas en los últimos meses. Y acudir a unas elecciones presidenciales con la mayoría de estos votantes en contra es un hándicap que puede ser decisivo en el resultado final, algo de lo que es plenamente consciente el Partido Republicano.
Pero Trump también ha desbordado los cánones conservadores por la izquierda. Sus propuestas proteccionistas colisionan con la clásica idea republicana del libre comercio. Además, el magnate se ha mostrado partidario de subir los impuestos a las personas más adineradas y de elevar el salario mínimo que los trabajadores que cobran por hora, un debate abierto en EE UU y sobre el que algunos Estados ya han legislado. El hecho de que un candidato republicano se presente a las elecciones presidenciales con un plan de subir los impuestos es una muestra más de que Trump ha puesto patas arriba la política americana.
Pero la lista de damnificados por Trump en este último año es enorme e incluye a hispanos y mujeres, dos colectivos cuyo voto será decisivo en las elecciones presidenciales. El senador de Florida Marco Rubio, de origen cubano y candidato del establishment hasta su demoledora derrota en su estado el pasado mes de marzo, ha querido atajar las especulaciones que le situaban como posible aspirante a la vicepresidencia. “No lo estoy buscando, no lo estoy pidiendo y no va a ocurrir”, ha afirmado Rubio.
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Otros nombres que han circulado son los de las gobernadoras de Nuevo México, Susana Martínez, y Carolina del Sur, Nikki Haley, una de las principales promesas de los republicanos. El pasado enero, Haley, hija de inmigrantes indios, fue la encargada de dar la réplica a Barack Obama en su discurso sobre el Estado de la Unión, lo que ya alimentó la especulaciones sobre la posibilidad de que fuera elegida como aspirante a la vicepresidencia. Haley, sin embargo, apoyó a Rubio en la carrera por la nominación republicana y también se encuentra entre las dirigentes conservadoras que ha cuestionado a Trump.